Llevados a un territorio desconocido

Vacaciones CLU 2012
Alicia Saliva

¿Paraguay en enero?
“¿Alguna idea para las vacaciones de universitarios de este año?”. “Sí, podríamos pensar unos días junto a los paraguayos, en torno a las maravillosas reducciones jesuíticas que están cerca de Encarnación”. Nos lo sugirió Julián de la Morena a mediados de 2011. Paraguay en enero, ¿a quién se le ocurre? Se derriten hasta los mosquitos. Pero sería más necio no tomar en consideración semejante aventura, nos dijimos. Y así fue, comenzó la interminable serie de llamadas y mails para poner en pie una semana juntos, ciento treinta universitarios de Argentina y de Paraguay, en las vecindades de las Reducciones paraguayas.
La “previa” fue muy movida, ya se empezó a ver en los cuantiosos skypes un interesantísimo trabajo de ambos lados. Ser dos pueblos de Latinoamérica significa, nos dimos cuenta, tener diferentes formas de cantar, de jugar, de ordenar, de pensar el tiempo. Qué maravilla cuando esto nos hacía querer entender, esperar, preguntar por qué.

Territorios desconocidos
Llegamos a un predio lindísimo, el Hotel Parque Manantial, en la ciudad de Hohenau, una próspera colonia alemana a veinte kilómetros de Encarnación. Nos había costado mucho esfuerzo encontrar el lugar y vimos que valió la pena dar tantas vueltas porque todos, al bajar, ya predispusieron distinto sus corazones: un lugar arbolado, con una enorme pileta, un río cerca, un parque enorme para pasear y hacer juegos, el salón muy adecuado. Cuánto estamos hechos para la belleza, es ganancia dar nuestro tiempo para encontrarla y vivirla juntos porque nos alegramos con sólo verla.
A las 4 de la tarde del primer día entramos al salón con la quinta sinfonía de Beethoven. “¿Por qué estamos aquí? Don Giussani nos enseñó a enamorarnos del inicio de cada cosa, ahí está el secreto de toda aventura”. Así nos invitó Julián a no olvidar lo que nos había movido a salir de casa: una voz misteriosa, el deseo de que ocurra algo más interesante que lo que ya teníamos. ¿Qué era esto más interesante que nos había hecho salir de casa? “Que alguien nos mire con una simpatía incondicional, que seamos cada uno tan preferido”. Es decir que este lugar, esta gente, los juegos, los cantos, el orden, son el abrazo de un corazón que nos quiere.
Como primer momento en el que podíamos hacer experiencia de este ser tan queridos, quienes organizaron los juegos nos sorprendieron con personajes que se volverían familiares con el correr de los días: Ulises, Dante, el jesuita San Roque González y el cacique Arasunu Marangatu. Cada uno con su atuendo característico, guiaban a sus respectivos equipos. Nos propusieron emprender un viaje a las tierras de Yvy Maraney - la Tierra sin Mal. Los allí presentes desconocíamos esta Yvy Maraney, por eso para llegar a ella debíamos, como leyó el paje que nos introducía los juegos: "abrir los ojos, ensanchar el espíritu y suplicar a Dios Padre que nos guíe" ya que arribar a esta tierra era desde ese instante un viaje desde el corazón. El primer escalón fue, justamente, la construcción de un barco por grupos, y tirarlo al río a navegar acompañado por canciones guaraníes (¡que debían cantar los argentinos!).
Para quienes organizaron los juegos, prepararlos y proponerlos fue un viaje dentro de este otro viaje. Habían pensado muchos más de los que llegamos a hacer (y no era rápido preparar cada juego poniéndose de acuerdo entre ambos países). Como cuentan ellos mismos: “…los juegos fueron un paso a esta Tierra prometida, aun no habiendo salido todo como lo habíamos planeado. Y también porque, hablando con algunas personas, comprendí que podía ser yo misma sin restricciones, y que esa humanidad -que afloró sin límites en todas las vacaciones y concretamente en los juegos- no era la última palabra y podía mirarla sin miedo”.

Ulises, más allá de las columnas
Tanto en la introducción como en los juegos empezó a salir a la luz el porqué del título de estas vacaciones: “Llevados a un territorio desconocido”. La noche del primer día quisimos presentar al personaje que nos las haría entender mejor. Se trataba de Ulises, en especial el Ulises de los versos del Infierno de la Divina Comedia de Dante. Se hizo a través de un recorrido donde varias voces de universitarios introducían poco a poco en la importancia de este mito para la humanidad, retomado incansablemente por la literatura, la música, el cine. Entre otras expresiones, vimos fragmentos de la película Ulises (1954), se interpretaron canciones de U2 y de Serrat, se pudo escuchar el recitado que hace Benigni de este canto. Luego de darnos un pantallazo general los chicos se detuvieron en el particular significado que adquiere en los versos de Dante y en cómo nos ayuda a leerlo Don Giussani.
Ulises, nos contaban, vivía en el mundo que él conocía, el Mediterráneo. Y un día decidió aproximarse al límite, a las columnas de Hércules. En la antigüedad nadie sabía qué había más allá. Él, llevado por un deseo infinito de experimentar más, decidió atravesar esas columnas que no conocía. Arengó a sus amigos recordándoles especialmente su naturaleza: "no fuisteis hechos para vivir como brutos, sino para buscar virtud y conocimiento". Así, el viejo Ulises volvía a proponerse, aquí y ahora, para cada uno de nosotros. Hasta en cada almuerzo o cena, donde nos mezclábamos con los que no conocíamos, como primer signo de apertura. Así, pude escuchar a Antonella, que venía por primera vez: “no puedo creerlo, acá encuentro juntas palabras que por lo general están separadas: universidad y sentido religioso, fe y razón, estudio y amistad. Desde que llegué que me resuenan palabras como compañía y razón. Quiero ver cómo las viven, estoy muy intrigada”.
Abandonar nuestros “búnker” y ver la vida alrededor, como nos dijeron. A muchos nos pasó escuchando al día siguiente el testimonio de Victoria, de Argentina, que había estado durante tres meses como enfermera en la Clínica del Padre Aldo.

Hasta la última frazada
Felipe introdujo a Victoria: “En mi historia, la relación con Aldo ha significado un trabajo personal de mirarme primero a mí mismo, y darme cuenta de con cuánta ternura el Señor mira a este hombre. Independientemente de aquellas cosas que podrían detenernos en nuestros prejuicios, Aldo hace grandes cosas y permite tocar a otras personas a través de su rostro”.
Brevemente, Vicky nos describió la historia de la Clínica para luego centrarse en transmitirnos su experiencia durante esos días: “¿Qué significó para mí que se vuelva carne lo que Aldo decía? (….) Ver a Aldo arrodillarse delante de los pacientes… luego vas a tu habitación y no podés hacer como si nada….”. “Pero el mayor desafío fue decir: me quedaría el día entero escuchando a Aldo, pero quiero que se vuelva carne en mí. Comienza entonces un trabajo, que es una decisión de escuchar sus palabras, las propuestas, la misa, la comunión diaria, la fraternidad. Pero sobre todo el trabajo empezó al decirle sí a la realidad. Si no, es imposible que algo se vuelva experiencia. Doy un ejemplo: llegó a Chiquitunga Luciana, una nena de 12 años que había quedado embarazada después de haber sido secuestrada, torturada, violada. Entró en trabajo de parto así que me tocó dormir muchos días en el hospital con ella. Me acosté encima de cuatro frazadas que yo había llevado, sobre el suelo y al lado de la cama de Luciana. Me despierta y me dice: -Vicky, ese señor no tiene dónde dormir. Nosotras tenemos muchas frazadas, démosle una. Y así, una a una, me pidió las cuatro que yo había llevado. Cuando había dado la última, Luciana me ofreció su almohada, y comenzó a acariciarme la cabeza para que me durmiera”.
“Entendí algo de lo que puede significar que la realidad es dada. Para Luciana hasta la última frazada es un regalo. Y por lo tanto, si son dadas, podíamos compartirlas con cualquiera. Terminé la noche pidiendo poder tener su mirada. Al día siguiente, vi que ella esperaba todo el día que Aldo pasara a visitarla, cuando llegó lo tuvo abrazado durante cinco minutos. Viéndola, yo miraba especialmente su dependencia y me preguntaba: Padre mío, ¿yo te espero así, te abrazo así cuando te encuentro? Descubrí que diciendo que sí a la realidad, podía vivir cosas que, de otra manera, nunca hubiera entendido para mí. El verdadero territorio desconocido es reconocer que todo me es dado”.
Todavía con las palabras de Vicky resonando, esa misma noche fuimos objeto de otra gran pasión por nosotros: un grupo de chicos de Paraguay representó una obra de teatro de un autor paraguayo contemporáneo, Mario Halley Mora, Un traje para Jesús. Nos explicaron por qué habían elegido una obra que se estrenó en el año 1958: “Elegimos esta obra porque cada uno de los personajes representa una figura que nos obliga a asumir una postura ante el desafío de reconocer a Cristo como presencia en nuestra vida cotidiana. Ensayamos un mes entero con todo lo que eso implicaba (exámenes, final de clases, navidad, año nuevo, etc.). Nos reuníamos a la tarde en la parroquia del padre Aldo. Sofía y David, ambos nuevos en el CLU, acompañaron el proceso desde las entradas/salidas al escenario hasta el vestuario con todos sus detalles. Era impresionante ver cómo se movían estos dos, a pesar de las limitaciones tenían claro por qué lo hacían: aquello nuevo que habían encontrado hace poco (en la cara de sus amigos, en las escuelas) y no habían visto en otro lugar”.

Necesitamos una turbina
Al día siguiente y desde muy temprano, partimos para conocer la Represa Hidroeléctrica Yacyretá y las Reducciones de San Cosme y San Damián. Esta fue una salida que, personalmente, me permitió ser partícipe de toda la novedad del carisma. Yacyretá había ofrecido a los chicos de Paraguay un recorrido gratuito por la represa y tres ómnibus que también gratis nos llevarían y traerían. Pero el tercer colectivo no llegó nunca. Por eso, las 130 personas debimos dividirnos en dos autobuses. Claro, el viaje no fue cómodo, con unas cuantas personas de pie en cada colectivo y mucho, pero mucho, calor.
Una vez en el lugar, yo quedé simplemente impresionada por las dimensiones y la envergadura de esta obra y por la construcción que habían puesto en marcha ambos países.
A la tarde partimos hacia San Cosme y San Damián, incrementándose ya el cansancio del viaje. Muchos lo vivimos como una gran oportunidad, otra vez, de salir del búnker, como cuenta José: "yo estaba en el colectivo un poco preocupado por lo que no estaba saliendo bien, fijándome mucho en lo que faltaba. Yo era la cara visible de todas las decisiones de los responsables de las vacaciones. En un momento del viaje, un amigo me toca el brazo y me dice: -Mirá. Empezaba a aparecer, imponente después de las defensas, el río Paraná, azul e inmenso como un mar. Bellísimo. Era la ayuda justa que yo estaba necesitando, uno que me indicara lo que había que mirar ahora, lo que sucedía ahora".
Recorrimos las ruinas y al finalizar tuvimos la Misa en la capilla de las reducciones. En la homilía pudimos vivir un gran alivio, el de ser ayudados a ver qué había pasado. Había sucedido mucho más que el calor y la incomodidad. Julián nos contó lo que él había visto: "aprendí que para que la energía mecánica se transforme en energía eléctrica hace falta una turbina". Igual en nuestra vida, nuestra energía no se convierte en historia si no es a través de una turbina, el carisma que encontramos.
Además, las turbinas tienen una hélice que les permite aprovechar la caída de 15 metros actuales. La caída de Itaipú es más alta y por lo tanto las hélices de las turbinas son diferentes, produciendo 10 veces más que Yacyretá. Describe perfectamente que el método lo impone el objeto: ante ciertas circunstancias (como la altura de la caída del agua) hay un método que utilizar (que son las hélices y las turbinas adecuadas).
Que nos ayuden a mirar la realidad así, como signo, es lo que más necesitamos. Como dijo Elvio: “yo no había podido ver más que hormigón y columnas. El agua tiene esa energía, pero necesita una turbina para convertirse en energía, si no inunda todo. Me doy cuenta de lo mucho que necesito amigos así, que me ayuden a mirar de esta manera”. Salimos de allí distintos y nos subimos a los colectivos.
A la noche esta diferencia continuaba, en la guitarreada nocturna cada país ofrecía sus ritmos y bailes en una unidad deseada por todos. Y tuvimos ocasión de escuchar también a un cantautor, Héctor, con su Murguita de la vida, cuya letra ayudó a muchos a recordar, también dentro de esa fiesta, la dramaticidad de la que ninguno escapa: “los pensamientos profundos están inactivos… debería exprimir el jugo de las cosas, el jugo de la vida”. Todos escuchamos en un silencio bellísimo, y retomamos interiormente la presencia a la que se nos había estado invitando durante esos días en Encarnación, cuenta Matías.

Bellas aun siendo ruinas
El último día visitamos otras dos Reducciones, la de Trinidad y la de Jesús de Tavarangué, cuya Iglesia quedó inconclusa por la expulsión de los jesuitas. Hubiera sido una de las más grandes de la época, con una estructura de 70 m de largo y 24 m de ancho. Como fieles custodios de lo que ahí sucedió, están la pila bautismal, el púlpito, el altar. Allí hicimos la Asamblea y la Misa, rodeados por una increíble guarda tallada en la pared de ángeles músicos, cada uno con su instrumento. Con la última luz de la tarde que pasaba por entre las piedras, comenzó una Asamblea que los chicos introdujeron cantando L'uomo cattivo, Sapo cancionero y Jesu Dulcis Memoria de Tomás de Victoria.
“¿Qué ha ocurrido en estos días?”. Muchísimas manos se levantaron ni bien empezar, entre ellas tantas de los nuevos: “vine acá con un deseo, el de conocer al Padre Aldo, pero ni bien llegar ese deseo se amplió, escuché palabras que no me dicen en otro lugar”… “a mí me gustaría ser como estos hombres, los jesuitas, eran verdaderamente felices”… “en la alegría que vivimos está Cristo, ahí mismo, ¡está en el centro de lo que hacemos!”… “somos vigilantes del ahora, por eso nos interesan tanto los detalles”.
Ayudó mucho también la experiencia de olvido que contó uno de ellos: “…me sorprendí un instante viviendo de Cristo, pero inmediatamente después me olvido lo que me pasó”. Julián retomó qué puede significar que somos llevados a un territorio desconocido, a partir de esta dificultad: “Pero la sorpresa está en que te acordaste un minuto. Ya hay una victoria, se puede celebrar ese segundo, si ha ocurrido un segundo significa que pueden ocurrir muchos más segundos. La luz que estamos viendo ahora luego será oscuridad, pero no podemos decir que aquí no hubo luz. Fíjense en la canción del Sapo. Un sapo es un animal horrible, feo, en una laguna, tiene una voz ronca. El que la compuso convierte a un animal que daría asco en un príncipe. Al igual, la laguna fea es un espejo por la noche, se ve la luna. Así es con nosotros, Dios ha hecho nuestro corazón como un espejo del cielo. Uno puede ser un ‘olvidador’ de las cosas, pero mirar de nuevo al ideal lo recupera. Ese minuto es tu aliado, tus amigos pueden ayudarte con ese minuto. Ese minuto nos salva. Ese segundo nos hace hombres que tienen que ver con el infinito, las estrellas, con Cristo”.
Vigilar el instante, recordamos hoy todos después de estas vacaciones. Una atención que debe convertirse en petición, en grito, en espera del significado, para que cuando Él llega, "respetuoso", podamos verlo, desde cualquier atalaya.