Paul Bhatti tras una imagen de su hermano Shahbaz.

Basta un hombre que quiere vivir

Eugenio Andreatta

Giovanni Scarpa es el presidente saliente de la Asociación Cultural Rosmini de Padua. Él es el encargado de presentar el encuentro con Paul Bhatti, ministro paquistaní para la Armonía nacional, o lo que es lo mismo, las minorías religiosas. Un puesto arriesgado en un momento en que los fundamentalismos acechan. Especialmente en Pakistán. Además, ocupa el puesto que tenía su hermano Shahbaz, asesinado el 2 de marzo de 2011.
Giovanni cita a Kafka al presentar a su invitado: «La lógica de la ley, por inquebrantable que sea, no resiste a un hombre que quiere vivir». «Al leer el testamento espiritual de su hermano, nos impresionó la grandeza, la imponencia humana del testimonio de Shahbaz. Tenía razón Kafka, más de lo que él mismo creía, probablemente. Frente a la violencia del poder, la única posibilidad de crecimiento y desarrollo es la persona, el hombre que vive».

Para Bhatti, Padua no es un sitio cualquiera. Aquí, como recuerda la profesora Patrizia Burra en su saludo en nombre del rector, Paul llegó con 18 años, en 1975, para quedarse hasta 1984, año de su graduación, gracias al apoyo de una institución benemérita como el CUAMM, el Colegio Universitario de Aspirantes a Médicos Misioneros. Ahora ha vuelto a la facultad de Padua, pero esta vez no se sienta en los bancos de los estudiantes, sino en la cátedra.
Su lección es sobre todo el relato de lo que le ha sucedido. La historia de ese hermano generoso que tantas preocupaciones causaba a su familia con sus iniciativas en defensa de los cristianos desde que cumplió los 14 años. Cuando Shahbaz asumió el cargo de ministro, en 2008, Paul trabajaba como médico en Treviso. El aumento de las hostilidades tras el caso de Asia Bibi, con muertes y atentados, hizo crecer exponencialmente el temor entre la gente. El 4 de enero de 2011 el gobernador musulmán del Punjab, Salmaan Taseer, fue asesinado tras tu toma de posición en contra de la ley de la blasfemia. Aun así, el 2 de marzo, la noticia del martirio de Shahbaz resultó igualmente imprevista y chocante. «En su funeral estaba muy enfadado, mi intención era llevarme inmediatamente a mi familia a Italia».

Pero en Islamabad sucedió algo inesperado. En los funerales del político cristiano, movida por su “conmovedor sacrificio”, como lo definió Benedicto XVI, se congregó una muchedumbre interminable. Les costó cuatro horas recorrer, siguiendo al féretro, un kilómetro y medio. Luego las declaraciones de solidaridad que llegaban de todo el mundo, el luto de tres días proclamado por el gobierno, y la propuesta para que ocupara el puesto de Shahbaz. Y el presidente de la República, viudo de Benazir Bhutto, asesinada en 2007, que les dijo: «También mi mujer fue asesinada, pero no podemos ceder ante estos terroristas que quieren destruir la paz en Pakistán». Al final, comenta Bhatti, «quizás era una decisión que venía de lo alto, quizás era el propio Shahbaz el que así lo quería».
De ahí nace un trabajo político que le ha llevado a recibir cada día en el ministerio – como hacía su hermano – a decenas de personas pobres y necesitadas. Y a reunirse con todos, desde los líderes religiosos más razonables a los ulema más extremistas. Como en el caso de Rimsha Masih, la pequeña niña down acusada de blasfemia. El día dedicado a la oración podía convertirse en la ocasión para una masacre en el barrio, pero su encuentro con el imán responsable de todas las mezquitas de Islamabad resultó providencial: el Corán, le recuerda el ministro católico, no quiere la violencia.

«Me ha impresionado y provocado mucho», dice Valentina, estudiante de Ciencias Políticas, «su apertura, que le lleva a dialogar con todos, también con los más alejados y radicales, un método que luego le lleva a encontrarse con disponibilidades imprevistas». La verdad es que todo el recorrido humano de Bhatti resulta impresionante, no menos que el de su hermano: «Es verdaderamente increíble cómo ha llegado a tomar una decisión tan alejada de su estado de ánimo inicial», dice Francesca, de Medicina. Su compañero de facultad, Michele, también está impresionado: «Me hubiera gustado preguntarle qué es lo que le sostiene cada día, después del impacto inicial que le llevó a tomar esta decisión».

El de Paul Bhatti es un testimonio que produce un impacto directamente proporcional a su sencillez. Luca Baffoni, el nuevo presidente de Rosmini, apunta: «No te puedes quedar indiferente. Como ha dicho, la indiferencia no es una opción cuando tu casa está en llamas». «Paul Bhatti nos ha mostrado», añade Luigi, de Derecho, «que se puede ser libre incluso cuando todas las circunstancias externas impiden la libertad religiosa». Basta un hombre que quiere vivir. Kafka tenía razón.