Wael Farouq durante el encuentro.

«Hemos probado el sabor de la libertad»

Wael Farouq clausuró el encuentro contando su experiencia durante la Primavera árabe: la sorpresa y el caos de la Plaza Tahrir, los riesgos y la certeza de que «este pueblo no quiere renunciar a lo que ha visto»
Alexi-Noelle O’Brien-Hosein

Wael Farouq, profesor de Estudios Islámicos en la Universidad Americana de El Cairo, participó en el encuentro final del New York Encounter, dedicado a la relación entre religión y libertad en la llamada Primavera árabe. Contó lo que vio en la plaza de Tahrir, «una novedad absoluta. Por primera vez surgió una comunidad de personas que creían en el bien. Y cuando ves que no estás solo, que formas parte de un pueblo, te das cuenta de que tienes fe y esperanza. Es algo que nunca había sucedido antes».

¿Qué fue lo primero que pensó cuando comenzaron los hechos de la plaza Tahrir?
Al principio no creía que llegaría a ser una revolución. Fue una sorpresa enorme. Dos semanas antes del 25 de enero, supe por muchos de mis alumnos que aquel día habría una gran marcha contra la represión policial, me dijeron que iría muchísima gente porque un montón de personas se habían adherido en Facebook confirmando su participación. Pero mi experiencia previa me decía que el mayor número de manifestantes que se darían en Egipto no superaría los 200. Así que el día de la revuelta no creí que realmente llegaría a suceder. Normalmente, yo participaba en este tipo de manifestaciones para afirmar desde un punto de vista moral mi desacuerdo con lo que estaba sucediendo. Pero cuando vi que miles de personas llegaban a la plaza decididas a protagonizar una marcha pacífica, me llevé una gran sorpresa. Para mí fue como si un mundo nuevo estuviera naciendo en aquel momento. En la historia de Egipto, nunca había sucedido nada parecido: ver toda esa conciencia y preocupación por la paz, sin rabia; estaba claro que no había rabia, era la expresión de un deseo de cambio, un deseo basado en la fe y en la esperanza, no en la rabia.

¿Puede explicar eso mejor? Mucha gente dice que las razones de la revuelta eran la injusticia social y económica.
Es cierto. Estas son las razones de la revuelta, pero estas situaciones se dan desde hace décadas. Durante los últimos treinta años hemos tenido las mismas dificultades económicas, los mismos abusos de poder, la misma dictadura, todas estas cosas. ¿Qué había generado el cambio en ese momento? ¿Por qué la gente salía a la plaza? ¿Por qué la gente tenía confianza? En mi opinión, porque estamos viviendo en un mundo nuevo. Por primera vez, esta gente tenía voz, tenía alguien que la escuchaba. En Internet puedes escribir un comentario y tener dos o tres mil respuestas. Y entonces entiendes que no estás solo. Por primera vez, surgía una comunidad de personas que creían en el bien, y cuando ves que no estás solo, que formas parte de un pueblo, te das cuenta de que tienes fe y esperanza. Nunca había sucedido antes, esa es la diferencia. La gente se puso en marcha de manera no ideológica, sin partido, sin liderazgo, solo guiada por valores en los que creía y por el deseo de libertad. Es algo totalmente nuevo. No había rabia. Mejor dicho, sí la había, igual que había una situación económica pésima, y todo lo demás, pero la novedad que hizo todo diferente era esta: que las personas se encontraban unas a otras, eran escuchadas, entendía que podían seguir su deseo de libertad, que no estaban solas.

La situación sobre el terreno era un caos. Sin embargo, usted dice que había una suerte de unidad presente. ¿Cómo era posible que en medio de aquel caos la gente pudiera creer que la realidad es algo “bueno”?
En primer lugar, los ultra pesimistas que hablaban del negro futuro de Egipto, de los islamistas y de todas estas cosas son los mismos que decían que la revolución era imposible, que nunca sucedería. Las personas que no creían que una revolución como esta podría tener lugar en Egipto son las mismas que ahora dicen que la revolución no llegará a ninguna parte. Lo que puedo decir yo es que ahora hay una realidad nueva que necesita un nuevo modo de mirar, pensar y juzgar las cosas. Los viejos criterios de juicios sobre lo que sucede, basados en a historia o en cosas similares, ya no funcionan porque está sucediendo algo nuevo. Durante 18 días, en la plaza hubo algo que hemos llamado “el estado de la plaza Tahrir”, donde a su nivel había todo lo necesario. Fue como vivir una utopía durante 18 días. La gente comía junta, no había partidos políticos, no había organizaciones, no había nada. Solo personas que trabajaban juntos, y cada uno hacía lo que podía por la comunidad, porque sabía que la comunidad lo protegía. Había limpieza, comida, asistencia, de todo. Todo ofrecido para la gente, por la gente, sin una organización secreta, sin un liderazgo, sin una ideología. Durante 18 días, la organización en la plaza fue perfecta. Creo que el peor enemigo del fundamentalismo y el extremismo es la libertad. El pueblo egipcio no va en dirección hacia la sumisión de dictadura alguna, ni la de las armas ni la del islamismo, porque ya ha probado el sabor de la libertad y no quiere renunciar a él. Algo nuevo está sucediendo, y debemos estar muy contentos, porque esta realidad está fundada sobre valores nobles y sobre el deseo fundamental del hombre de vivir estos valores en la realidad. Esto es algo positivo que cambiará la historia no sólo de Egipto, sino que creo que la del mundo entero.