Un contagioso anhelo de libertad

Ignacio Santa María

No estaba en los planes de los gobiernos autoritarios del Magreb ni de Oriente Próximo; no figuraba en la agenda de Washington ni en la de Bruselas. Pero ha sucedido. Cientos de miles de ciudadanos de Túnez, Egipto, Jordania y Yemen han salido a la calle a exigir libertad y un futuro con oportunidades. La oleada de levantamientos se ha ido contagiando de un país a otro en cuestión de días. Los viejos regímenes han sido vencidos por un arma más poderosa que los tanques y los misiles: las nuevas tecnologías de la información

Hace siete años, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicó un informe en el que instaba a los gobiernos de los países árabes a acelerar las reformas democráticas si querían evitar una rebelión social. Los gobiernos autoritarios del norte de África y Oriente Próximo desoyeron la advertencia de la ONU y durante estos años no han hecho nada por abrir sus regímenes, luchar contra la corrupción y tratar de paliar las desigualdades sociales. Dictadores como Ben Alí en Túnez, Hosni Mubarak, en Egipto, o Alí Abdalá Saleh, en Yemen, que llevaban 24, 30 y 32 años en el poder, respectivamente, se sentían seguros en su condición de aliados estratégicos de Estados Unidos contra el terrorismo islamista y seguían enfrascados en sus planes para perpetuarse en el poder. Tanto ellos como las potencias occidentales se han visto sorprendidos y superados por la ola de levantamientos que ha comenzado en Túnez y se ha contagiando en mayor o menor medida a todos los países del entorno.

Generación Facebook
“Gracias, Facebook”. Así rezaba una de las pintadas que se podía leer estos días en las calles del centro de El Cairo. Los acontecimientos de Túnez pusieron al rojo vivo la actividad de las redes sociales en Egipto donde ya funcionaban varios grupos de Facebook antigubernamentales que contaban con cientos de miles de adhesiones. En concreto, el grupo denominado 6 de abril, creado por Essira Abd el Fatah, de 32 años, y Ahmad Maher, de 29, había logrado 77.000 miembros y el grupo “Jaled Said”, creado en honor de un joven que fue apaleado hasta la muerte por la policía egipcia en junio de 2010, contaba con 400.000 adhesiones. Ambos grupos convocaron la histórica manifestación del 25 de enero en la que se dieron cita 22.000 egipcios para pedir la dimisión de Mubarak y el fin de su dictadura militar.
Las revueltas de estos días ponen de manifiesto un fenómeno hasta ahora desconocido en el mundo árabe como es la aparición de un sector de población joven, con formación académica y con acceso a las nuevas tecnologías. En efecto, según un estudio de la CIA, el índice de población menor de 30 años y con acceso a Internet alcanza el 30 por ciento en Túnez, Egipto, Yemen, Jordania, Libia y Marruecos, mientras que otros países como Irán o Argelia superan ese porcentaje.
Macarena Cotelo, presidenta de la Red Euro-Árabe de ONG para el Desarrollo y la Integración (READI) afirma que los países árabes cuentan con “poblaciones muy jóvenes cuyo principal problema no es la formación”. De hecho, las tasas de alfabetización son bastante elevadas en estos países: en Jordania, es del 90 por ciento; en Túnez, del 74 y en Egipto, del 71. Mucho más baja es la tasa de alfabetización en Yemen que apenas alcanza el 50 por ciento.
Para Cotelo, “el problema de estos jóvenes viene de la falta de acceso al empleo en unos puestos acordes a la formación que tienen. Esto genera una frustración tremenda”. La presidenta de READI cree que “esta generación está muy familiarizada con las nuevas tecnologías y, a diferencia de sus padres, tiene contacto con el mundo desarrollado. Esto hace que puedan ver las oportunidades que hay en otros países y a las que ellos no tienen acceso”.

Revolución espontánea y plural
Aunque el Gobierno de Mubarak ha acusado a grupos islamistas como los Hermanos Musulmanes de estar detrás de las protestas, en el caso de Egipto, los testimonios más cercanos a los hechos hablan de una revolución espontánea y religiosamente plural. “Lo que está ocurriendo tiene ese cariz de ser una revolución de los ciudadanos porque, si miramos un poco hacia atrás, los primeros que salieron a protestar a la calle en Egipto fueron los cristianos, que llevan varios años siendo víctimas de una auténtica masacre. Son una minoría de un 8 por ciento y ya salían a la calle para quejarse por la falta de seguridad frente a la violencia”, sostiene Macarena Cotelo, quien añade: “A estas protestas, se han ido sumando otra serie de reivindicaciones y hoy por hoy se trata de un movimiento muy plural”.
“Los manifestantes son, en todos estos países, una mezcla de clases medias, de jóvenes, de blogistas, de activistas de los movimientos sindicalistas, periodistas y también partidos políticos de la oposición, en muchos casos prohibidos”, describe Jumana Trad, directora del Consejo Ejecutivo del Centro de Estudios de Oriente.
Una fotografía aparecida hace algunos días en la prensa mostraba a una chica luciendo en el cuello un crucifijo y abrazada a una joven musulmana con la cara tapada por el velo islámico durante una manifestación en la plaza Tahrir. La imagen responde a la realidad, según el profesor de la American University de El Cairo, Wael Farouq: “Lo que he visto estos días me ha convencido de que el verdadero enemigo de la libertad religiosa en Egipto es el régimen de Mubarak. Los cientos de miles de personas que han salido a la plaza piden a voces la unidad entre cristianos y musulmanes. Uno de los eslóganes, por ejemplo, decía: ‘Cristianos y musulmanes, todos somos egipcios’. Un cristiano llevaba una cruz y, en cuanto los demás manifestantes lo vieron, lo alzaron sobre sus hombros con alegría, como signo de reconocimiento. Lo puedo contar porque lo vi con mis propios ojos”.

Un futuro incierto
Las protestas populares han hecho huir de Túnez al presidente Ben Alí, Tanto Mubarak como el presidente yemení, Saleh, han anunciado que no se presentarán a la reelección. El rey jordano Abdalah II ha tenido que cesar a su primer ministro y disolver el Gobierno.
“Actualmente la situación no está muy clara en ninguno de estos países”, opina Jumana Trad, que sostiene que “hay muchos escenarios posibles: la transición puede estar asegurada con tranquilidad o puede haber situaciones de vacío institucional que sean peligrosas, existe el riesgo de enfrentamientos civiles y también de un golpe de Estado militar. El futuro de estos países dependerá de la capacidad de los gobiernos de transición para organizar elecciones”.
Kenneth Perkins, profesor de Historia en la Universidad de Carolina del Sur (EEUU) y autor del libro “Historia del Túnez Moderno” (Ed. Akal 2010), ha vivido en primera línea los levantamientos en Túnez, Egipto y Jordania. Perkins cree que “lo que ocurra dependerá de la receptividad que muestren los gobiernos de transición a hacer concesiones razonables en respuesta a la demanda popular de reformas. Pero esto, a su vez, puede variar en función de la autoridad moral que tenga cada régimen, de su intención de usar la fuerza y de la popularidad de la que gocen en cada caso”.

El riesgo del islamismo
La responsable del Centro de Estudios de Oriente no ve probable que los islamistas tengan capacidad para hacerse con el poder mediante el uso de la fuerza. “Para hacerse con el control de un país aprovechándose de un vacío de poder, hace falta tener armas y dar un golpe de Estado. En Túnez y Egipto las armas están en manos de los ejércitos, y estos últimos no las han utilizado”, explica Trad.
En Egipto, por ejemplo, la única organización estable de la oposición son los Hermanos Musulmanes. En las elecciones de 2005, obtuvieron, con el 20 por ciento de los votos, 88 diputados: una quinta parte del parlamento. Fue el mejor resultado de su historia, por lo que, según los analistas, ese 20 por ciento sería su techo electoral si se instaurara una democracia en la que se permitieran todos los partidos políticos.
De momento, los Hermanos Musulmanes han mostrado su cara más amable, a través de las palabras de su ‘número dos’, Rashad Baioumi, quien ha declarado que “este no es el momento de la Hermandad; ponerse a dirigir Egipto es una gran responsabilidad de la que ahora preferimos escapar”, Baioumi además ha asegurado que “solo piden cambios, no la presidencia y estamos felices de acompañar este despertar popular”.
Perkins no cree que “el éxito de los movimientos islamistas pueda equipararse automáticamente a lo que sucedió en Irán en 1979. Cada movimiento en cada país deberá ser juzgado por su propio programa político y por sus hechos”
El escenario más peligroso es el que podría abrirse en Yemen, uno de los países más pobres de la tierra, donde la mayoría de la población es rural y analfabeta y gran parte del territorio está dominado por clanes tribales y grupos terroristas como Al Qaeda. Algunos expertos hablan del peligro de que este país del sur de la península arábiga se convierta en un estado fallido como Somalia.
Para Macarena Cotelo, los nuevos liderazgos en Egipto están todavía por definir. “Aparecen líderes como El Baradei que, en estos momentos, no tienen aceptación en Egipto. Está tratando de asumir un liderazgo que no está respaldado por la gente que sale a la calle. Confío en que surjan nuevos líderes que tengan esta visión más abierta, más democrática, en la que todos los egipcios tengan cabida. Los que han salido a la calles no se dejarán convencer por cualquiera que pretenda arrogarse un liderazgo que no les corresponde”.