Siria, última llamada

Centro Oasis
María Laura Conte y Martino Diez

Entrevista al P. Paolo Dall’Oglio. Desde el monasterio de San Moisés el Abisinio, 100 Km. al norte de Damasco, una mirada panorámica a la situación siria.

Desde las fronteras de Siria se filtran noticias fragmentadas y confusas. ¿Cómo describiría la situación actual del país en el cual vive desde hace treinta años? ¿En qué punto se encuentra el enfrentamiento?
Hago una premisa: aceptando conceder una entrevista, en cierta manera asumo una responsabilidad respecto al compromiso de no actuar políticamente para evitar mi expulsión. La renuncia a este silencio se debe a la gravedad de la situación, que obliga a hacer lo posible por la pacificación del país en el marco de la justicia. Cualquier cálculo de oportunidad personal estaría fuera de lugar. Además, en las últimas semanas, el Estado ha decidido dejar un mayor espacio a la libertad de información y, por lo tanto, considero mi intervención como una respuesta positiva a la apertura del gobierno. Espero que este gesto sea comprendido en su intención patriótica y solidaria, y apreciado como tal en el marco del crecimiento del país, a través de una mayor libertad de opinión.
La situación sigue siendo tensa y cargada de violencia. El territorio está dividido, como manchas de leopardo, entre zonas en las cuales predomina el movimiento de oposición, tanto pacífico como más o menos violento, y aquellas en las cuales el Estado mantiene el pleno control e incluso cuenta con un claro apoyo por parte de la población. Existen dos grandes islas, Damasco y Alepo, que siguen firmemente en manos del gobierno central, pero su extensión se va reduciendo día a día y la inseguridad también les afecta en profundidad.
La región montañosa entre el mar y el río Orontes, que corre de la Bekaa libanesa hasta Antioquía, está casi totalmente bajo control gubernamental. De hecho, los habitantes de esa región pertenecen principalmente a las minorías (en relación al conjunto del país) musulmanas, alauí e ismaelita, y cristianas, bizantina, tanto ortodoxa como católica, y maronita. Los sunnitas, mayoría en el país, son minoría en esta región. Estos últimos fueron de los primeros en sublevarse, seguramente esperando que hubiera una rápida insurrección general. Aquí la represión ha obtenido un éxito substancial. Por consiguiente, la eventualidad, que muchos preveían, de una división del país, en esta zona es realmente concreta. Esto dibujaría una Siria costera en la órbita iraní, junto al sur del Líbano de Hezbolá, que se contrapondría a una Siria interna sunnita, vinculada a Iraq central en el este y a la Beirut de Hariri en el oeste.
Este desastroso panorama no corresponde todavía a la realidad global del país. Existe un equilibrio de fuerzas. Si bien con dificultades, los servicios estatales esenciales funcionan. Gran parte de la población sigue siendo incapaz de tomar posición y de hecho permanece neutral. Por otro lado, prescindiendo de las pertenencias religiosas, todavía existe una gran adhesión popular al poder constituido, aunque se haya visto golpeada, entre otras cosas a causa del fuerte apego de los sirios a la unidad nacional y a que numerosas personas se niegan a dejarse reducir a la única referencia de identidad confesional. A pesar de esto, algunas áreas están en manos del “ejército libre”, aunque no osaría afirmar que sea de manera estable. En general, el clima político es confuso, la seguridad carente. Se conocen episodios de robo, vandalismo, sabotaje, atentados, secuestros, ajustes de cuentas, venganzas y asesinatos. La violencia no hace más que aumentar. Los simples delincuentes también se aprovechan de la situación. Asistimos con demasiada frecuencia a funerales de personas que han muerto en enfrentamientos violentos o atentados. Muchos quieren seguir esperando que la prometida reforma constitucional sea pronto una realidad y que la presidencia de Bashar el-Assad supere la crisis y obtenga una elección plebiscitaria para un nuevo mandato.

A propósito de posibles soluciones, en verano de 2011 usted expresaba el deseo de que naciese una forma de democracia consensuada, que supiera tener en cuenta la pluralidad de identidades presentes en el país. Sin embargo, parece que las cosas han ido en otra dirección y la situación se ha agravado. ¿Considera todavía aplicable aquella propuesta?
Paradójicamente, hoy creo en ello todavía más, porque la sensación, en los dos campos, es que se ha llegado a un punto muerto, incluso desde el punto de vista del equilibrio de las fuerzas. En estos meses, y por voluntad en cierto sentido “recíproca”, se ha impulsado decididamente la situación hacia la militarización del conflicto. Sin embargo, ahora se ve con claridad creciente que ninguna de las dos partes tiene los medios para aniquilar a la otra, por numerosos motivos, locales, nacionales e internacionales.

Usted habla de conflicto. ¿Usa la palabra en sentido metafórico o concreto?
En sentido muy concreto. Hoy hemos tenido noticia de un alto el fuego entre el ejército sirio regular y las fuerzas antigubernamentales, concordado en la ciudad de Zabadani, cerca del Líbano. Se trata de un escenario de guerra civil.

¿Esta situación no le recuerda peligrosamente la de Iraq? Aparte del hecho de que el movimiento no comenzó con una invasión militar extranjera, ¿no hay muchos rasgos en común?
Ciertamente hay rasgos en común y otras muchas diferencias. El fenómeno de los secuestros, por ejemplo, es extremamente preocupante. Si se sigue así, para la gente común será la ruina. Por lo que se refiere a la mayoría de la población cristiana, por una parte, tiene la sensación de que les arrolla un conflicto que en definitiva es entre musulmanes, y por otra, son muchos quienes se sienten completamente solidarios con la Siria de los Assad. Esta había asegurado un nivel de laicidad del Estado que por parte de la minoría cristiana se percibía como una ocasión de promoción; esto en el momento en el cual la mayoría sunnita lo percibía como el poder de una alianza de minorías. Sobre el terreno, un importante número de cristianos está con el gobierno. Muchos son funcionarios y empleados del Estado y otros participan en el conflicto como miembros del ejército, la policía y los servicios de seguridad. No pocos jóvenes se han ofrecido como voluntarios a las tropas comprometidas en la represión del “terrorismo”. También cabe señalar una presencia de cristianos en los movimientos de oposición, y naturalmente eligen los partidos menos caracterizados en el plano religioso. Sin embargo, como para Iraq, el sentimiento dominante es que una guerra civil generalizada sería infinitamente deletérea precisamente para los cristianos, que seguramente emigrarían en masa.

¿Existen posiciones distintas entre los cristianos?
Gran parte de las distintas autoridades eclesiásticas toman partido muy explícitamente a favor del gobierno. Pero esta posición tiende a dejar paso a una neutralidad más pronunciada. Se comprenden bien, como hemos dicho, las razones de quien teme el nacimiento de una república islámica sunnita. Sin embargo, otros insisten más bien en la posibilidad de que la revolución abra espacios a la democracia. De todos modos, es del todo erróneo dividir el campo simplemente entre democráticos y antidemocráticos, al igual que entre prorrégimen y antirrégimen. La realidad es más compleja. Hay muchos jóvenes, tanto cristianos como musulmanes, que luchan con todo su ser para favorecer el nacimiento de una democracia digna de este nombre en Siria. Algunos consideran que este objetivo se podría alcanzar mejor y de modo más seguro a través de la evolución del régimen actual. En cambio, otros, igualmente comprometidos por la democracia, aspiran al cambio en seguida, contra el actual establishment. Me di cuenta claramente de que las posiciones están muy estructuradas cuando se planteó la cuestión de mi expulsión. Seis mil seiscientos jóvenes se adhirieron a la página de Facebook «No a la expulsión del Padre Paolo». La oposición que se adhiere a los Comités de coordinación promovió un “Domingo del Padre Paolo” en el cual en varias manifestaciones en todo el país se expresa solidaridad para conmigo… ¡incluso por parte de grupos de mujeres musulmanas con el velo! Prescindiendo del uso político de la cuestión, es significativo que entre los jóvenes que me han defendido, todos comprometidos por la democracia, se contaban tanto quienes estaban a favor del gobierno como quienes apoyaban la revolución, y eran tanto musulmanes como cristianos.

Y a propósito del decreto de expulsión, ¿cuál es su situación?
Se trata de una vieja historia en la cual interaccionan cuestiones internas de la Iglesia local, con repercusiones políticas, y cuestiones directamente vinculadas a los veinte años de trabajo cultural para que afloren la sociedad civil, el diálogo interreligioso y el desarrollo democrático que han caracterizado nuestra acción en el lugar. Ya en febrero de 2010 se suprimió el Parque natural del Monasterio y se suspendieron todas las actividades, incluidos los congresos de diálogo interreligioso. En marzo, como se supo en el ámbito internacional e independientemente del movimiento de oposición en Siria, mi permiso de residencia fue bloqueado. En la práctica, si hubiese dejado Siria ya no habría podido volver. Más tarde, en noviembre, llegó el decreto de expulsión, que sin embargo no se aplicó y actualmente está congelado, entre otras cosas por el efecto de una vasta y multiforme movilización, sobre todo de jóvenes, en mi defensa. Dejando a un lado mi caso personal, esta historia evidencia la calidad de la sociedad siria que ha reaccionado en defensa de un símbolo de armonía interreligiosa y de reconciliación civil.
Siento el deber de proponer una intervención no violenta de pacificación, árabe e internacional, con participación de voluntarios locales. No entiendo, de hecho, por qué Gandhi no puede ser un motivo de inspiración para resolver el conflicto sirio actual. Pido que se forme un cuerpo de 50.000 “acompañantes” no violentos, desarmados, procedentes de todo el mundo. Digo “acompañantes” y no observadores porque en Siria a estos últimos muchas personas los perciben como las vanguardias de las invasiones armadas y como censores movidos por la enemistad. También la palabra “internacional” en Siria huele a complot y provoca reacciones negativas. Siria debería invitar ella misma, bajo propuesta de la ONU, a acompañantes exponentes de la Cruz y la Media Luna Rojas, scouts, personas del movimiento San Egidio, de la No Violente Peace Force, en definitiva, exponentes de la sociedad civil planetaria, con el fin de ayudar al desarrollo democrático de Siria. No se necesitan fuerzas armadas internacionales, que aquí son vistas como fuerzas de ocupación golpistas, movidas por un interés económico y estratégico. La policía del Estado puede y debe contrarrestar la violencia criminal, en cooperación con la población local y con el control de la prensa libre y de los “acompañantes”.
Lamentablemente, parece que la parte central del conjunto civil, capaz de negociar el desarrollo democrático, esté cada vez más absorbida por la polarización y la militarización del conflicto en curso. No es la primera vez que hago propuestas de este tipo. En 2001 sugerí crear un canal de salida de los combatientes árabes de Afganistán, gente a la cual durante décadas la habían enrolado, también los Estados Unidos, para ir a liberar Kabul y que de golpe se descubría que era hostil y terrorista. Pues bien, hoy se habla de negociaciones con los talibanes, ¡después de 10 años de guerra feroz, numerosos muertos e infinitos sufrimientos! En 2003, para Iraq, durante un ayuno público, habían declarado que no se podía callar porque el régimen de Saddam Hussein era intolerable, pero tampoco se podía elegir la opción de la guerra. Y ya se sabe lo que sucedió después.

Usted apoya, pues, la vía de las negociaciones. Sin embargo, en un documento que divulgó en Pascua de 2011 se lee que «los daños infligidos a la sociedad siria ya son irreparables». ¿Hoy no es decididamente demasiado tarde para negociar?
El pasaje que usted cita se refiere a la situación de Siria durante la primavera pasada, cuando todavía se barajaba la posibilidad de un camino reformista de gran alcance llevado a cabo por el presidente Bashar al-Assad. Esto, a causa de la violencia —decíamos— ya no era fácilmente realizable, y lo es todavía menos hoy, a causa de la radicalización de la confrontación. Se ha creado una cristalización de las partes en conflicto. La democratización del país implica hoy negociaciones entre los protagonistas del conflicto armado y, por tanto, necesita mediaciones eficaces, especialmente si se tiene en cuenta que las dificultades internas en Siria no se pueden separar de las tensiones regionales. La responsabilidad y la tarea de la presidencia siguen siendo grandes, porque está llamada a crear las condiciones para una transferencia gradual de poderes del viejo sistema de partido único al sistema plenamente democrático que elegirá la nación.
Sin embargo, no sería la primera vez que Siria vive una experiencia de pluralismo. Ya sucedió en los años cincuenta y fue un período muy inestable, que se cerró solo con la llegada al poder del partido Ba’ath. No creo que se pueda hacer una comparación con aquel período. En esa época Siria no sabía bien en qué campo situarse y oscilaba entre las democracias occidentales y la URSS, hasta que optó por un régimen de partido único. Además, en aquel tiempo, los Hermanos Musulmanes no habían elaborado culturalmente una perspectiva democrática, mientras que hoy es distinto.

Antes observaba que ninguna de las dos partes tiene hoy los instrumentos necesarios para prevalecer sobre la otra. Por tanto, ¿no queda sino esperar que una se agote?
Ninguna de las dos partes se agotarán, porque Siria hoy es el teatro de un vasto conflicto regional. Aquí se juega la tensión entre Estados Unidos y Rusia, Turquía e Irán, sunnitas y chiítas, concepción laica del Estado y visión religiosa de la sociedad y, en el ámbito interno, asistimos al surgimiento de especificidades geográficas que hasta ahora no habían encontrado una expresión adecuada… Todo esto significa que las posibilidades de alimentar el conflicto son casi infinitas. Pero la novedad no está aquí. Está en el deseo de emancipación de los jóvenes, que es un hecho nuevo inmenso, un elemento de desequilibrio en los equilibrios conflictivos tradicionales.

¿Qué hacen en su monasterio?
A lo largo de los difíciles meses transcurridos nos hemos preguntado continuamente cuál era nuestro deber. Nuestra condición monástica nos tensa como la cuerda de un arco entre la perspectiva escatológica que aconsejaría rezar más y hablar menos, comprometiéndonos en el crecimiento espiritual de las personas, y la encarnación en una historia que requiere valentía, incluso asumiendo la relatividad de nuestras posiciones, indicar perspectivas de “liberación” en el contexto concreto. Hemos elaborado documentos y los hemos divulgado en la red en varias lenguas; hemos hecho ocho días de ayuno por la reconciliación que han tenido un impacto que no ha dejado indiferente a los ambientes juveniles más avanzados; seguimos recibiendo a personas que desean confrontarse y encontrar en el monasterio el lugar del diálogo y de la maduración espiritual en relación a este tiempo trágico. Asimismo contamos con la producción de un queso de buena calidad para depender menos de la caridad internacional… Sobre todo vivimos día a día la angustia de este país tratando de transformarla en solidaridad y esperanza.
Quiero subrayar un signo positivo: hace algunos días, como decía en la premisa, el gobierno ha comenzado a permitir un acceso más amplio y pluralista a los periodistas extranjeros. Es un hecho crucial, que cambia también nuestra situación. La libertad de prensa representa una condición previa para la reconciliación a través de las negociaciones. La elección del Estado, si se confirma, podría evitar que la guerra se prolongara dramáticamente. La libertad de información reduce el número de muertos.

Muchos en Occidente consideran que Al-Jazira es una fuente informada sobre los hechos sirios. ¿Usted cómo la valora?
Es un canal televisivo de partido. Su acción ha contribuido al desencadenamiento de los movimientos revolucionarios del año pasado, y esto sin duda hay que reconocerlo. Fue un elemento extraordinario de ruptura del monopolio de la información por parte de los gobiernos totalitarios y un factor de cambio. Sin embargo, respecto a Siria, ha elegido la opción militar; milita contra el régimen de modo faccioso y, por tanto, la objetividad de la información sufre las consecuencias de ello. Asistimos a una guerra civil televisiva antes que en el campo de batalla. Tenemos ante nuestros ojos una riña entre los canales de TV que oponen realidades como Al-Jazira a los medios de comunicación que controla la clase dirigente, que también son hábiles a la hora de defender su causa. Estoy convencido de que asegurar una libertad de prensa generalizada favorecería una escucha de las buenas razones y, por consiguiente, ayudaría a la pacificación.

Usted hace referencia a este deseo generalizado de democracia y de participación de la sociedad civil, pero ¿dónde lo nota? ¿Cómo se expresa?
Exacto, no en los medios de comunicación, donde circulan las teorías de complot más disparatadas. Se habla de una gran alianza entre Estados Unidos, Israel, Al-Qaeda, salafistas, Hermanos Musulmanes, y Liga Árabe, que tiene como objetivo derrocar al último Estado árabe que todavía no ha capitulado frente al proyecto sionista y no ha renunciado a combatir el imperialismo... Es evidente que discutir a este nivel es difícil. Sin embargo, veo que la sociedad civil aflora en la vida de todos los días, lo veo en el amor de patria de todos aquellos que están dispuestos a pagar personalmente. Noto una extraordinaria maduración civil y moral en los jóvenes que se comprometen por el cambio.
La grave dificultad es que incluso sectores cultos y socialmente avanzados de la sociedad, también de los ambientes eclesiales, se dejan llevar por una lógica extremista y radical que se expresa en frases como: “¡Todo, pero nunca entregar el Estado a los Hermanos Musulmanes!”. Incluso algunos ceden a lógicas de genocidio, de manera que, si para salvar al país hay que matar a millones de personas, qué le vamos a hacer. La radicalización del lenguaje crea una espiral de violencia sin salida. No me hago ilusiones y no me desespero. Los violentos de hoy y sus hijos están llamados a ser los ciudadanos del mañana. Está claro que actuar inmediatamente para evitar lo peor es un deber de todos, global, por lo tanto, con mayor razón, mediterráneo e italiano.

¿Cuán importante ha sido el papel de los nuevos medios de comunicación?
Diría que ha sido fundamental. Sin los nuevos medios de comunicación la lógica de la represión habría podido actuar sin dificultades. No habría habido Primavera árabe, o por lo menos habría asumido formas muy distintas, “más clásicas”: concentración de los insurrectos en una región y su progresiva extensión, como sucedió en el pasado en Vietnam, Nicaragua, Kurdistán iraquí, etc. Sin el control internacional que permiten los nuevos medios de comunicación, habría habido masacres más graves todavía. La represión capilar es relativamente impotente, a causa de la presión internacional construida a partir del uso de nuevos medios de comunicación; de la maduración civil, especialmente juvenil, favorecida por las redes sociales; y también de la nueva militancia religiosa que se organiza en la red.

¿Cuántas armas hay por ahí, en Siria hoy?
Habría que saber cuántas había ya antes. En previsión de tiempos oscuros, cada uno trata de prepararse sus arsenales domésticos. Dicho esto, la frontera libanesa es un coladero, igual que Iraq (durante la guerra contra los aliados occidentales los combatientes islamistas sunnitas atravesaban con frecuencia la frontera siro-iraquí…), el contrabando con Turquía es próspero, los desiertos son difíciles de patrullar. Quienes quieren sostener desde el exterior a los grupos armados no son pocos y ya son eficaces.

Perdone si insistimos, pero ¿no cree que, lamentablemente, es más fácil armar a los contendientes que crear un espacio de diálogo?
Francamente, si estalla la guerra contra Irán, aquí las cosas se pueden mover muy, muy rápidamente, pero también muy trágicamente. Pienso que es preciso emprender negociaciones serias con Irán, que permitan al país acceder al estatus de potencia nuclear, con determinadas condiciones, para crear un equilibrio de disuasión en la lógica de la guerra fría, pero de modo mucho más concordado y limitado. India, Pakistán e Israel ya son nucleares. En cualquier caso, solo un desarme nuclear generalizado y planetario, garantizado por una verdadera autoridad mundial, haría que fueran injustificadas las aspiraciones iraníes. Vayamos pues a dialogar con Irán y a comprometernos por hacer de Siria un lugar de encuentro y de acuerdo entre sunnitas y chiítas. Esta áspera confrontación intercomunitaria se desarrolla en toda la región: en Bahrein, en Yemen, en Arabia Saudí, en Líbano, etc. Tratemos, por tanto, de expresar una gramática alternativa a la del “cuanto peor, mejor”.

¿Cuál es el punto desencadenante de estas revoluciones? ¿Por qué precisamente en 2011?
Para los tres países norteafricanos, Egipto, Libia y Túnez, el hecho de que fuera insoportable el paso generacional del poder de padre a hijo parece haber marcado el destino de esas dictaduras. Los pueblos ya no soportan la idea de que se les trate como una propiedad privada y un objeto de herencia. La oposición ya era muy fuerte. Al hecho de no soportar el presente, se ha añadido la crisis económica y diría también una verdadera maduración juvenil, a cuyo desarrollo —por otra parte— Europa ha contribuido y durante largo tiempo, a través de instituciones como la Fundación euromediterránea Anna Lindh y las distintas formas de cooperación internacional al desarrollo. Así se ha llegado al punto de ruptura después de que durante años los egipcios gritaran por las calles “kifâya”, el eslogan de la pre-revolución: ¡Basta!

¿Las negociaciones se pueden perseguir infinitamente?
¡Es preciso comenzar en seguida, porque el tiempo a disposición es poco!