El fuego y el silencio de la plaza Tahrir

Alessandra Stoppa

Mientras Libia ocupa el espacio informativo, en El Cairo estallan nuevos enfrentamientos. El obispo auxiliar de Alejandría explica por qué los jóvenes cristianos siguen en la plaza y describe algunas “señales” del nuevo Gobierno

Tras la Primavera de la Plaza Tahrir, Egipto parecía haber quedado en silencio. En los periódicos, Libia ocupa todas las páginas. Ahora las noticias que llegan de El Cairo se deben al estallido de nuevos conflictos: aparte de algunos enfrentamientos entre distintas facciones tras la era Mubarak, los más graves han surgido entre cristianos y musulmanes después de que una iglesia ortodoxa haya sido incendiada en un pueblo situado cien kilómetros al sur de la capital.
Las noticias oficiales hablan de una venganza. Una pelea religiosa y familiar por una historia de amor entre un mercader cristiano y una chica musulmana. Un primo de la chica se sintió ofendido porque el padre de ella no había prohibido la relación y el resultado ha sido un enfrentamiento y dos muertos. Después de los funerales la rabia explotó contra la iglesia.
“En este pueblo hay 7.000 cristianos y 45.000 musulmanes”, explica el obispo auxiliar del Patriarcado de Alejandría para los coptos, monseñor Boutros Fahim Awad Hanna. “La minoría cristiana presentó el caso directamente al jefe del ejército, que realizó las investigaciones necesarias y decidió inmediatamente que la iglesia sería reconstruida en el mismo lugar”. Pero cuando el ejército se desplazó hasta allí, los musulmanes habían ocupado la zona y encontraron un cartel que decía: aquí se construirá una mezquita. “Esto ha hecho mucho daño a los cristianos, sobre todo a los jóvenes, a los que ocuparon las plazas de El Cairo y otras zonas de el país”. En la capital las manifestaciones dieron paso a los enfrentamientos y éstos causaron 13 muertos –todos coptos- y más de 140 heridos. Parece que los incidentes se deben al ataque de un grupo de islamistas radicales salafitas, pero hay quien detrás de esta nueva ola de violencia ve una “dirección” contrarrevolucionaria que quiere desestabilizar el país y obstaculizar la transición democrática.
El hecho es que las tensiones –instrumentalizadas o no- se dan entre musulmanes y cristianos. Sin embargo, en la “revolución de enero” les habíamos visto unidos, protegiéndose unos a otros durante los días en que la guerrilla preparaba la caída del rais. “Es innegable, hemos visto hechos que hablan de unidad”, continúa monseñor Boutros Awad, “pero eran expresiones de un cierto tipo de nacionalismo, eran en gran parte reacciones momentáneas. Ésta es la cuestión: no se han dado verdaderos pasos de unidad. Mejor dicho, no se ha profundizado, no en todas partes”.
Pero nos llega una señal de consuelo del nuevo Gobierno. En cuanto se conocieron los hechos violentos que se habían producido, el nuevo primer ministro, Essam Sharaf, convocó a una representación de cristianos, coptos ortodoxos. “Todavía no había jurado su cargo en el ejército, pero quiso reunirse con ellos para decirles que la primera cuestión que abordará serán los problemas que sufren como minoría. Es un hecho positivo. Este gesto del jefe del Gobierno es un buen augurio”. Ya fue ministro en un Gobierno anterior, pero sólo durante un año, luego dimitió. “El suyo fue precisamente uno de los nombres sugeridos al ejército desde la plaza”.