Por qué uno no basta

Paola Bergamini

Una sentencia del Tribunal de Casación italiano desata la polémica sobre la adopción por parte de personas solteras. Un ataque implícito al “vínculo entre hombre y mujer”. Habla el psicoanalista Ballerini.

“El legislador nacional podría proceder, si se dieran circunstancias particulares, a ampliar el ámbito de admisión de la adopción de menores por parte de personas solteras, con efectos legítimos”. Esta frase, en una sentencia del Tribunal de Casación, ha sido suficiente para llenar los periódicos de opiniones sobre el tema de la adopción. Entrevistas, comentarios, encuestas sobre la posibilidad de que las personas solteras puedan adoptar. Reaparece el comentario habitual: “Mejor uno que nada”. Hablamos con Luigi Ballerini, médico psicoanalista y autor de libros infantiles.

¿Por qué no basta con un solo progenitor?
Vamos a ver. Estamos ante un problema cultural. Lo que me sorprende al leer los periódicos, antes incluso que la cuestión en sí misma, es el ataque a la relación hombre-mujer. El derecho acredita el desmantelamiento de esta relación. Del hombre-mujer se pasó al marido-mujer, luego al rol de padres y por último a los comportamientos parentales. De modo que la educación se reduce a una serie de comportamientos que debemos adoptar. Así, bastaría con una enumeración, unos cursos de formación... y un certificado que acredite la capacidad para ser padres.

¿Y entonces?
El niño es relación con una relación. El punto central de la educación no está en el eje padre-niño o madre-niño, sino en la relación entre ese hombre y esa mujer que, antes de ser padre y madre, son hombre y mujer. Por eso no basta con que sean dos –puestos así, tres mejor que dos y así podríamos seguir sumando-, sino que deben ser hombre y mujer. Aprobar la adopción por parte de personas solteras es el primer paso para la adopción por parejas homosexuales, de modo que es como acreditar la inutilidad de que haya un hombre y una mujer en la familia.

¿Por qué no basta con dos mujeres o dos hombres?
Por naturaleza, la relación es asimétrica. El bien se recibe de uno que es distinto y que yo percibo como distinto. La asimetría sexual hombre-mujer facilita la comprensión de que el sujeto es otro diferente a mí. Así, un niño es introducido en la diferencia de una relación, a partir de la diferencia sexual, es decir, es introducido en el hecho de que el bien se recibe de otro distinto a él. El punto de partida que facilita esto en un niño –adoptado o biológico- es la presencia de estos dos sujetos que le acogen, que le abren espacio en su familia como un tercero en la relación. Porque el hijo es un suplemento en la relación.

¿En qué sentido?
Es un plus que se añade a algo que ya está. El peligro de la persona soltera es que el niño puede venir a colmar un vacío afectivo enorme en esta persona, y entonces deja de ser un suplemento. ¿Qué lugar va a ocupar en la vida de esta persona? La cuestión es muy delicada. ¿Qué mueve a una persona soltera que quiere adoptar a un niño?

Para defender la causa de los solteros, podemos tomar como ejemplos a padres que, por causas naturales, como la muerte, o por decisión propia, como una separación, educan solos a sus hijos. Y las cosas no les van tan mal...
Por supuesto, faltaría más. Sin embargo, sabemos bien que ésta no es una condición reconocida como favorable para el niño. En el caso de la adopción, decidir que éste sea el punto de partida para introducir al niño en la realidad me parece una decisión arriesgada. El punto es siempre el mismo: no se reconoce la relación hombre-mujer como un punto que facilite al niño estar en la realidad.

Se habla también del derecho del niño a tener una familia...
Pero la familia es un hombre y una mujer, es una relación que la persona soltera no tiene. Los niños, normalmente –depende de su naturaleza- nacen porque en aquel momento un hombre y una mujer se amaron, y sucedió algo. Si bien esto está en el inicio biológico, el problema es si queremos dar a un niño adoptado este nuevo punto de partida, una relación análoga a aquella que lo generó. Con eso él hará cuentas. Pero de repente se decide que ya no debe ser así, que basta con uno.

¿Pero por qué este ataque cultural contra la relación hombre-mujer, en este caso en el ámbito educativo?
Es un problema creciente. Se debe a una extendida perversión de las relaciones. Anulando la relación hombre-mujer se anula la diferencia entre el yo y el otro. El otro deja de ser fuente de beneficio, y esto lleva consigo un narcisismo muy difundido: existo yo, y los demás me adoran. El ataque a este tipo de relación se convierte al final en un ataque a cualquier tipo de relación. Existe el sujeto, y punto. Un sujeto que ya no es capaz de orientarse en la realidad ni de obtener un bien del otro. Como dice Giacomo Contri, es distinto decir “haz el bien” (imperativo categórico) que decir “haz que tu bien venga de otro”. La segunda hipótesis me parece mucho más fascinante.