Deograciuos Droma en la ONU.

Avsi en la ONU: «Si partimos del corazón, podremos construir»

Deogracious Droma

El ministro italiano de Exteriores, Giulio Terzi, junto a su homólogo jordano, Nasser Judeh, organizaron el 27 de septiembre, en la Asamblea General de la ONU, un acto titulado “La sociedad civil y la educación en derechos humanos como instrumento de difusión de la tolerancia religiosa”. La intervención de Deogracious Droma, que habló de su trabajo con AVSI en el campo de refugiados de Dadaab, donde se ocupa de la formación de jóvenes profesores musulmanes, a los que propone el método educativo de don Luigi Giussani.

En nombre de AVSI y del Centro Permanente de Educación de Kampala (Uganda), quiero dar las gracias por la oportunidad de participar en este ilustre grupo e intervenir en este fascinante diálogo. Hace tres años, la cooperación italiana y el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) pidieron a AVSI que interviniera en el complicado contexto del inmenso campo de Dadaab, situado en la zona nororiental de Kenya, con casi medio millón de refugiados, la mayoría somalíes musulmanes.
Una petición que nace de reconocer el valor de la propuesta educativa de AVSI, una propuesta capaz de mantenerse en pie incluso ante condiciones extremas y provocadoras, como las que tienen que afrontar los jóvenes refugiados, cuyas vidas están marcadas por traumas, violencia e incertidumbre. AVSI acogió este desafío y empezó a construir una presencia en el campo, con programas para la formación de profesores y la construcción de nuevas escuelas, en colaboración con ACNUR, UNICEF, la cooperación italiana AGIRE y el gobierno norteamericano. A día de hoy, 730 profesores han participado en las actividades formativas, se han construido o rehabilitado 310 aulas, y más de 16.250 alumnos han participado en los proyectos de AVSI en Dadaab.

Además, han llegado cientos de donaciones privadas, sensibilizadas por la emergencia, la sequía y la crisis humanitaria que afectó a la población somalí el año pasado. Nuestro principal objetivo ha sido ir más allá de la capacidad profesional de los docentes somalíes refugiados y tratarles como seres humanos, implicarles personalmente e intentar transmitirles una propuesta educativa que pueda convertirse en una aventura fascinante tanto para el estudiante como para el profesor.
Después de una de las sesiones, Madame Jane, una profesora de la Mount Kenya University, institución con la que colaboramos, me dijo: «Después de esto, tengo una mirada nueva hacia todo lo que me rodea. Creo que esta noche ya no miraré igual a mi marido».
Gracias a la experiencia en Dadaab, me he dado cuenta de que educar significa comunicar lo que es verdadero para mí, es la expresión de mi modo de relacionarme con la realidad, si no se reduce a una imposición, a un elenco de instrucciones ajenas a la persona.

Mi vida ha cambiado gracias al encuentro con una persona que miró mi unicidad y me hizo descubrir mi valor infinito como ser humano. Educar es tan sencillo como llegar al corazón de la persona que tienes delante. Incluso en condiciones críticas, de extrema dificultad, nuestra experiencia demuestra que este es el punto de partida y el objetivo de nuestras actuaciones. Significa que la educación, en contextos tan críticos y frágiles, tiene la misma importancia que el abastecimiento de comida, alojamiento, etc., como me decía Mohamed, un profesor de Dadaab, después de una clase: «Mwalimu (maestro), el sueldo es bajo, pero quiero prepararme para dar las mejores clases a mis alumnos. Ellos son nuestro futuro y no puedo arruinarlo tan sólo porque recibo un sueldo bajo».
Por mi identidad cristiana, cuando me encontré por primera vez delante de personas de religiones y culturas diferentes, tuve que volver al encuentro que cambió mi vida para poder sentirme libre frente a ellos, y estas diferencias se convirtieron en la oportunidad de ir al fondo de mí mismo y de los demás. Rose Busingye, una amiga que es una madre para mí, me dijo: «La educación es uno que te lleva de la mano y te dice: ven, caminemos juntos, vayamos hacia una verdad que no soy yo. El alumno al que educas no debe convertirse en esclavo de tus ideas ni de tus reglas sino en tu compañero de camino, tú le corriges, pero él también te corrige a ti. Lo que me preocupa es que los jóvenes sean mirados del mismo modo en que soy mirada yo: no es una mirada complicada, es una mirada humana. Quiero que cada chaval, con todo lo que ha vivido, sea mirado como una persona, única y preciosa».

He tratado de comunicar a los profesores somalíes refugiados que existe una forma distinta de relacionarse con la realidad, de modo que cada encuentro se mide con el propio corazón, y cada propuesta (también la del curso de formación) es valorada por la libertad de la persona. Esto se ha convertido para mí, y para los participantes en el curso, en un factor de unidad y en un punto de partida para el diálogo y la relación entre nosotros. En vez de vivir la habitual relación profesor-alumno, nos hemos sorprendido juntos buscando respuestas a las preguntas y exigencias más profundas del corazón de cada uno de nosotros. La religión, la cultura y cualquier otro aspecto humano se convierten así en un medio para responder a estas exigencias, aunque no las resuelvan, y por tanto no pueden ser un obstáculo para la relación y el diálogo con aquellos que tienen un credo distinto al mío, tal como nos enseñó don Luigi Giussani:
«El tema principal, para nosotros, en todos nuestros discursos, es la educación: cómo educarnos, en qué consiste y cómo se desarrolla la educación, una educación que sea verdadera, es decir, correspondiente a lo humano. Educación, por lo tanto, de lo humano, de lo original que está en nosotros, que en cada uno de nosotros se concreta de manera diferente, a pesar de que, substancial y fundamentalmente, el corazón siempre es el mismo. En efecto, en la variedad de las expresiones, de las culturas y de las costumbres, el corazón del hombre es uno: mi corazón es el tuyo, y es el mismo corazón de quien vive lejos de nosotros, en otros países o continentes».

Para concluir, la propuesta que AVSI y el Centro Permanente de Educación de Kampala hace a los somalíes musulmanes que viven en Dadaab puede ser una fuente de esperanza para todos los refugiados porque no afronta la educación de un modo superficial, reduciéndola a la construcción de edificios, la distribución de libros de texto, los salarios de los profesores y personal cualificado. Nuestra propuesta no elimina ni ignora las diferencias religiosas, al contrario, da valor a lo que existe dentro de la propia tradición religiosa. Es una propuesta que va al corazón de la persona, que es lo que todos tenemos en común, con la certeza de que desde este punto de partida se puede construir algo bello y duradero.