Construir en tiempo de crisis

CESAL

Barrio de Tetuán, Madrid. Un día entre semana. Un chaval dominicano se acerca al Centro de Integración Hispano-Dominicano (CEPI) que gestiona CESAL. Habla con Fernando, el Coordinador de Formación. El muchacho, Jonathan, le pide ayuda:
- Mi padre me ha echado de casa y dice que no puedo volver hasta que no encuentre trabajo.
- ¿Qué sabes hacer?
- Nada.
- ¿Qué te gusta hacer?
- No sé, ser camarero...
A partir de ese momento, Fernando se pone en marcha: habla con unos y otros jóvenes y con distintas personas para ver qué se puede hacer para acompañar a Jonathan en su necesidad. Finalmente, el CEPI consigue crear un curso de auxiliar de bares y restaurantes en colaboración con el colegio Newman que durará tres meses. Jonathan, junto con 12 chavales, todos en riesgo de exclusión social, habiendo pasado más de uno temporadas en la cárcel, llegan al comedor del profesorado del colegio y cambian la decoración para que se asemeje lo más posible a un restaurante. De ahora en adelante, recibirán lecciones de hostelería por las mañanas y servirán en el comedor, haciendo cada uno un papel distinto cada semana: orden, maître, camarero...

La crisis, oportunidad para acompañar mejor a las personas
Así funcionamos en el CEPI, donde lo que más nos importa es acompañar a cada persona que acude a nosotros en su camino, compartir su vida con la nuestra. Siempre hemos ofrecido un gran abanico de servicios, actividades de ocio y formativas para todas las edades; sin embargo, ahora más que nunca, dado el crítico contexto en el que se encuentra España por la crisis, sentimos una urgencia de responder a las necesidades que se van dando aquí y ahora. El deseo de responder a ellas nos ha hecho ofrecer más cursos tanto a jóvenes como a adultos.
Las personas a las que acompañamos suelen encontrarse en situaciones complicadas: no encuentran trabajo, viven circunstancias difíciles y esto a muchos de ellos, aunque pueda resultar paradójico, les hace acomodarse y entrar en la rutina del "no hacer nada", lo que les lleva a deprimirse y a sentirse inútiles e incapaces de hacer algo con su día a día. Por ello, lo primero que buscan para salir de este ritmo es alguna actividad que les ayude a ponerse en movimiento.
Sin embargo, se ha comprobado que no basta con ofrecerles mil cursos formativos, porque cuando acaban uno ¿qué sucede? ¿Termina el curso y termina todo?
Así, en el CEPI está creciendo la necesidad por ambas partes de ir más allá; nuestra propuesta es continuar con el recorrido iniciado y acompañarles hasta el final, cuando se hayan incorporado al mercado laboral, e incluso entonces hacerles un seguimiento (en su puesto de trabajo). En definitiva, queremos que continúe la amistad que ha nacido.

Poner en movimiento a la persona
Poner en movimiento a la persona es nuestro principal fin, porque sólo así ésta vuelve a vivir y a respirar y, por lo tanto, a estar en grado de encontrar un trabajo. Así, lo que deseamos es ayudar al otro, acompañarle a que se mueva hasta que él mismo tome la iniciativa, ya que en este punto es imposible sustituirle: debe ser una decisión suya.
Nos interesa continuar una relación con ellos una vez terminen una actividad en el CEPI porque vemos que hay algo más allá de las actividades que nos vincula, y queremos mantenerlo. Una relación en la que ellos se sientan acogidos como lo que son y con lo que tienen, de modo que puedan apoyarse en nosotros en dos de las cuestiones que más les preocupan: la búsqueda de empleo y su inserción laboral.

"Quería hacer algo que me gustara. Y esto me gusta"
El Curso de Auxiliar de Bares y Restaurantes organizado por el CEPI Hispano Dominicano ha sido un éxito entre jóvenes socialmente excluidos en Madrid.
"Quería hacer algo, algo que me gustara. Y esto me gusta". Son palabras de Jeims, un chaval dominicano de 22 años al que le gusta la música, el Real Madrid y también la cocina. Ha estado en prisión y ahora se encuentra en libertad vigilada. Conoció el CEPI gracias a su supervisor legal, y se siente muy acompañado por Fernando: "es un gran apoyo". Metido en líos desde los 15 años, vive solo con su madre y no conoce a su padre. Jeims conoce muy bien los mundos de las bandas (ha sido jefe en su zona) y del tráfico de drogas, en los que se ha movido durante años. Tras su estancia en cárceles de menores y de mayores, lo que quiere este joven es aprender y ser feliz. Esta semana en el curso le ha tocado encargarse del orden en la cafetería, ser maitre. Está muy contento.
"Siempre viene gente que te quiere echar a perder", comenta con una mirada que deja claro que él no va a ceder ante ningún intento por parte de nadie de que no salga adelante; y añade: "esto es muy bonito, lo otro es muy feo". Tan convencido está de que lo que está viviendo es bueno, que ya ha arrastrado consigo a 15 jóvenes más de su barrio, en las afueras de la capital, que llegan al CEPI diciendo: "Queremos un curso como el de Jeims". Son todos chicos en exclusión social. "Un curso como el suyo que nos ayude a cambiar", piden.
En total, son 12 los jóvenes que ha realizado el curso. De ellos, tres están en un centro de menores por faltas leves y cuatro en libertad vigilada. Jóvenes que ya están respondiendo al reto que el CEPI les pone delante de descubrir que pueden cambiar y que su vida vale más que todos sus problemas o sus fallos.