Una mujer en Abiyán.

«Falta todo, menos las ganas de volver a vivir»

Linda Stroppa

El drama de trescientos mil desplazados. Un país por reconstruir «sin ceder al chantaje de la violencia»

Con voz firme, el presidente de Costa de Marfil reconocido por la comunidad internacional, Alassene Ouattara, ha pronunciado en televisión su primer discurso a la nación desde que comenzó la crisis post-electoral que ha dividido en dos al país. Ha lanzado un llamamiento a toda la población para que sea posible «alcanzar un acuerdo de paz». Ha hablado de perdón, de solidaridad y de colaboración. Y ha suavizado el toque de queda, retrasando el horario de las 12 a las 18 horas. «Pero aquí nadie sale de casa», explica Carlo Maria Zorzi, responsable de AVSI en Abiyán, que en este momento se encuentra en la base militar de la ONU. «La gente todavía tiene miedo, por la calle no se ve ni una mosca». Una calma terrible. El silencio de quien «se esconde debajo de la cama» para no oír los disparos. «Pero el discurso de Ouattara ha infundido un poco de coraje. “La vida debe volver a comenzar”, ha dicho, y ha pedido ayuda a la Unión Europea para que la economía del país se pueda reactivar. Sin embargo, el verdadero problema no es el embargo que desde hace un mes bloquea las exportaciones. Toda la culpa es de la guerra que enfrenta a estos dos ejércitos. Nadie va a trabajar, los bancos no abren desde hace dos meses y los pocos negocios que tenían provisiones han sido asaltados».
La vida se ha hecho muy precaria: faltan alimentos, agua, electricidad, y sobre todo faltan medicinas. «La ayuda de emergencia ha quedado bloqueada», explica Zorzi. «No hay médicos ni enfermeros. Los enfermos están encerrados en sus casas y no pueden recibir ni los más mínimos cuidados. Mientras tanto, paradójicamente, los pacientes que han recibido el alta en los hospitales no se atreven a volver a sus casas». En Abiyán se vive con mucho miedo. «Aquí se vive un inmovilismo total».
Los que no se detienen son AVSI y Cáritas, que han abierto algunos campos de acogida para los desplazados. «Aquí damos asistencia a los enfermos y heridos y, en la medida de lo posible, les damos algo de comer». Desde que comenzó la guerra “de los dos ejércitos” ha habido cerca de cien mil refugiados y trescientos mil desplazados. Son demasiados. «Tras las primeras semanas de combate, casi ochenta mil personas huyeron a Liberia, otros prefirieron volver a sus lugares de origen o refugiarse en casas de amigos y familiares en otras regiones del país. Lo importante era huir de Abiyán».
Algunos no dudan en evocar el escenario de 1994 en Ruanda, pero la gente no quiere ceder al chantaje de la guerra civil. «Es un pueblo muy valiente. Aunque se ha producido algún episodio de violencia interna (el asalto a una mezquita y algunos imanes heridos), los costamarfileños no han respondido, siempre han aguantado pacientemente». Porque desean un cambio real. Por eso dan su confianza a Ouattara: no saben qué sucederá, «pero quieren volver a vivir».