Celebraciones tras la captura de Laurent Gbagbo.

Los signos de la recuperación

Pietro Bongiolatti

Ni siquiera ha bastado que él mismo lo pidiera. Sus fieles no han abandonado las armas después de su discurso, que les invitaba a rendirse. Los milicianos del presidente despuesto, Laurent Gbagbo, han ignorado las palabras de su líder y se han hecho con el control parcial de Yopougon, un barrio de la capital económica, Abiyán. De modo que en Costa de Marfil siguen los disparos y las muertes. El pasado 11 de abril, después de cuatro meses de guerra civil, el presidente reconocido por la comunidad internacional, Alassane Ouattara, anunció que el líder de los rebeldes, Gbagbo, había sido capturado. Desde aquel día muchas cosas han cambiado, empezando por el fin del embargo, que trataba de sofocar a los rebeldes pero asfixiaba también a todo el país. La vida cotidiana vuelve a comenzar, poco a poco. Estos días, los bancos están retomando su actividad, los colegios lo harán en breve y la toma de posesión del nuevo gobierno está prevista para el 21 de mayo. Sin embargo, perduran aún graves signos de inestabilidad: los golpes de artillería de los Jóvenes Patriotas, los carros armados franceses de ayuda a las fuerzas republicanas (el nuevo ejército regular); y las dificultades del gobierno de Ouattara. Hace apenas unos días, un general que siempre fue fiel al nuevo presidente ha sido asesinado en un enfrentamiento entre facciones internas.
«La situación no se ha normalizado; pero se ha comenzado un camino de normalización». Carlo Maria Zorzi, responsable de AVSI en Costa de Marfil, hace un primer “balance” de la guerra. La situación es dura, «casi como cuando llegamos aquí, hace tres años. El cuarenta por ciento de nuestro personal y de nuestros beneficiarios huyeron entre finales de marzo y primeros de abril, cuando se produjeron en Abiyán las matanzas étnicas. La gente pensaba en la Ruanda de 1994 y regresó a sus lugares de origen, donde se sentían más protegidos por la pertenencia étnica común». Estos trágicos presagios no se cumplieron, pero las consecuencias de la guerra se han hecho notar. Sin embargo, él no se da por vencido: «Tenemos elementos desde los que partir para volver a empezar, sólo se trata de ver cómo hacerlo».
Hasta hoy, sólo la sede de AVSI en Yopougon, el bario fiel a Gbagbo donde la situación sigue siendo tensa, sigue cerrada; en las demás han empezado a buscar a los niños que atendían antes, a los que se quedaron y a los que huyeron. «Un hecho que nos llena de esperanza es que muchos de ellos vinieron antes a buscarnos a nosotros, en cuanto pudieron. No sólo es un signo de recuperación, sino de esperanza», afirna Zorzi. Una preciosa diferencia respecto a 2008, cuando llegaron, cuando no había nada. «No dejaremos a ninguno por el camino. La gente quiere volver a trabajar y ése es el signo más importante».
Como Jacques Anozoua, jefe de reparto de Nestlé en Abiyán, que estos días ha vuelto a la fábrica para comprobar que se daban las condiciones necesarias para retomar la producción. Es optimista: «creo que empezaremos enseguida». Él, como tantos otros, durante los enfrentamientos se refugió en Ghana, con su familia, «pero ahora todos, incluso los que huyeron a los pueblos, están regresando».
Queda una incógnita, la política que llevará a cabo el nuevo presidente. «La única posibilidad es que tome una decisión firme a favor de la pacificación», dice Jacques. Quizás sea ya un signo de ello la decisión, tomada en las últimas horas, de crear una Comisión para la Reconciliación presidida por el ex primer ministro Charles Konan Banny, que investigará las acusaciones de atrocidades cometidas contra los civiles de ambas partes durante el conflicto. Así lo ha anunciado Ouattara, diciendo que quiere seguir «el modelo de Suráfrica».