¿Has visto a Kony? ¿Y ahora, qué?

El manifiesto de los chicos de GS en Boston

Durante los días siguientes al boom de Kony 2012, los alumnos de la Cristo Rey High School y otras escuelas de Boston han sido testigos de una improvisada movilización provocada por un video “contagioso”. De un día para otro, se han difundido manifiestos, se han desarrollado discusiones en clase, se han enviado mails y en todas partes ha habido un gran movimiento en torno al lema "parar a Kony". Nos ha impresionado ver a nuestros compañeros de clase movilizarse por una causa justa, aunque estuviera al otro lado del mundo.
Sin embargo, hemos visto que el video de la campaña suscita la movilización de los jóvenes, pero no se esfuerza mucho en explicar verdaderamente la cuestión o por qué durante 26 años la opinión pública ha ignorado este problema. En reaqlidad, ahora nos damos cuenta de que Uganda existe, gracias a Facebook, a Twitter, a nuestros amigos, a los blogs y a otros medios que nos dicen que llaman nuestra atención. Después de profundizar sobre este tema, nos parece que responder con donaciones, con eventos y compartir el video en internet no es suficiente. Incluso aunque Kony fuera capturado, el daño causado a treinta mil niños es irreparable y ni siquiera nuestras mejores iniciativas bastarían para hacerles justicia. Tendremos que afrontar el problema de la educación, de cómo reconstruir las familias, los pueblos y la vida en Uganda, algo muy necesario para impedir nuevas atrocidades en el futuro…

Sin embargo, no es éste el mayor problema que tenemos que afrontar. Si empezamos por mirarnos a nosotros mismos, tendremos que admitir que Kony para nosotros es sólo la última noticia, de la cual podremos discutir en un blog, pero no «entender el sentido, juzgar, enfatizar o aprender de memoria» (Elie Wiesel, en el International Herald Tribune). Lo que nos preocupa es la opinión dominante y la abundante palabrería que nos hace olvidarnos de escuchar (y en consecuencia, reflexionar). Por eso, no cambia el modo en que afrontamos los temas de justicia social que nos tocan más de cerca, porque estos movimientos nos obligan a implicarnos de un modo pasivo, con iniciativas de flash-mob, donde tenemos poco que arriesgar. Las redes sociales hacen posible movimientos reales, como hemos visto en la primavera árabe y ahora en los Estados Unidos, pero no nos garantizan ser individuos apasionados, perseverantes ni profundamente implicados.

Si nuestra indiferencia hacia las numerosas tragedias que suceden en el mundo nos puede enseñar algo, es que continuamente somos bombardeados por la injusticia. Vivir inmersos en las injusticias cotidianas nos invita a la acción, o al menos al malestar, pero sobre todo alimenta nuestra indiferencia. Por este motivo, queremos aprovechar lo que ha sucedido para entender que “resolver” el problema no es el punto central de la cuestión. Como dice un amigo nuestro, «más que otra cosa esta situación me hace gritar “¿por qué?, ¿por qué existe un mal tan grande?"». Nos hace ser humildes y dar las gracias por haber experimentado que la vida tiene un valor y una dignidad, y que es acogida y amada. El amor que experimentamos hacia nosotros mismos nos empuja a amar a los niños de Uganda, a las víctimas de Kony. Sobre todo, pedimos tener siempre presente que el Infinito se ha hecho carne, habita entre nosotros, no ha resuelto nuestros problemas, no ha eliminado la violencia ni el mal, ni nos ha enseñado que la acción social sea la solución. Al contrario, Cristo vino para cumplir la promesa de que yo puedo relacionarme con el Misterio del universo de un modo concreto, en las alegrías y en las injusticias que experimento y combato cada día.

Por eso, invitamos a todos a conocer nuestra comunidad y a caminar con nosotros para aprender cómo construir la civilización del amor, tanto en la amistad como en un trabajo caritativo común aquí, en Boston. Sólo así podemos construir este nuevo mundo que la campaña Kony nos ha hecho desear.