“La felicidad será nuestra venganza”

Alessandra Stoppa

Un año después, vuelve el movimiento de oposición a las calles de Teherán. El efecto Egipto, el Movimiento Verde y un “punto de no retorno”. La escritora Marina Nemat, que fue prisionera política, cuenta lo que sucede en su país.

Catorce meses de silencio. El Movimiento Verde parecía desaparecido, pero el mundo vuelve a ver los eslóganes, las marcas y pañuelos de este movimiento popular iraní que en el verano de 2009 se rebeló en contra de la victoria electoral de Mahmoud Ahmadinejad: decenas de miles de personas llenaron durante días las plazas de Teherán, a pesar de la represión y las detenciones.
Ahora sucede de nuevo. Días de enfrentamientos violentos y manifestaciones contra el régimen. Un joven llamado Saneh Jaleh ha sido asesinado, muy probablemente por la policía. La milicia Basij habría impedido a miles de estudiantes asistir a su funeral. Mientras tanto, los conservadores piden la ejecución de los dos líderes de la oposición reformista, Hossein Moussavi y Mehdi Karroub.
“Lo más interesante es que la jerarquía iraní, incluido el líder supremo, el ayatolá Jamenei, animó las protestas de los demás estados de Oriente Medio, pero ahora condena a su pueblo”. La escritora iraní Marina Nemat, que a los dieciséis años fue encarcelada por el régimen, y que narró sus dos años de arresto en el libro La prisionera de Teherán, nos explica lo que está sucediendo en su país.

¿Ha vuelto el Movimiento Verde?
En un país como Irán, que vive bajo una dictadura tan violenta, hay veces en que la oposición debe retirarse. Eso es lo que sucedió con el Movimiento Verde. En la época de las primeras manifestaciones, miles de personas fueron detenidas y torturadas. Algunos incluso ejecutados. Esta cruel reacción del régimen obligó a la oposición a dar un paso atrás.

¿Y ahora?
Ahora, como en otras muchas ciudades de Oriente Medio, también en Teherán durante los últimos días ha empezado a bullir un movimiento de contestación. Que, por cierto, ya se ha cobrado al menos una víctima mortal y muchos heridos. Los miembros del Parlamento iraní han definido a los líderes de la oposición como “corruptores sobre tierra”: éste es el término que se utiliza para denominar a los disidentes políticos y equivale a la pena capital. Con ello, por tanto, invocan su condena a muerte. Muchos ya han sido detenidos y Ahmadinejad se ha comprometido a castigar a los organizadores. Como siempre, el presidente acusa a Occidente, de forma particular a Estados Unidos, de haber formentado estas protestas.

En su opinión, ¿cómo evolucionará la situación?
Puede suceder cualquier cosa. Como hemos visto en Egipto, los movimientos populares tienen muchísima fuerza y, como las inundaciones, pueden avanzar en cualquier dirección. A veces se desinflan, otras veces consiguen grandes resultados en muy poco tiempo. Creo que nadie está en condiciones de prever lo que sucederá en Irán. La solución sería llevar a la plaza a millones de personas. El problema es que, en mi opinión, Moussavi y Karroubi no son en este momento lo suficientemente fuertes para conseguirlo. O quizá no tienen la intención de intentarlo, por miedo.

¿Tiene algo que ver el “efecto Egipto”?
Sí, por supuesto, pero no podemos olvidar que en Irán ya hubo grandes protestas en masa.

¿Cuáles son las principales diferencias con respecto a la situación egipcia?
Egipto nunca había vivido una revolución popular como la que Irán vivió en 1979, una revuelta que contó con el apoyo del 98% de la población y que nos permitió esperar un futuro de libertad y democracia. Pero no fue así. Al contrario, el país se sumió en una dictadura que durante treinta años no ha dejado de torturar y asesinar a los disidentes. Mubarak contaba con el apoyo de Occidente, mientras que el régimen iraní no. Además, Irán está afrontando sanciones internacionales y es muy difícil que reciba más presión exterior. En Egipto, después de los desórdenes, el mundo entero contribuyó a que Mubarak tomara en consideración las protestas, y los militares, en general, han apoyado a la población; esto ha reducido sensiblemente el número de víctimas. En Irán, sin embargo, la guardia revolucionaria y la milicia Basij son implacables, no dudan, ni dudarán, en matar.

Lo que estos días ha contagiado al mundo árabe, ¿es “hambre de libertad”?
El deseo de libertad siempre ha existido, pero en los últimos tiempos, también a causa de la crisis económica, la presión sobre la población entró en un punto de no retorno. La gente ya está harta, no sólo por la opresión política, también por la falta de alimentos; por eso quiere un cambio, y lo quiere ya. El volcán de Oriente Medio ha estado en ebullición durante decenas de años y ahora está explotando.

Obama ha dicho que tiene la esperanza de que los iraníes “tengan el valor de seguir luchando”. ¿Puede suceder lo mismo que en Egipto?
Puede ser. Pero, incluso en ese caso, el proceso no será tan rápido porque el régimen en Irán es más violento que el de Mubarak. Yo tengo la misma esperanza que el presidente de Estados Unidos.

¿Cuál cree que es la responsabilidad de la comunidad internacional frente a Irán?
El mundo debe dejar de centrarse en las ambiciones nucleares de Irán, que distraen a todos del problema real del país: la violación general de los derechos humanos. El régimen iraní es el peor enemigo de su pueblo. Muchas víctimas de la tortura en Irán viven ahora fuera del país y tendrían que atreverse a contar su historia, dar a conocer su testimonio. Irán es un país muy joven y gran parte de la población nació después de la revolución. Los jóvenes deben poder conocer los horrores que el régimen cometió contra sus padres en los años ochenta, cuando salían a la plaza para protestar. La comunidad internacional debe condenar más abiertamente los abusos contra los derechos humanos en Irán. Pero, en definitiva, es el pueblo iraní el que debe realizar el cambio en su país. No es tarea de los que están fuera, la democracia no puede ser impuesta desde el exterior, sólo se puede conquistar.

En su libro, usted escribe: “La felicidad es nuestra única venganza”. ¿Qué significado tiene hoy esta afirmación, en su vida y en la de su pueblo?
La venganza nace del odio, y el odio se contrapone a la justicia. Justicia no significa hacer sufrir a los demás, sino desvelar la verdad, hasta someter a juicio a los responsables, de forma justa y legal. Irán, durante treinta años, ha sido un país triste y afligido. Nuestros mejores hijos han sido torturados y exterminados. Debemos poner fin a esto, pero sólo es posible si entendemos que la venganza no resuelve nada. Justicia y venganza son dos conceptos opuestos. Irán merece la felicidad. Durante treinta años, la belleza, la música, la poesía y la literatura han estado sustancialmente ilegalizadas en nuestro país. Debemos reconquistar todo esto y hacer que nuestros hijos se puedan expresar libremente.