Emmanuele Silanos en Taipei.

«Me ha esperado durante años»

Emmanuele Silanos

Verano de 2003. Wu Yi Ru es una estudiante taiwanesa que está pasando unas vacaciones de estudio en Italia. Paolo Desandrè, uno de sus profesores en la Universidad de Taipei, la invita a su casa, en Saint-Oyen, entre las montañas del valle de Aosta, y ella va con una compañera de clase. A su llegada, Paolo las recibe y las invita a sentarse en la mesa junto a su familia. Después de la cena, se le ocurre la “inoportuna” idea de invitarles a salir a la calle. Wu Yi Ru y su amiga salen de mala gana: es de noche, hace frío y no van muy abrigadas («¿Pero en Italia no hacía calor en verano?»). Paolo insiste y empiezan a caminar por un sendero, prácticamente a oscuras.
Las dos estudiantes taiwanesas empiezan a murmurar entre ellas, a preguntarse quién les habrá mandado ir a ese pueblo perdido en vez de a una ciudad cálida y llena de gente... Pasado un rato, Paolo les dice: «Hemos llegado». Las dos chicas levantan la cabeza y como por arte de magia aparece ante ellas el espectáculo más extraordinario al que hayan asistido nunca: todas las estrellas del cielo parecen haberse reunido allí, suspendidas en el espacio como si el tiempo se hubiera detenido. Wu Yi Ru no es capaz de decir nada. Se ha quedado sin habla, a sus ojos empiezan a aflorar algunas lágrimas. Por primera vez en su vida contempla un espectáculo que parece haber sido preparado sólo para ella, por primera vez se siente criatura. Intuye que esa belleza debe haberla hecho Alguien, y que ella también forma parte de esa belleza.

Al final del verano, Wu Yi Ru regresa a Taiwán. Nunca olvidará aquella noche silenciosa y llena de luz. Pero poco a poco aquella intuición se va empañando, quedando sólo en un bello recuerdo.
Al año siguiente, se gradúa y empieza a trabajar. Primero en Taiwán y después en China continental. Siempre fiel a la amistad con aquellos profesores de italiano que desde el primer año la invitaron a sus reuniones, donde hablaban de la amistad, de la libertad y de una fe que ella no entendía o, mejor dicho, no le interesaba mucho. En el fondo, ella ya tenía la fe de sus padres.

Octubre de 2011. Después de un día de fiesta y cantos, siento que alguien me toca en la espalda. Es Wu Yi Ru. Me mira y me dice: «Quiero conocer a Jesús». Y luego añade: «¡Cómo me ama Dios! Me ha esperado durante años, desde el día que hizo que yo os conociera. Me ha hecho ver todas las cosas bellas que me ha dado. Y yo nunca le he mirado, nunca he pensado en ello, nunca le presté atención... Sin embargo, él me ha esperado hasta hoy. Ahora no quiero hacerle esperar más. Quiero conocer a Jesús y, si él quiere, recibiré el bautismo».
Wu Yi Ru nos conoció en 2001. ¿Han bastado diez años y siete meses para creer? Diez años de espera de Dios, de cortejo por su parte, y siete meses de catequesis, siete meses de noviazgo, ¿son suficientes para tener la certeza de la fe? Una noche, hace siete años, ante una belleza sin límites, intuyó el origen de todo y se sintió por vez primera querida y amada. Y diez años después del primer encuentro, da un nombre a Aquel de quien entonces se sentía criatura. Otra noche, la de Pascua de este año, Wu Yi Ru se convirtió para siempre en Roberta.
www.sancarlo.org