La presentación del Meeting en la ONU.

La ONU de la cultura

Pietro Alfieri

El Meeting de Rimini llegó al pasado jueves a la ONU, se presentó en la sala de conferencias número seis de las Naciones Unidas. Tres personas, muy diferentes entre sí, se dieron cita en un lugar en el que los pueblos y las culturas se encuentran continuamente: un jurista hebreo, Joseph Weiler; un profesor egipcio de tradición musulmana, Wael Farouq; y una maestra italiana, Emilia Guarnieri. Hablaron de su amistad delante de un centenar de personas, entre las que había delegados, observadores y funcionarios de la ONU, aparte de otras personalidades del mundo americano. Una amistad que no se basa en una teoría sobre el diálogo o sobre el compromiso, sino sobre la propia experiencia.
Roberto Fontolan se preguntaba en Il Sussidiario: «¿Quién tendrá la energía necesaria para hacer que algo se mueva en el gigante inerte del Palacio de Cristal?». Respuesta: los hechos. «Así fue la historia de los trabajadores de Danzica, o de la plaza Tahrir en El Cairo. Así es la historia del Meeting de Rimini que se presenta en el Palacio de la ONU. Un pequeño hecho frente al inmenso edificio y sus defectos –lo sabemos, no nos falta el sentido de la proporción. Quién sabe». Y “experiencia” fue la palabra que más se oyó durante el encuentro. Empezando por el video en que los voluntarios mostraban su alegría por construir el Meeting, o los invitados que testimoniaban cómo «se vive esta amistad» allí. El Meeting es algo verdadero, algo que puede interesar también a la ONU, como dijo Weiler, que llevaba en la kippah un broche verde, blanco y rojo en honor a este evento italiano: «El Meeting es un fenómeno que nace de una experiencia similar a la de la ONU o a la de la política internacional, pero no es una organización política, ni un lobby. Es una experiencia humana, es la realización a nivel privado del mayor y más profundo ideal de las Naciones Unidas. Es la ONU de la cultura».
Con Wael Farouq se abrió una ventana hacia Egipto. Farouq es vicepresidente del Meeting Cairo, un hecho que sigue dando que hablar meses después de su celebración. Él indicó cuál es el camino del verdadero diálogo: «El grupo del Meeting Cairo se comprometió con la realidad egipcia. Después del atentado en la iglesia de Alejandría, tomamos las armas de la belleza y del arte para hacer frente a la violencia. Cuando empezó la revolución, el grupo del Meeting Cairo estuvo en primera línea y participó en todas las manifestaciones. Tal vez, la mayor iniciativa después de las protestas ha sido la conferencia que el pasado 7 de mayo reunió a cinco mil personas dispuestas a construir un frente liberal para garantizar la civilización de Egipto y una coordinación entre los partidos liberales y los poderes políticos de cara a las inminentes elecciones presidenciales».
Una iniciativa que nace del espíritu del Meeting. «Lo que este grupo ha puesto en marcha, la razón de su existencia misma, no es otra cosa que el resultado de la experiencia que vivimos en Rimini», afirmó Farouq. «Una experiencia de liberación respecto a los estereotipos y prejuicios. Descubrimos y recuperamos la fe en nuestra capacidad de construir y de cambiar. El verdadero diálogo sólo puede ser una experiencia común, no se puede vivir sin el otro. La diferencia es la base del conocimiento y del diálogo, eliminar la diferencia para dialogar con el otro no es menos aberrante que eliminar al otro por su diferencia». Al terminar su intervención, Farouq dirigió la mirada a sus amigos del Meeting y, emocionado, les dijo: «Bless you, peacemaker» (“Que Dios os bendiga, constructores de la paz”).
Weiler tenía razón. Lo que se presentó en la ONU no era una organización, ni una ONG, sino hombres convencidos de que pueden confiar en otros hombres. «Para presentar el Meeting, decimos que invertimos en el corazón del hombre», explicó Emilia Guarnieri: «“No debemos tener miedo del hombre”, dijo Juan Pablo II a la ONU en 1995. Justo antes, en aquel discurso, había invitado a hacer “un esfuerzo común para construir la civilización del amor”, subrayando que “el alma de la civilización del amor es la cultura de la libertad”. Fue precisamente Juan Pablo II el que usó esas mismas palabras en su visita al Meeting en 1982: “Construid la civilización de la verdad y del amor”. No creo que todo esto sea casual». El Meeting es sin duda una realidad pequeña, pero «también nos sentimos descritos por esta tarea de construir la civilización del amor, justamente porque nos sentimos definidos por esa confianza en el hombre, que no se identifica con el optimismo irracional de quien no toma en consideración la violencia, las guerras, el mal que está a nuestro alrededor y dentro de nosotros mismos. Pero en la vida cotidiana, como en estos treinta años de Meeting, hemos visto muchos ejemplos de belleza, de solidaridad, de grandeza, de esperanza, de construcción, de trabajo».
Por iniciativa de los hombres. Así nació el Meeting, y así continúa hoy, incluso en la ONU, apostándolo todo por el hombre, por su corazón y su experiencia de vida. En Rimini existe un lugar de libertad, en el que es posible confrontarse, mirar con seriedad al prójimo y aprender cada vez más de nosotros mismos y de los demás.