Refugiados cristianos en Siria.

«Abro mi casa a los que huyen de la guerra»

Gian Micalessin

Los chicos corren detrás del balón. Las familias reunidas alrededor de las mesas en el patio reparten los dulces que han preparado mientras discuten sobre política y guerra, compartiendo sus miedos. Él lee, sentado a una mesa frente a la entrada, un libro de filosofía religiosa, y de vez en cuando interrumpe su lectura para escuchar a sus fieles, que se acercan a él para pedirle consejo y opinión.
Desde que empezó la guerra, Antoine Audo, de 67 años, obispo cristiano caldeo de Aleppo, pasa así sus tardes. «Trato de estar cerca de mis fieles, de mantener unida a la comunidad. Cada tarde, a las seis, abro la puerta del obispado y recibo a todas las familias. Quiero recuperar la idea de una comunidad capaz de luchar y esforzarse en la adversidad. Y como yo, también lo quieren muchos otros obispos cristianos», explica en esta entrevista concedida en exclusiva a tracce.it. «No hemos ido al Líbano a ver al Papa. Le hemos escrito una carta, le hemos explicado cuánto nos habría gustado estar allí, pero también le hemos dicho lo importante que era permanecer cerca de nuestros fieles en este momento, para ofrecerles un signo de solidaridad. El Papa lo ha entendido y valorado».

¿Cuáles son los problemas más graves para los cristianos?
En este momento, las cuestiones prácticas. Estamos prisioneros en esta ciudad. El único modo de salir es tomar un avión. Las calles son peligrosas, están llenas de grupos fuera de control que atacan a cualquiera, secuestran a la gente y luego piden rescates. Hace tres meses que no viajo, me quedo al lado de mi pueblo.

¿Y cuáles son sus miedos?
Aquí, en el barrio de Azizi, no hay miedo. Vivimos todos juntos, pero las voces que nos llegan de las zonas donde están presentes los rebeldes armados son preocupantes. Han destruido palacios, han cometido todo tipo de actos violentos, dejando los cadáveres por las calles a su paso. Nos lo cuentan los refugiados, que han abandonado sus casas para buscar refugio aquí, con nosotros. Los cristianos estamos en primera línea para ayudarles y el centro de Cáritas que coordina nuestro obispado reparte sus bienes a todos.

A los cristianos se les acusa de estar cercanos al gobierno…
Creo que no es verdad. Muchos cristianos militan en las filas de la oposición, tenemos estudiantes e intelectuales que piden un cambio. En general, todos nosotros queremos una mayor participación política.

¿Pero se fían de los rebeldes?
Nos da miedo lo desconocido. Queremos conocer los programas de estos grupos armados, sus intenciones, quiénes son sus líderes. No nos preocupan las ideologías, somos muy prácticos porque desde hace dos mil años luchamos por sobrevivir y convivir con los musulmanes. No nos interesa el poder y no buscamos la riqueza. Por eso nos respetan todos. Sólo queremos el bien común para Siria.

El fundamentalismo, sin embargo, les da miedo…
Sí, nos da miedo, pero tratamos de no mostrarlo ni dejar que nos domine. Aquí, en Oriente Medio, hay que afrontar los problemas con mucha cautela. Es una cuestión de respeto hacia los musulmanes.

Europa pide la destitución de Assad y apoya abiertamente a los rebeldes. ¿Ustedes se sienten comprendidos?
Europa parece haber olvidado o no quiere tomar en consideración el problema de la presencia histórica cristiana en Siria y Oriente Medio. Parece poco interesada en nuestra cultura y en el diálogo con nosotros. Sus intereses parecen estar más focalizados en los problemas de la economía y la seguridad. No os sentimos cercanos, no percibimos en vosotros, europeos, la dimensión de una fe común.

¿Creen que hemos perdido el significado de nuestras raíces?
Tenemos esa impresión. No quisiera generalizar, pero vuestros gobernantes parecen pensar sólo en cuestiones materiales. Para vosotros, la religión parece estar condenada a permanecer en un segundo plano. Sólo habláis de vuestros intereses. Sin embargo, nosotros llevamos dos mil años y seguimos siendo fieles al Evangelio y a nuestra lucha por Cristo. Nuestra fe no se puede comprar ni abandonar. Aquí la fe es una cuestión de vida o muerte.

¿La visita del Papa ha servido para algo? ¿Ha despertado a Europa?
El Papa ha sido el primero en señalar estos aspectos y en expresar la necesidad para los cristianos de seguir viviendo juntos.

¿Los cristianos de Siria corren el riesgo de ser perseguidos y amenazados como en Iraq?
Siria todavía no es Iraq. Todavía no existe el riesgo de fuga y emigración. Pero la falta de estabilidad, las amenazas, la violencia, hacen muy difícil la presencia cristiana. Muchos ya están huyendo hacia el Líbano. Como obispo caldeo que ha acogido a miles de fieles iraquíes perseguidos, verdaderamente deseo que no terminemos de la misma manera. Rezo para que no suceda.

¿La solución es un cambio drástico de régimen, como se pide desde Occidente?
No. Hace falta un cambio gradual, basado en el diálogo y no en las armas. Sólo así podremos conquistar un poco de libertad.