Kaigi, el Meeting habla japonés

Los saludos, las danzas Gagaku, las canciones napolitanas... Y esa foto de don Giussani mostrada por el monje budista Habukawa. Comenzó así el congreso “Italia en Japón”, cinco días de diálogo con religiosos, estudiosos y expertos. Un diario de viaje.
Davide Perillo

Te das cuenta verdaderamente de lo que está sucediendo cuando ves a Shodo Habukawa, abad del monasterio budista de Muryokoin, que desenrolla un folio para mostrarlo al centenar de personas que hay en la sala. Es una foto de don Giussani: «Querría poder hablaros a cada uno de vosotros, uno por uno, de la belleza de esta amistad. Ahora no tenemos tiempo. Pero volveré sobre ello en los próximos días». Es sólo el principio. Es la tarde de la introducción y de los saludos en la Embajada italiana de Tokio. El verdadero trabajo empezó al día siguiente en el Instituto Italiano de Cultura. Le seguirán cuatro días intensos con visitas al Monte Koya - donde está el monasterio de Habukawa- y al templo zen de Eihei-ji. El tema: «Tradición y globalización: cristianismo y budismo frente a los desafíos de la modernidad». Una serie de encuentros nacidos de la amistad entre CL y los monjes de la escuela Shingon de Habukawa (que conoció a don Giussani hace 24 años y se hicieron tan amigos que quedó marcado para siempre por esta relación), con la aportación decisiva de la Embajada italiana local.
Al día siguiente, precisamente, se habló del Meeting y de Rímini y del sentido religioso. Intervinieron don Massimo Camisasca y Costantino Sposito. Además de otros estudiosos, italianos y japoneses. El congreso se abrió con el saludo de Vincenzo Petrone, embajador italiano en la capital japonesa y anfitrión. La velada, de hecho, fue en su casa, en esa residencia embellecida por un jardín nipón del siglo XVII. Palabras sinceras, de agradecimiento, la mitad de la intervención en italiano y la otra mitad en japonés para contar cómo nació el evento plasmado en una serie de iniciativas sobre la relación entre Italia y Japón que durarán aún algunos meses.
Después le toca a Emilia Guarnieri explicar la amistad del Meeting con los monjes de Habukawa, una relación que tiene "mucho de misterioso y mucho de casual, pero que es completamente providencial".
Habla, resumiendo (al día siguiente habrá tiempo para ir hasta el fondo), de las trece visitas de Habukawa y sus monjes a Rímini, de una amistad nacida del mismo don Giussani y centrada en la percepción intensa del Misterio: «Recuerdo la sorpresa y, en parte también, el embarazo de nuestros primeros encuentros, las ceremonias de acogida en el hotel, el intercambio de regalos. De ellos hemos aprendido a detenernos para gozar de la intensidad de las miradas recíprocas y a inclinarnos el uno frente a la grandeza y el misterio del otro. Nos encontramos, quizás por primera vez, una cultura profundamente diferente de la nuestra y tremendamente fascinante. Detenerse para acogerse era hacer memoria de lo que nos había puesto juntos y hecho amigos».
Después es el turno de Habukawa. Que habla de don Giussani como de un amigo «que nos ha enseñado siempre que el hombre busca el infinito». Lo muestra como se enseña una foto de alguien de la familia. Reenvía al trabajo de los días sucesivos. Y después se acomoda en el sofá a contemplar con los demás la exhibición de música y danzas Gagaku interpretadas por un grupo cercano al monasterio. Veinte minutos de belleza lejana (de nuestras categorías) e intensa.
También hay tiempo para el saludo del nuevo Nuncio apostólico, monseñor Joseph Chennoth, que acaba de llegar a Tokio hace apenas cuatro días y en su primerísima aparición oficial, está sorprendido por lo que ha encontrado allí y agradecido por cómo «Dios actúa siempre, en cada persona».
Después, mientras comienza un buffet muy italiano destinado a periodistas, intelectuales, diplomáticos y monjes, llega la última sorpresa: un concierto del maestro Aoki. Canciones napolitanas (con alguna variación de texto nipón) interpretadas como si él estuviera dentro de esa música tan querida para Giussani y Habukawa.
Imaginaos a un distinguido señor con los ojos achinados interpretando Santa Lucía o Era di maggio. Y además termina con aplausos, felicitaciones y saludos.
Después se citan para el día siguiente. Donde se hablará del sentido religioso, del corazón y la realidad. Temas que nos son ciertamente familiares. Pero impresiona verlos proponer de esta manera. Gracias a una amistad tan poderosa que también ha cautivado aquí.