Abdel-Fattah Hassan.

Un musulmán y el «punto luminoso» de don Gius

Luca Fiore

La presentación de Educar es un riesgo en árabe. Abdel-Fattah Hassan cuenta las sorpresas que ha tenido durante el trabajo de traducción.

«¿Mi autor italiano preferido? Ludovico Ariosto. Hice el doctorado sobre el Orlando Furioso, pero gracias a Dios no me volví loco …». Abdel-Fattah Hassan es egipcio y da clase de literatura italiana en la facultad de Lengua de la Universidad de El Cairo. Además, es una personalidad política, de 2005 a 2010 fue diputado independiente, con referencia a los Hermanos Musulmanes (que entonces no podían participar en las elecciones bajo ese nombre). Profesor, político y también imán, está en el Meeting para presentar su traducción al árabe de Educar es un riesgo, de Luigi Giussani.

Profesor, ¿cómo llega usted a traducir a don Giussani?
Hace mucho tiempo que traduzco libros del italiano. Empecé con obras dedicadas a la educación social y sanitaria para madres, de una colección de la editorial La Scuola, de Brescia. Hace poco traduje un texto de Michelangelo Jacobucci. Me interesan mucho este tipo de lecturas porque, por mi formación, el islam auténtico significa respetar al otro: convivencia, diálogo, pero conservando la propia identidad, cultura y tradición. Luego estuve en el Meeting Cairo...

¿Cómo le invitaron?
Me llamaron para traducir a Emilia Guarnieri en su intervención. Fue una sorpresa, porque había trabajado durante siete años con Wael Farouq en una escuela de árabe junto a los Padres Combonianos en El Cairo, luego nos separamos cuando entré en política. Después de seis o siete años, una señorita me llamó para pedirme una traducción simultánea y acepté. Era para el Meeting Cairo y me pidieron que me pusiera en contacto con el doctor Wael Farouq... Era él, nos volvimos a encontrar.

¿Y cómo conoce Educar es un riesgo?
Después del Meeting, me regalaron aquel libro de don Giussani. Al leerlo, no tuve la impresión de que lo hubiera escrito un sacerdote católico para un público italiano. De hecho, la crisis educativa de los jóvenes es de ámbito mundial. Educar a la generación venidera supone una grave responsabilidad. Al leer el libro, me dije: vale la pena traducirlo al árabe porque este mismo problema lo tenemos en Egipto, igual que en Italia o en Libia. Y fue así como pedí permiso para traducirlo.

¿Encontró alguna dificultad para la traducción?
La terminología es difícil. Es un librito de pocas páginas, pero ha sido un trabajo más complicado que muchos otros. El discurso de don Giussani es espiritual, filosófico, lleno de figuras retóricas.

¿Cuánto tiempo de trabajo?
Han sido casi siete meses de duro trabajo. Luego me invitaron a venir aquí, y aquí estoy, agradecido, para presentar el libro. Llamamos a la editorial y terminó la impresión dos días antes de nuestra llegada a Rimini.

Del lenguaje de Giussani, ¿qué le ha parecido lo más difícil de traducir al árabe?
El libro está lleno de términos particulares, cuando habla de autoridad y educación, y dice que la palabra “crítica” no tiene necesariamente un sentido negativo. Luego está la etimología: usa términos griegos, latinos... He tenido que recurrir a enciclopedias y diccionarios especialistas para hacer una traducción fiel y no traicionar al texto.

¿Qué es lo que más le ha impresionado del libro?
Muchas cosas. La apertura dialógica, la convivencia, la aceptación del otro, el destacar un solo punto luminoso en cada ser humano, sean cuales sean sus oscuridades. Pero sobre todo cuando habla del corazón como factor de nuestro juicio final. De hecho, debemos recurrir al corazón para decir lo que es justo o no, lo que es bello, justo, verdadero. El corazón es el mismo para los hombres de todos los continentes. Esto me ha impresionado: además, es un concepto común con el islam.

La idea de la educación como “riesgo”, ¿qué consecuencias podría tener aplicada al mundo musulmán?
También nosotros vivimos una crisis educativa. También nosotros tenemos un horizonte cerrado, necesitamos una educación en la apertura, en la aceptación del otro, en el respeto a los demás. Sobre todo después de la revolución del 25 de enero, nadie puede decir que sea el único en el mundo que posee la verdad. Eso es una estupidez, y de esto también habla don Giussani.

Es la primera vez que viene al Meeting, ¿cuál es su impresión?
Cuando salgo de mi ambiente habitual me siento extraño, como un pez fuera del agua. Desde hace más de veinte años soy imán, predico los viernes, vivo el islam como vosotros vivís el cristianismo: con amor y respeto recíproco. Todos somos hijos de Adán y Eva, más allá de las religiones, no somos dioses. Quien juzga es Dios. Nosotros debemos vivir la humanidad, la fraternidad humana. Pero al llegar al Meeting me he encontrado como en casa, en mi ambiente preferido, como uno de los lugares más queridos para mí, al igual que los de mi vida pasada, como la universidad o el servicio militar. Amo a la gente que se ama, se respeta y convive.