«La muerte de esos cristianos me ha cambiado la vida»

Elena Fabrizi

Emmanuele estudia tercero de Literatura en Turín. Todos los días llega a su casa el periódico Avvenire. Un día, casi por casualidad, lo empieza a leer y se queda impactado y turbado por todo lo que está sucediendo en Nigeria: decenas de víctimas, atentados a las iglesias, reivindicaciones de los extremistas islámicos. El primer artículo le despierta un interés que le lleva a querer saber más, y busca otras noticias, otros periódicos. «A lo largo del día me venía a la cabeza constantemente esta gente… que ha muerto por Jesús», explica. «Me preguntaba: pero yo, ¿tengo algo tan querido como para afrontar una situación semejante, hasta el punto de estar dispuesto a morir por ello?».
Con el paso de los días, esta pregunta le cambia. Ya no está en la universidad como antes, lo mismo le sucede con sus amigos. Día tras día, va dejando de dar las cosas por supuestas. Hasta que una tarde le cuenta a algunos de sus amigos que ha puesto por escrito lo que le está sucediendo, y esas líneas terminan convirtiéndose en un manifiesto que distribuyen por toda la universidad. «Un ambiente que no resulta fácil, ideológicamente…», afirma. Sin embargo, algunos de sus compañeros le han buscado para darle las gracias.
Desde que abrió el periódico por primera vez hasta hoy, Emmanuele ha vivido cada jornada «con una espera que antes no tenía».

Una mirada que vence a la violencia
Nigeria es estos días escenario de continuos e injustificables actos de violencia contra los cristianos.
El día de Navidad, se produjeron tres atentados en tres lugares distintos (en la periferia de la capital, Abuja, y en las ciudades de Jos y Gadaka) contra los fieles que se habían reunido en la Iglesia para celebrar la misa, causando 49 muertos y muchísimos heridos.
El 5 de enero, un grupo de hombres armados irrumpió en una iglesia de Gombe, al noreste del país, matando a seis personas. Durante el velatorio de una de estas víctimas, un nuevo ataque provocó la muerte de otras 17 personas, además de un número indeterminado de heridos. Por último, el sábado por la mañana, un enésimo atentado contra una iglesia provocó la muerte de ocho personas.
Todos los atentados han sido reivindicados por el grupo extremista islámico Boko Haram, vinculado a Al-Qaeda, que ha declarado su deseo de expulsar a todos los cristianos de Nigeria.
El cardenal Okogie, arzobispo de Lagos, ha afirmado con valentía que los cristianos nigerianos, fortalecidos por el amor de Jesucristo, no responderán con violencia a la violencia, que el proyecto de Boko Haram está destinado a fracasar, y que en todo caso los cristianos en Nigeria, “como Jesús en la cruz”, están dispuestos a testimoniar su fe hasta la muerte y no temen las amenazas de los terroristas.
El martirio (de esto se trata) de los cristianos nigerianos nos lleva a todos, cristianos y no cristianos, a recordar a todos los que son perseguidos en el mundo, incluso sin que nosotros lo sepamos, injustamente por su fe. Estos hechos nos obligan a afirmar una vez más (o por vez primera) qué es lo que tenemos como más querido en nuestra vida, a preguntarnos si hay algo en nuestra existencia (una relación, una amistad, un ideal) capaz de aferrar de tal forma nuestra razón y nuestro afecto que estemos dispuestos a dar la vida por ello. Solo de este modo el sacrificio de las víctimas nigerianas puede dar fruto realmente.
Otro hecho que nos ha impactado profundamente ha sido la reacción de muchos fieles cristianos en Nigeria que, en vez de caer en el odio o en el deseo de venganza, han afirmado con decisión estar dispuestos a perdonar, y han reiterado que la convivencia pacífica entre cristianos y musulmanes es posible, y de hecho ya sucede. Precisamente en Nigeria, en las numerosas escuelas construidas por AVSI, una ONG vinculada a la experiencia católica de Comunión y Liberación, estudiantes católicos, musulmanes y animistas viven juntos pacíficamente, bajo la tutela de profesores católicos, cristianos pentecostales y musulmanes. Lo que permite esta unidad es una propuesta educativa concreta, que tiende a “mirar a las personas, colaboradores y alumnos (…), con la certeza de que tienen un valor y de que son un bien”.
Gracias a testimonios como estos nos damos cuenta de que verdaderamente el encuentro vivo con Jesús, experimentado a través de rostros humanos de esa compañía siempre nueva que es la Iglesia, hace posible mirar cada aspecto de la realidad con una mirada nueva, sin lamentos, llena de espera y de una certeza capaz de resistir incluso las bombas y la violencia. Solo una mirada así permite volver a empezar y construir.
Nos resulta imposible por tanto no pedir también para nosotros la posibilidad de encontrar una mirada así en nuestra vida.
Comunión y Liberación Universitarios – Turín