Una sopa en la librería de la ciudad

Francisco Pou

Una librería sigue siendo, ante todo, un mercado de víveres, de viandas culturales de todo género, donde el reclamo de las pescaderías se transforma en gritos de colores de ofertas y rebajas. Conocer un mercado de abastos ha sido la recomendación de grandes viajeros. Conocer una librería es una forma de viajar secretamente al armario de inquietudes, deseos, tesoros y carencias de un pueblo.
Hace muchos años desaparecieron los mostradores. Antes se pedían los libros, hoy los libros piden lectores, que se pasean entre reclamos, columnas y promesas. El intermediario, el vendedor sabio, es escaso, se busca entre los que en el ordenador simplemente comprueban existencias: “no lo tenemos, lo podemos pedir” o “preguntaré a uno de aquí que sabe de este tema”. Porque ordenador hay ya en las casas, y entre las tiendas on-line y los e-books, ese mercado “a la antigua” amenaza extinción. Ofrecer “una experiencia” es la respuesta al desafío: música, café, electrodomésticos...
Es curioso fijarse en la oferta del tendero de libros, donde combina su experiencia de mercado y su capacidad de propuesta nueva. El espacio-rey, sin duda, es la sección ya llamada “Autoayuda”: líder en espacio, carteles, títulos y temas. Mucha ayuda debe necesitar cada uno darse sólo, porque en Europa es el sector más prolijo en ventas y títulos. Ayuda para adelgazar, para ascender en el trabajo, para ser feliz. Sobre todo, para ser feliz, donde uno encuentra más soluciones que remedios para una tos. Monjes budistas, psicólogos, escépticos e iluminados lanzan su mercancía en todo tipo de envoltorios: desde cursis atardeceres en una playa, hasta cómics “divertidos”, para que hasta el proceso de aprender a ser feliz se nos haga placentero. Ahora en primera posición, El camino de la hormiga de Víctor Flores (se hace llamar ahora Senje Dorje), que desde el Yoga propone soluciones orientales que han comprado ya “millones de personas”. El de la felicidad es un “tema” que vende muchos libros de forma explícita, hablándonos del Monje que vendió su Ferrari o La Fuerza del Ahora para conseguirla (dos millones de ejemplares). Pero la sección de “autoayuda” la comparten también promesas de felicidad detrás de recetas muy concretas: desde Danza Oriental hasta Budismo para torpes (Buddism for dummies), una colección, ésta que apela a los “torpes”, donde además de Budismo uno puede aprender a navegar por internet, entender el Mercado Mundial de Productos Financieros Secundarios o tocar el piano con poco más de 100 páginas. Con dibujos.
El área de “no ficción”, supuestamente la de “ensayo”, es donde la ficción y la imaginación reina. Parecen venderse bien siempre los ensayos -no demasiado densos- de Historia. Mejor “Historia novelada”. En el FNAC, una de esas librerías con electrodomésticos, la biografía de Steve Jobs sigue en cabeza; quizá también porque su legado electrónico está muy cerca en el establecimiento. El comprador de libros de FNAC es ciertamente un pueblo editorial distinto al de La Casa del Libro, más denso y más librero. En el FNAC los “kits” de Filosofía-light triunfan. José Antonio Marina o Punset, por ejemplo, dan mucha sensación de espirituales-moderados, el primero, y científico el segundo. En el FNAC siempre tienen un nido los dos, como lo sigue teniendo Hassel para “indignados y rebeldes” que, en la misma compran pueden encontrar accesorios para su tableta digital. Igual sucede con los “clásicos”. Sólo algunos libros “de piel, de salón, de enseñar”. Por supuesto El Capital, algún libro-piel (con cinta) de Grecia o Roma. Y en seguida la vida empieza con Descartes y Kant. Newton, con algún divulgador-resumen. Hasta el siglo XVI, nada que comentar ni que vender. El Medievo para la ficción truculenta.
Porque en “ficción”, y novela, no habrá sorpresas. Los libros de los que se hablan siempre son los primeros. El abuelo que saltó por la ventana y se largó no se refiere a un cliente del FNAC, es el libro de Jonasson que muchos comentan que es “muy mono”. Pero ya ha empezado a retroceder, frente a Los juegos del hambre de Suzanne Collins, junto con otros de “literatura fantástica”, un “género dentro del género” que nunca se agota, con calidades para todas las exigencias. Ahora es Canción de Hielo y Fuego, dentro del “pack” Juego de Tronos. La literatura fantástica ha inventado también recursos fantásticos de muñecas rusas de sagas dentro de sagas que forman una colección.
El de “más vendido” es un concepto engañoso. Nada tiene que ver el más vendido de la semana fugaz, con el más vendido en la historia de un título. Cinco siglos vendiendo “Quijotes” mantienen a Cervantes en cabeza, igual que 2.000 años de Biblia no los tumba nadie en ventas. Porque, este es otro género, el de “Religión” tiene sus sorpresas. Por supuesto hay religiones para escoger en libro, en las estanterías, aunque ciertamente pocas para profundizar en ninguna. Algún problema debe haber en la FNAC con la religión más extendida, porque donde más espacio se extiende es en alternativas para dejarla. Según uno tenga el día puede escoger entre budismo, ramas mahometanas varias, soluciones zen más simples o exóticas propuestas hindús muy palaciegas. Y sobre el cristianismo el espacio rey es para quién más lo niegue. Sean clérigos muy enfadados con teologías creativas y sencillas, o largas crónicas de Los crímenes en la Iglesia que explican todos los males del hombre. Biblias, algunas, que alguno compra. Y bastantes autores que sobre la religión lo que hacen es negar su sentido, como Russell, un pertinaz en algunas librerías y precisamente en esta sección de “religión”.
Si el mercado es donde se “encuentran” la oferta y la demanda, en muchas librerías lo que se muestra es precisamente un desencuentro. Un ejemplo. Que un libro de Benedicto XVI sea un éxito de ventas no es imaginación, son los datos de sus ediciones. En “tapa dura” primero, y en “soft” depués del “hardcover”. La impaciencia paga más, con libro grande. 20 millones de ejemplares de Ratzinger vendidos parece que tendrían que ser casi una sección, de hecho lo es en “algunas” librerías. Pero en los templos modernos de mercado de cultura, como el FNAC y otros, deberá ir a esa sección del ordenador: “mirar a ver y pedirlos”.
La sensación que produce una gran librería es de gran soledad para el que compra. Falta compañía. En los mercados de verdad, en Europa, los de viandas, uno puede hoy comprar una gallina entera para un caldo, hierbas, setas, verduras. Una delicia para el que disfruta con la cocina, pero un estorbo para quien prefiera un “ready-to-table” para su microondas en una caja con una fotografía a color. Las prometedoras filosofías, religiones, historias y literaturas “easy” producen sopas de gallina de difícil digestión. Y mucha soledad en la auto-ayuda tipo microondas.
La misericordia de obrar con compañía en el leer, es también acompañar en las búsquedas y los deseos. Lo que no hemos encontrado en Google o en una estantería, difícilmente lo encontrará nadie de ese modo. Regalar, acompañar y sugerir libros descubiertos es un gesto apasionante de una amistad que habla de lo que importa.