El tiempo de la persona

Los jóvenes y el corazón (3)
Luigi Giussani

«Yo no logro encontrar otro motivo de esperanza que no sea el multiplicarse de estas personas que sean una presencia». En diálogo con los dos artículos de José Luis Restán, publicados en Páginas Digital en estos días, proponemos algunos pasajes del libro de Giovanni Testori, “Il senso della nascita. Colloquio con don Luigi Giussani” (próxima publicación en Ediciones Encuentro), que Julián Carrón ha señalado en repetidas ocasiones como juicio pertinente al momento histórico actual

«Este es el tiempo del rescate de la conciencia personal. Es como si ya no pudiéramos hacer cruzadas o campañas sociales... Cruzadas programadas, grupos organizados. Un “movimiento” nace exactamente con el despertar de la persona. Es algo impresionante. Antes, lo comparaba a David contra Goliat. Precisamente la persona que, ante un engranaje aplastante, es lo más insignificante que exista, lo más ridículo, lo más desproporcionado y sin viso alguno de tener éxito, precisamente la persona es el punto de rescate. Y así, en mi opinión, nace el concepto de “movimiento”. Hoy, el mayor valor social para un contraataque es justamente que se produzca un “movimiento”, lo cual parece algo sin orden ni concierto, y nadie sabe cómo pueda acontecer. En efecto, su lugar de nacimiento es la partícula más inerme y desarmada que exista, es decir, la persona».
«Sólo lo concreto puede amenazar el dominio de lo abstracto. Y lo concreto es una presencia distinta. Una presencia distinta se expresa en palabras que dejan entrever una continuidad; en palabras que no “definen”, quiero decir, que no hacen como este mundo que pretende definirlo todo, y así cierra todo en un sepulcro, acaba con todo. Por lo tanto, deben ser palabras que expresan un contenido vivo, es decir, una presencia. Yo no logro encontrar otro motivo de esperanza que no sea el multiplicarse de estas personas que sean una presencia.
El multiplicarse de estas personas, y una inevitable simpatía o, estaría a punto de decir una palabra brutal, una “sindicalidad” nueva entre estas personas, tal como la expresa el término que utilizamos nosotros: un reconocimiento. Al margen de esto, la trayectoria [de un cambio social] es tan pobre, lo humano tan apartado, que es como si los mendigos de una ciudad tuviesen que combatir contra un poder que reina incontestado, sin que nadie le oponga resistencia. Hay que tener el coraje de asumir la verdad de nosotros mismos. El discreto coraje de la verdad de uno mismo. (…) En este sentido, yo le digo a todo el mundo que lo primero que hay que hacer es lo que parece lo más lejano: pedir. Les cito siempre el Innombrable, en Los novios de Manzoni: “Dios, si existes, ¡revélate a mí!”».
«No hay otra solución, sino el multiplicarse de estas presencias. Dice la Biblia: “cada hombre es responsable de sus hermanos”; alguien que tiene fe, aunque sea de manera implícita, no puede no conservar la confianza en lo humano y, por lo tanto, preocuparse de los que le rodean y convertirse en una presencia para cualquiera que tenga al lado. Empezando por el marido o la mujer, los hijos, los compañeros de clase, la universidad o el trabajo. Si esto se produce, es imposible que estas personas no se reconozcan entre ellas, no establezcan un vínculo de solidaridad, no sientan, como apuntaba antes, la necesidad de una suerte de “unión sindical”. Al multiplicarse estos átomos, surge un movimiento. Entonces, un movimiento se opone al engranaje de cualquier poder».
«Aun así, en mi opinión, esto es lo fundamental para un contraataque en la sociedad actual: el rescate de esa verdad que tiene lugar en cada persona, en mi mismo “yo”; que cada persona tenga el coraje de recobrar su verdadero ser, tomando conciencia de sí misma. (…) Y, además, que no rechace la solidaridad con los demás que tienen la misma suerte, la misma gracia, esto es, que no rechace formar parte de ese movimiento que el Misterio divino promueve en el mundo».

Lee los artículos de José Luis Restán en Páginas Digital:
Los jóvenes y el corazón (1)
Los jóvenes y el corazón (2)