La alternativa entre “vivir” y “aguantar”

Matteo Lessi

«Para juzgar lo sucedido desde el terremoto del 11 de marzo de hace un año y las huellas que ha dejado, hay que tener clara una cosa: la única diferencia con otros desastres naturales ha sido la cuestión nuclear. Terremotos con consecuencias como por ejemplo el tsunami son parte integrante de la historia de Japón».
Son palabras de Silvio Vita, director de la Escuela Italiana de Estudios sobre Asia Oriental en Kyoto, uno de los centros de estudio más importantes para todos aquellos que quieran conocer Asia. «Naturalmente, todo esto es una impresión mía, derivada de lo que veo y conozco desde mi punto de observación».

Profesor, ¿por qué es tan importante tener claro esto?
En la época actual, durante las dos o tres últimas generaciones, se han producido dos terremotos importantes. El primero en Kobe el 17 de enero de 1995: no tuvo las trágicas consecuencias ni implicaciones que el del año pasado, pero sí causó numerosas víctimas y daños materiales. Diecisiete años después, queda un recuerdo desagradable, pero es una herida completamente superada, incluso en sus huellas físicas. Ahora en Kobe no quedan signos del terremoto. Lo que se puede concluir tras comparar estos dos elementos es un fenómeno de arrogancia.

¿En qué sentido?
Los pueblos afectados por el tsunami del año pasado están llenos de inscripciones y lápidas donde se puede leer “no construir casas por debajo de una proporción determinada”; algunas de estas inscripciones son de hace 600 años. Lo que quiero decir, por tanto, es que habría bastado, como prevención, leer la memoria histórica. Por eso hablo de arrogancia. El Japón moderno se ha olvidado de su historia. La otra cuestión es que creo que la herida del 11 de marzo ya se ha metabolizado en gran parte.

¿Podríamos decir que esta última cuestión, definida por la pretensión de poder medir y controlar la realidad, es común a la cultura occidental?
Japón es parte integrante de la cultura global de la modernidad. Por tanto, la ilusión del control absoluto de la realidad es un aspecto que pertenece también a este país. Se retoma la discusión sobre el desastre nuclear, en particular sobre las responsabilidades y sobre el futuro de Japón. En esta cuestión, también está el tema de la crisis del mito de la seguridad de la técnica.

Esperando que no suceda nunca más, frente a un nuevo desastre, ¿el pueblo japonés volvería a reaccionar igual que hace un año?
No tienen más alternativa que la de soportarlo. No consigo imaginar una reacción distinta, conociendo a los japoneses. Este hecho, más que otros, particularmente a causa del tsunami, ha llevado a los medios y a la escena pública un mar de sentimientos, a través de las historias de sufrimiento y solidaridad que siguen apareciendo, estimulando así un debate sobre la fragilidad de la vida humana. Pero yo no esperaría en el futuro una actitud diferente respecto a los desastres naturales.

¿Pero no surgen preguntas sobre por qué les ha sucedido esto a los japoneses, sobre cómo poder soportarlo?
Esta discusión afecta al nivel identitario, al sentido de la sociedad japonesa. Dejando a un lado el populismo representado por el gobernador de Tokyo, Shintaro Ishihara, que definió el terremoto como un castigo del cielo. Este populismo tiene una importancia menor en el panorama mediático. Sin embargo, las consignas de la sociedad japonesa se resumen de este modo: «Estamos condenados a vivir en este lugar, siempre expuestos a esto, y nos esforzamos, tratamos de superarlo y debemos mantenernos unidos». En pocas palabras, el gran tema del debate público es el mantenerse unidos; otro verbo que se usa mucho es ganbaru, que significa "aguantar", ir más allá, no rendirse. La alternativa cultural a este verbo, por supuesto no mayoritaria, se representa con el verbo ikiru, que significa "vivir", no resignarse al victimismo, sino continuar la vida con todos los derechos que ésta comporta.