Franco Nembrini.

«Papá, dime que ha valido la pena venir al mundo»

Paola Ronconi

Está viajando por media Italia para hablar de su libro, publicado hace un año. Tiene encuentros con miles de personas. En cada uno de ellos responde a preguntas, objeciones, dudas del público, en su mayoría padres y educadores. Hablamos de Franco Nembrini, director de la escuela La Traccia en Bergamo, profesor desde hace años, el cuarto de una familia de diez hijos, y padre de cuatro varones. Uno de esos encuentros tuvo lugar en Padua, donde se dieron cita 500 personas. Unos días después se reunieron 700 para retomar los temas que allí se habían planteado. Estas cifras hablan del interés que despiertan cuestiones como la relación con los hijos, la educación, la familia.
Según Nembrini, lo que emerge en estos encuentros es «una fragilidad muy difundida, sobre todo entre las parejas jóvenes, que se encuentran desorientadas ante sus hijos, para ellos el hecho de ser padres consiste en no hacerles sufrir». Y esto se pone de manifiesto hasta en las cosas más banales de la vida cotidiana, «como la mamá que acompaña hasta la clase al niño para que no tenga que llevar la mochila».
Pero «el problema de la educación son los adultos, no los hijos. Porque estos últimos sólo hacen lo que tienen que hacer, es decir, nos miran». ¿Y qué es lo que ven? «Hombres y mujeres asustados, aterrorizados ante la vida y ante el adolescente, que toma distancias frente a sus padres, justo lo contrario de lo que sería deseable. ¿Y qué hace la madre? Se inventa un perfil falso en Facebook para “tener amistad” y conseguir que su hijo le cuente lo que nunca le diría a sus padres». Es como decir: le tengo que controlar porque el mundo exterior es feo y malvado. Sin entender que «los miedos o las tristezas de los hijos son fruto de los miedos y tristezas de sus padres. “Papá, asegúrame que ha valido la pena venir al mundo”, nos están pidiendo continuamente, y es a este nivel donde los adultos tienen una incertidumbre radical». Es por tanto la relación entre los adultos lo que no se sostiene. «Aún más: la persona es frágil en su relación con la realidad, no está convencida de que la vida tenga un significado bueno».
Hay además otro aspecto que Nembrini señala como muy frecuente: «Hoy tendemos a mirar a nuestros hijos según un juicio de valor». Es decir: yo te quiero mucho, ¡pero cuánto te querría si te esforzases un poco más, como te dicen los profesores! Tú vales tanto como las notas que obtienes en clase, y «si dejas los estudios y te vas a trabajar como jardinero, será un fracaso». Y esto es un peso que aplasta a los chicos, pues «los hijos son muy sensibles: si se sienten mirados con amor, hasta encuentran la energía para estudiar más».
Ha empezado la cuenta atrás del Encuentro Mundial de las Familias. «Será una ocasión», afirma Nembrini. «Estoy muy sorprendido por cómo tanta gente, movimientos, parroquias, escuelas, incluso públicas, se están movilizando para acoger la invitación del Papa. Nunca había visto una espera tan sólida en el pueblo cristiano, y también en el que no lo es. Es como si estuviera diciendo: “En este momento tan caótico, vamos a ver qué nos dice el Papa”».