La ministra Elsa Fornero.

La bofetada del Gobierno a la Italia del non profit

Riccardo Bonacina*

Cuando en octubre de 2011 la revista Vita, junto a las organizaciones non profit de su comité editorial, decidió lanzar la campaña “Ricominciamo da noi” (Empecemos por nosotros), con eventos y contenidos editoriales que destacan el gran valor que muestra cotidianamente la sociedad civil, que poco o nada espera ya de una política muda, a excepción de la defensa de sus propios derechos. A finales de 2011 pensamos que ya se había agotado el catálogo de las peores noticias: aumento del 400% en las tarifas postales para el sector non profit, la subida de impuestos del 3% para la cooperación, el retraso ya estructural de tres años en el pago de las competencias del 5 por mil, la reducción de los fondos para la cooperación internacional de 732 a 86 millones, el recorte en las transferencias del Estado a entidades locales con el Fondo Nacional para Políticas Sociales (FNPS) que se ha reducido en tres años desde los 939,3 millones de 2008 a los 75,3 en 2011, la caída del 63% de los fondos nacionales sectoriales (infancia, servicio civil...) de la política social, la reducción en más del 400% de los recursos dedicados al servicio civil nacional.
Pero el inicio de 2012 tampoco nos ha ahorrado las malas noticias. El 29 de enero, con su proverbial enfoque apolítico, Elsa Fornero hizo esta declaración sobre la Agencia del Tercer Sector: «Hemos decidido cerrar esta agencia. Nos disgusta, pero era necesario hacerlo». Una bofetada en la cara a una Italia que genera sociedad y respuestas a necesidades cada vez más graves y urgentes, que se suma a la nada que el gobierno Monti ha generado en estos casi dos meses al frente de las políticas sociales. Como si no fuera suficiente, también tenemos que soportar las continuas manifestaciones de la subsecretaria de Bienestar, Maria Cecilia Guerra, que no deja de expresar su contrariedad ante el 5 por mil, demostrando así que no entiende la innovación que supone una medida de auténtica subsidiariedad fiscal que ha permitido que 15 millones de italianos tomaran decisiones personales y proactivas.
Parece, según las decisiones adoptadas hasta el momento, que este gobierno salta por encima del dato que hace nuestro teijdo social único en el mundo, su vivacidad y riqueza, su capacidad de generar lugares de solidaridad, gratuidad e innovación. En una coyuntura tan crítica y escasa de recursos públicos, es de locos o de ciegos no valorar y no liberar las energías de 16 millones de italianos que hacen donaciones más de una vez al año, de dos millones de personas que adoptan a distancia, de tres millones de voluntarios que entregan 700 millones de horas, que corresponden a casi 400.000 personas trabajando a jornada completa 48 semanas al año. La sociedad es la primera obra pública, hay que custodiarla y nutrirla, pero para eso es necesario reconocerla, darle libertad y favorecerla. Recordemos lo que decían los latinos: Ubi societas, ibi ius.
Sin esta conciencia no se puede ir a ninguna parte, porque la cohesión social, que no es fruto ni del Estado ni del mercado, no viene antes o después del desarrollo, sino que es su primer motor. El mercado vive de presupuestos que consume y no es capaz de ofrecer confianza y reciprocidad. Sin sociedad civil, el Estado se reduce a procedimientos y tecnocracia.
¿Lo entenderá el gobierno Monti y sus ministros? ¿Entenderán que la clausura anunciada de la Agencia del Tercer Sector simultánea al anuncia de una nueva agencia de transportes es una decisión improvisada y errada? Y los parlamentarios – me refiero sobre todo al benemérito Intergrupo para la Subsidiaridad, tan sensible a ciertos temas –, ¿se moverán o no?
* director editorial de Vita