Es posible vivir como Jesús

Ignasi Lisicic y Mar Lopategui

El Via Crucis tradicionalmente organizado por Comunión y Liberación el Viernes de Dolores recorrió por noveno año consecutivo las calles de Barcelona el pasado 15 de abril. En el corazón de una ciudad fuertemente secularizada, que últimamente se ha visto sorprendida por varios actos de agresión anticristiana (intento de cierre de capillas universitarias, quema de la puerta de la parroquia de Sarriá por quinta vez), por el incendio de la cripta de la Sagrada Familia y la animadversión de algunos medios de comunicación, la belleza de este gesto, que congregó a cerca de 150 personas, llamó la atención de propios y extraños.
El punto de partida fue la Iglesia del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau: un lugar construido para abrazar el dolor, la enfermedad y la muerte. Proyectado por el insigne arquitecto catalán Lluís Domènech i Montaner, está considerado como el edificio civil más relevante del modernismo catalán. Presidido por Mossèn José Fernando Campoverde, el Via Crucis recorrió toda la avenida de Gaudí, para concluir frente a la fachada de la Pasión de la basílica de la Sagrada Familia.
Desde el primer momento, la propuesta fue clara: “No se trata de seguir un pensamiento, sino de entrar en un acontecimiento”. Y acto seguido, todo el pueblo invocó Exaudi Domine, de Lorenzo Perosi. El camino de la cruz, dividido en cuatro estaciones, fue acompañado por la lectura de la Pasión según san Juan, textos de Charles Péguy (El Misterio de la caridad de Juana de Arco) y meditaciones de don Luigi Giussani. Crux fidelis, entonado por la asamblea en cada estación, dejaba cada vez paso a otros cantos de la tradición catalana, española y europea, cantos del pueblo alternados con un coro vibrante de intensidad y belleza.
El ruido de los coches, los transeúntes, los clientes de las terrazas que jalonaban la avenida de Gaudí y las propias preocupaciones conseguían distraer de vez en cuando a los participantes. Pero una y otra vez la cruz que seguían volvía a marcar el camino. Varios viandantes se acercaron a preguntar qué ocurría, algunos se añadieron, incluso algunos vecinos salieron a los balcones con sus cámaras para tomar instantáneas, y otros salieron de comercios y bares para observar respetuosamente. Un intento de mofa por parte de algunos jóvenes quedó ensombrecido con el silencio de la procesión. No fueron pocos los que preguntaron quién organizaba aquel acto, admirados por la presencia de tantos jóvenes.
El acto finalizó a los pies de la impresionante fachada de la Pasión de la Sagrada Familia con la aclamación Victòria! Tu regnaràs. Gaudí, su genial arquitecto, “abriendo su espíritu a Dios ha sido capaz de crear en esta ciudad un espacio de belleza, de fe y de esperanza, que lleva al hombre al encuentro con quien es la Verdad y la Belleza misma” –había señalado recientemente Benedicto XVI al consagrar esta basílica–. También este viernes de Dolores, con gestos, lecturas, silencio y cantos, la victoria de Aquel que se dirige al patíbulo vencido, fracasado para abrazar nuestra humanidad traspasada por el dolor, el límite y el mal, se ha manifestado humildemente como una presencia que se puede encontrar por las calles de Barcelona.