El infinito no es cosa de locos

El el auditorio B7 no cabe un alfiler, muchos tienen que quedarse fuera. Todos quieren escuchar a Paolo Nespoli, el astronauta italiano que hasta el momento ha pasado más tiempo en el espacio y que ha regresado recientemente de una misión que le ha mantenido durante seis meses en el cielo. El encargado de presentarlo es Marco Bersanelli, profesor de Astrofísica en la Universidad de Milán: «Desde siempre, la palabra infinito evoca la vastedad del cielo. Es una experiencia de muy pocos la de poder salir de la atmósfera terrestre, entrar en el espacio y admirar la tierra de un vistazo. Uno de ellos está aquí con nosotros». Bersanelli lanza tres preguntas: qué ha significado vivir en una situación tan excepcional como la ausencia de gravedad, qué tipo de belleza ha descubierto al mirar la tierra desde fuera, y por último: «En el Meeting encontramos contenidos, pero sobre todo personas, háblanos de ti».

Paolo es atlético, alto, en el escenario parece un actor mientras lo recorre incansable adelante y atrás durante una hora y media, emocionando y divirtiendo al público, arrancando aplausos y silencios admirados. Proyecta imágenes sobre una gran pantalla. «¿Por qué vamos al espacio, un lugar hostil, difícil, arriesgado, donde algunos han perdido la vida? Mi respuesta es: porque allí encontramos cosas que no hay en la tierra. Hay condiciones de microgravedad que nos permiten hacer un trabajo de investigación científica imposible de hacer en la tierra. Estamos obligados a trabajar en busca del más alto grado posible de fiabilidad, de tecnologías que nos ayuden a realizar las actividades diarias, como comer o lavarnos. Pero la rzón principal es explorar, porque forma parte de nuestra naturaleza. Históricamente, las civilizaciones que han explorado han florecido, las demás han muerto».
Luego empieza a hablar de sí mismo. Era un niño que veía en la televisión a los astronautas que subían a la luna y “derrapaban” con su jeep lunar. Un chico como tantos, que iba a la parroquia. En la pantalla gigante aparece una foto de cuando era pequeño, en el pupitre del colegio. Después otra en paracaídas, durante el servicio militar, que hizo después del liceo, pues tenía muy claro lo que quería estudiar. «A los veintisiete año me pregunté: ¿qué quiero ser de mayor?». Quería ser astronauta. Se fue a Estados Unidos para estudiar ingeniería aeroespacial. En el 98, fue elegido por la Agencia Espacial Europea y enviado al centro espacial de Houston. Después de dos años de entrenamiento, pasaron otros nueve años hasta que se le asignó una misión breve (15 días). Trabajó con otros seis hombres en el Space Shuttle Discovery, en la estación internacional que orbita a cuatrocientos kilómetros sobre la superficie terrestre a una velocidad de 28.000 kilómetros por hora. Un día tuvieron un incidente, se estropeó un enorme panel solar. «Si se hubiera partido, habría bloqueado el retorno. En el centro de control, uno optó por una solución basada en una especie de lazos para evitar que avanzara la grieta. Durante dos días nos dedicamos a hacer estos lazos con todo el material que teníamos disponible. El hombre, cuando se encuentra en situaciones extremas, encuentra soluciones ingeniosas». Al volver, después de unos meses, le llamaron para una misión de larga duración, seis meses en el espacio. Además de él, eran un coronel ruso y una científica americana. Por la pantalla corren las imágenes de sus compañeros de viaje. La misión espacial tenía también un objetivo educativo, estaban conectados con centros escolares para mostrar a los chavales que la ciencia y la tecnología son interesantes y divertidas: «Dedicarse a la ciencia no es algo de locos. Los chavales tienen como modelo de referencia a cantantes y modelos, queríamos hacerles ver que trabajando en el mundo de la ciencia también se puede tener éxito». Pasan más fotos, en una de ellas se ve un brazo mecánico enganchado a la estación, un brazo con dos manos que se pueden mover de un lado a otro. En Canadá esta tecnología aeroespacial se ha perfeccionado hasta el punto de que ahora también se utiliza en microcirugía.
Nespoli se detiene un momento para proyectar un video. Las imágenes han sido captadas por otros astronautas y él las comenta. El público contempla maravillado. Ante nuestros ojos, la Tierra se ve llena de luces. La imagen se detiene sobre Italia y la sala irrumpe en aplausos. Luego una aurora boreal, y un cometa con su cola.

Después del video, una serie de fotos (trajo 26.000 después de los seis meses). «Me parecía que estaba mirando por un microscopio, cuando en realidad lo que veía era macroscópico». Nos enseña el Missisippi después de la última inundación, los Emiratos Árabes, donde han construido una isla en medio del mar. Para ello destruyeron parte de una barrera de coral. «Aquí seguramente hayan cambiado las corrientes. Estamos cambiando el planeta, debemos tener cuidado».
«En esos meses – continúa – hablamos con Napolitano, Putin y con el Santo Padre. Yo esperaba que el Papa pronunciara un discurso sobre el infinito, pero sin embargo lo que hizo fue empezar a preguntarnos. Se dirigió a mí directamente en italiano porque sabía que mi madre había fallecido mientras yo estaba en órbita. Sus palabras me consolaron».

También se refirió a una futura misión en Marte: «Ir allí sería inteligente, posible, humano, propio del deseo de conocer. Debemos trabajar más en ello y construir menos cruceros. Imaginad todo lo que hay fuera de nuestro sistema solar. Coged un puñado de arena y luego soltadla; contad los granos que hayan quedado en vuestra mano. Cuando hayáis terminado de contar, pensad que las estrellas son muchas más que esos granos que tenéis en la mano, más que el puñado de arena, más que todas las playas de la tierra. ¡Cuántas cosas hay ahí fuera! ¡Qué grande es el universo! Dan ganas de ir a verlo». Nespoli anima a los chavales a descubrir en ellos esta pasión por conocer. «Hace falta coraje, decisión, perseverancia. Hay que ir a clase, hace falta una preparación técnica, tener el equipamiento correcto, trabajar en grupo, aprender de los errores, afrontarlos y no esconderlos, sacar a la luz las cosas positivas y dejar a un lado lo demás».

«Lo que Paolo nos ha mostrado hace que uno salga de la sala distinto a como entró», comenta Bersanelli. «Hemos visto una belleza inusual y hemos notado la vibración de quien se deja sorprender. Hemos visto la belleza de la Tierra vista desde el cielo y la responsabilidad que tenemos para conservarla. Hemos visto la grandeza del hombre, su potencia técnica, y al mismo tiempo su pequeñez frente a la vastedad del universo». Y concluye recordando el estupor y la curiosidad del Papa en el coloquio que tuvo con los astronautas. «En cierto sentido, vosotros soir nuestros representantes – dijo Benedicto XVI –, guiais la exploración, por parte de la humanidad, de nuevos espacios y posibilidades para nuestro futuro, yendo más allá de los límites de nuestra existencia cotidiana».