Peregrinos ante el santuario de Czestochowa.

«Por qué nos ponemos en camino»

Con el mensaje de Julián Carrón, los jóvenes que terminan el instituto y la universidad se preparan para peregrinar a Polonia. La gratitud, la inquietud respecto al futuro, el deseo de reconocer a Cristo, y las ganas de «aprender a caminar»

Mediados de julio. Trece jóvenes que empezaremos este curso la universidad nos encontramos bajo el sol de Calabria. Basta una llamada para despertarnos, y en pocos instantes ya estamos leyendo el mensaje que Carrón ha enviado con motivo de la peregrinación a Czestochowa que está a punto de empezar. ¿Por qué nos ponemos en camino? ¿Qué es lo que de verdad esperamos? Inmediatamente, nada más terminar la primera lectura, impresiona cómo Carrón se hace compañero nuestro. Nos describe con todos nuestros deseos en un momento tan importante como este, y además nos indica cómo vivir la peregrinación.
Lo que nos une, llegados a este punto en nuestra vida, es un sentimiento de desproporción frente a las decisiones que debemos tomar. Pero el miedo no es lo que domina, gracias a lo que hemos vivido estos años. Algunos entre nosotros nunca se habrían apuntado a participar en una peregrinación en agosto, pero ahora están dispuestos a ponerse en marcha y desean seguir lo que suceda, por la confianza en la experiencia del movimiento, que nunca les ha defraudado. Es precisamente la experiencia de estos años, aun con todo el peso del curso, la familia, las relaciones entre nosotros, lo que queremos agradecer.
El último año de instituto ha sido extraordinario porque, al ayudarnos a tomar en serio todas las cosas, hemos hecho un camino. Para algunos se ha revelado distinto de como lo imaginaban, porque ciertos proyectos no se han realizado. Pero al final se han abierto camino. La realidad, a menudo distinta de nuestros proyectos, es imprevisible. Ni siquiera lo que estudiemos ni lo que lleguemos a ser está en nuestras manos completamente; a nosotros nos toca seguir los signos. Con esta conciencia nos podemos confiar totalmente a la Virgen.
«Llevad con vosotros vuestros deseos, vuestras esperanzas, pero también vuestros dramas, dificultades y perplejidades; la fatiga del camino hará que emerja con toda su potencia la necesidad infinita de vuestro corazón». La invitación de Carrón a estar con tanta lealtad delante de nosotros mismos da un poco de miedo, pero al mismo tiempo es fascinante, porque en el fondo es lo que verdaderamente deseamos.
Giulia, Paola, Fiammetta, Caterina, Claudia, Alessandra, Lucia, Marta, Elisabetta, Alice, Martina, Renata, Caterina


Estoy en el último curso de la universidad y nunca como ahora he vivido tan claramente con dos estados de ánimo aparentemente contradictorios. Por un lado, un deseo de cosas grandes: dentro de poco iré a América para escribir la tesis, se abre ante mí una carrera laboral que comienza y tengo una novia con la que me gustaría llegar a casarme. Por otro, un sentimiento de vértigo, casi de miedo. El mundo se abre ante mí y me ofrece posibilidades, encuentros, experiencias fascinantes, pero también muchas incógnitas.
Todos los días se habla de crisis, recortes, desempleo, despidos. En medio de todo esto, ¿existe un lugar para mí? ¿Cómo podré afrontar todos los sacrificios que exige una vida familiar? Y cuando me enfade o me aburra de mi mujer, ¿qué sucederá? Me siento como una nave que finalmente empieza a navegar y se aleja del puerto, con el corazón lleno de esperanza y dispuesto a la aventura, pero también con un gran sentimiento de misterio, de vértigo. ¿Llegaré a alcanzar mi destino? ¿Quién cumple todos mis deseos? ¿Quién me salvará?
Dentro de pocos días, junto a los amigos que me han acompañado durante estos años, iré de peregrinación a Czestochowa. Lo que espero es sencillo: espero aprender a caminar (o, por seguir con la metáfora, a navegar). Porque se trata de un camino. Habrá que hacer muchos esfuerzos: la falta de sueño, siempre la misma comida, condiciones higiénicas mínimas, desilusiones y enfados. Y habrá momentos preciosos: las palabras de quien guía, el abrazo de un amigo, la acogida del pueblo polaco, un canto bajo el cielo estrellado. En el fondo, lo que espero no es ni una cosa ni la otra. Lo que deseo es que a cada paso, en cada instante, haya Uno al que mirar. Uno que abrace la inquietud de mi corazón y que me dé la certeza de llegar a la meta. Por eso voy a Polonia, para conocer mejor a quién mirar.
Niccolò