El encuentro en Cavezzo.

Hacia delante con los brazos abiertos

Linda Stroppa

Casas destruidas, edificios derrumbados, no hay trabajo… Nada es igual que antes. «El terremoto ha sido un desastre», cuenta Máximo después de que el seísmo del 29 de mayo acabara con la empresa de informática de la que es administrador, situada en el centro histórico, y que es el negocio de su mujer. «Aquella mañana salimos corriendo al jardín. Los vecinos estaban en la calle. Mis hijos iban conmigo. Nuestra casa todavía estaba en pie, pero yo me sentía perdido. Temblé, como hombre y como padre. También temía por mi trabajo, pensaba en los daños que podían haberse producido, pensaba en qué estaría pasando». Pero un instante después, un hecho sorprendió a Massimo: «Me di cuenta de que yo existía. Y mi familia, mis amigos, mis compañeros de trabajo. La empresa era una incógnita, pero yo existía».

A partir de aquel momento, todo cambió. El teléfono no dejaba de sonar: unos me ofrecían un lugar en el que dormir, otros me ofrecían un ordenador para poder trabajar. Hasta el vecino, cuando llegó a casa, se puso a hacer comida para todos. «Me sentí tratado con afecto. Las relaciones dieron un salto cualitativo». Massimo trata de explicar todo lo que ha visto suceder en los últimos meses ante casi un millar de empresarios que se han reunido en Cavezzo, uno de los lugares más afectados por el terremoto, para participar en una asamblea organizada por la Compañía de las Obras de Emilia bajo el título “Construir un mundo que cambia”. ¿Pero cómo construir cuando todo se viene abajo?
«Es un desafío desproporcionado, pero fascinante», afirma Leo Barozzini, presidente de la Cdo Emilia, que acaba de crear “Empresas hermanas”: un proyecto que consiste en poner en contacto a empresarios de la zona en situación de dificultad con empresas de otras ciudades que les puedan ayudar a volver a poner en marcha su negocio. Una propuesta que nace «del deseo de ponerse en juego y hacer algo por el propio bien y el de los demás». Un bien que pasa también a través de la realidad social y empresarial, «donde es esencial no estar solos».

Como bien sabe Paolo Cevoli, que trabaja como cómico y que ofreció su testimonio en esta asamblea. «Reír es lo único que uno no puede hacer solo. Si uno se ríe solo es que es tonto». Bastan dos chistes para hacer reír a todos. «¿Veis cómo es más bello reír juntos? Estamos hechos para estar en compañía», dice Cevoli, que compaña su vida con una excursión por la montaña: «Te despiertas a las cinco de la mañana para subir y cuando llegas a la cima empapado en sudor, con tus amigos, hasta el pan con jamón cocido envuelto en la mochila sabe riquísimo. Un placer». Con toda su ironía, afirma estar muy seguro de algo: la cuestión no es el terremoto. «Lo entendí mirando a mi nieto, de siete meses. Y aquí debo hacer una premisa: no soporto a los niños. ¿Pero sabéis qué es lo que tienen de particular? Los niños crecen. Primero gatean. Luego, poco a poco, se ponen en pie y se dan cuenta de que para llegar a los juguetes deben poner un pie delante del otro y caminar. Esa es la naturaleza del hombre: ir hacia delante. Con los brazos abiertos, acogiéndolo todo. Como los niños. También con el riesgo de caerse. Incluso cuando cada paso, potencialmente, sea un desastre».
«Mientras nos hace reír, Paolo nos enseña a mirar las cosas más a fondo», concluye Enrico Biscaglia, director general de la CdO: «Si observamos la sobreabundancia de los gestos de solidaridad de los últimos meses, nos damos cuenta de que tenemos una conciencia nueva. Como el vecino de Máximo, que vuelve a casa cansado, y se preocupa de preparar cena para todos. ¿Qué hay detrás de este deseo? Ofrecer lo que uno tiene, para todos». La dinámica de “Empresas hermanas” es la misma: empresas de Modena, San Felice, Mirandola y de toda Emilia, ayudadas por empresas de otras ciudades. Para responder a la necesidad concreta de cada uno. «Donde falta este impulso, se abre paso la lamentación y el populismo. Pero aquí no se trata de hacer discursos. Hay que construir. Y pronto».

Los empresarios aplauden, muchos de ellos se han hecho amigos durante estos meses. Se hace evidente durante la cena al aire libre. Mientras la tierra tiembla y la crisis económica se sigue haciendo notar, nace algo nuevo. Que pasa por los edificios en ruinas, los fracasos, los productos sin vender… Como dice Massimo: «Una amistad capaz de construir: mi empresa y mi corazón».