Un momento del Bautismo de Catherina.

Del Congo a Milán: una niña hace saltar todos los esquemas

Paola Bergamini

Catherina tiene hidrocefalia. Cuando llegó desde Kinshasa, pocos creían que pudiera mejorar. Pero en cien días ha conquistado a todo el personal sanitario de su planta y acaba de recibir el Bautismo, «porque la realidad es más grande que lo que tú piensas»

Cuando en agosto de 2011 Catherina, de seis meses de edad, llegó al departamento de neurocirugía del hospital de Niguarda, en Milán, la esperanza era mínima. Su cuadro clínico era muy grave: hidrocefalia y poco peso, apenas conseguía tomar 10 cc de leche a través de una sonda. Cualquiera podría pensar: «¿Vale la pena?». El domingo 12 de febrero Catherina recibió el Bautismo. «La realidad es mucho más grande que lo que tú puedas pensar, supera cualquier esquema preconcebido», cuenta Claudio Betto, jefe del departamento de neurocirugía que durante tres meses atendió a esta niña.

Pero la historia de Catherina comienza lejos de Italia, en el hospital pediátrico de Kimbondo, en la periferia de Kinshasa, en el Congo, gestionado por el padre Hugo Ríos Díaz. Nada más nacer, la madre, Annie, puso a su bebé en brazos de este misionero. No sabía cómo mantenerla, por eso la dejó, aunque volvió un mes después: quería estar con su niña. El padre Hugo le dijo: «Cuenta conmigo, tú cuidas de tu hija y me ayudas a criar a los demás niños enfermos que no tienen a nadie». Así fue durante cinco meses, luego la situación de Catherina empezó a agravarse. No podía seguir en el Congo. Gracias a la asociación Risvegli Onlus, que desde 2008 desarrolla un proyecto de colaboración con la Región de Lombardía para acoger a niños gravemente enfermos de la misión del padre Hugo, Catherina llegó a Italia.

En Milán la esperaba Laura Ossiri, con su marido Pietro, responsable de la asociación, que desde agosto se convirtieron en sus padres adoptivos italianos. «Estábamos saliendo de vacaciones cuando nos llegó la llamada del padre Hugo. El proyecto con la Región prevé siete intervenciones al año y Catherina era la séptima. Inmediatamente nos dimos cuenta de que la situación era complicada, así que la acogimos poniéndola en brazos de Otro. Catherina enseguida se mostró como una niña muy tenaz. Yo creo que esto es lo que vio en ella el padre Hugo, y que también lo ha visto el doctor Betto y todo el personal sanitario que la ha atendido». La realidad confiada a Otro abre un horizonte y te cambia. Las enfermeras y los médicos han tomado un gran afecto a esta pequeña con muchas ganas de vivir. Las primeras sonrisas, el movimiento de cabeza al oír cualquier ruido, el llanto por cualquier cosa que le moleste, todo eso son señales de su tenacidad. Durante los tres meses que ha estado ingresada, se ha generado un vínculo inesperado. De modo que cuando Laura propuso una recogida de fondos para garantizar un salario a Annie en el hospital de Kimbondo todos se sumaron. «He descubierto en mi departamento a personas verdaderamente excepcionales. Ha sido el modo concreto en que hemos podido pensar en el futuro de Catherina. Su madre tiene un gran valor para el padre Hugo y cuida de sus niños enfermos. Así, Annie recibirá un salario mensual de 80 dólares por un mínimo de tres años». Mientras espera el regreso de su pequeña.

A Catherina le queda aún un largo camino, tendrá que sufrir más operaciones. «Pero haberla tenido en el departamento durante estos cien días», concluye Betto, «me ha enseñado una vez más que al seguir la realidad das un paso adelante. Hace falta tener la paciencia de observar antes de juzgar». Porque la realidad siempre es más grande.