Eutanasia, una cuestión de libertad

Alessandra Stoppa

Un grupo de enfermeros de Quebec intervienen en la comisión parlamentaria “Morir con dignidad”. No hablan de bioética, sino de su trabajo. “El problema no es elegir, sino mirar la vida a la cara”

Su paciente quería morir, Julien la recuerda perfectamente: una mujer enfadada y sin esperanza que repetía una y otra vez lo injusto que era ver cómo los demás se iban y dejaban de sufrir, mientras ella seguía allí. “Si pudiera pedir la eutanasia, no me lo pensaría dos veces”, decía. Pero unos días después, Julien volvió a su habitación y se quedó helado cuando la oyó decir: “Qué bella es la vida”. Se preguntó por un momento si habría perdido la cabeza, pero no, había recibido la visita de su hermano, al que no veía desde hacía años.
“Lo que yo quiero ser para mis pacientes es lo que ese hermano era en ese momento para ella”. Éstas fueron las palabras de Julien Leduc delante de los diputados de Quebec. Él es enfermero y, junto a un grupo de compañeros suyos, pidió permiso para intervenir en la Comisión Especial de la Asamblea Nacional de Quebec, donde se está estudiando la aprobación del suicidio asistido. Esta Comisión se llama “Morir con dignidad” y trata de introducir a través de protocolos la práctica de la eutanasia, que en Canadá está penada. Ya hubo un intento de despenalizarla con un proyecto de ley en la Cámara de los Comunes. Pero fue rechazado y ahora la provincia de Quebec está buscando una nueva vía mediante los trabajos de esta Comisión.
El pasado 4 de febrero le tocó el turno a un grupo de enfermeros. Junto a Julien, participó también Cristina Benetti. Trabaja en el quirófano del Jewish General Hospital de Montreal desde hace ocho años y ya lleva 27 en la profesión. “Se pueden imaginar a cuántos pacientes he tratado”, dijo en la Comisión. “Ninguno de ellos me ha pedido nunca morir. Muchos estaban desesperados y sufrían mucho. Pero lo que yo he aprendido es que ellos se miran a sí mismos con los ojos con que los miramos nosotros”. Todos los días hay que decidir: “Yo puedo entrar en la habitación y pensar: ‘Todavía está aquí, aún no ha muerto’. O puedo decirle: ‘Empezamos el día juntos’. Nuestro trabajo consiste en ayudar a los pacientes a afrontar la realidad de su vida”. Por eso decidió ir a hablar delante de los diputados, “para defender las razones por las que decidí ser enfermera”.
Pocos días antes de esta sesión, se encontró con una paciente suya, enferma de cáncer, a la que no veía desde hacía cuatro meses. Estaba demacrada, con los signos que deja la quimioterapia. “¿Sabes una cosa, Cristina? Me gustaría vivir otro año...”. “Y a mí”, le respondió ella. Este episodio se lo contó a los diputados. “Todos estamos en las mismas condiciones. Ni mi paciente ni yo sabemos qué nos depara el futuro. Pero ella, por su enfermedad, tiene una conciencia mayor que la mía, y por eso vive el presente de un modo distinto. La realidad nos pide un cambio, a los pacientes y a nosotros”.
Habló a la Comisión de las personas enfermas que ha visto cambiar a lo largo de sus años de trabajo. Les ha visto enfrentarse a la muerte con una libertad que ha cambiado la vida de los que estaban alrededor –familiares, médicos, enfermeros, compañeros de habitación-. “Como sabrán, un paciente que se va a morir o que pierde su autonomía pasa por las llamadas ‘cinco etapas’ de Kuble-Ross: rechazo, cólera, negociación, depresión y aceptación”. Son etapas que no suceden siempre en el mismo orden, cada paciente las atraviesa en tiempos y formas distintos. “Se lo quise recordar a la Comisión porque a nosotros se nos pide acompañar al paciente en la circunstancia y etapa en la que se encuentra, porque no sabemos cómo o cuándo puede cambiar”.
Las reacciones de los diputados fueron inmediatas, con preguntas y provocaciones. Todas referidas al problema de la libertad: hace falta afirmar la libertad de cada uno con respecto a su propia vida. A lo que Cristina respondió que, efectivamente, así es, que “la eutanasia es un problema de libertad”. Pero “la libertad no es elegir entre vivir o morir. Yo he visto que la experiencia de la libertad es poder mirar la vida a la cara, hasta el fondo, poder vivir lo que nos sucede a pesar de no haberlo elegido. Sólo así sabremos verdaderamente qué es la vida, pero esto es algo que nadie puede hacer solo”.
Por eso la propuesta de la Comisión interpela el sentido mismo de su trabajo. “Frente a aquel grupo de diputados, entendí que la mirada cristiana responde al hombre de un modo total, no reduce su vida ni su experiencia a las categorías habituales. Proponer la eutanasia, sin embargo, bloquea la dinámica de la libertad delante de las circunstancias. Bloquea el conocimiento de la vida y de nosotros mismos. Introducir la eutanasia es una reducción de la libertad”. Esto les dijo en respuesta a sus preguntas. Y también ella les interrogó: “¿Pero qué desean ustedes para su país? ¿Que esté habitado por medio-hombres? ¿O por hombres auténticamente libres, dispuestos a hacer frente a la vida y a la muerte?”.
Aquel día, algunos amigos suyos pudieron seguir la sesión por la radio. Al terminar, llamaron a Cristina entusiasmados: “¡Has estado potente!”. Pero no estaban acalorados por la dialéctica de la bioética. “Yo también quiero la libertad frente a la vida de la que has hablado hoy”, le dijo uno de ellos. Una libertad que es cuestión de vida o muerte, ya estemos enfermos o sanos. Se trata de conocer de qué está hecho cada instante. Si no, es como estar muertos sin morir.