Haití un año después: “Aquí la gente lo da todo”

Gloria Iorio (Avsi - Haiti)

Queridos amigos:
Al cumplirse un año del terremoto, Haití ha celebrado una jornada de luto nacional. Fui a misa a la parroquia de Saint Pierre, que estaba abarrotada. Mucha gente lloraba, pero fue una misa triunfal, como la misa de Pascua. Los sacerdotes de esta parroquia son excepcionales, siempre hablan de Jesús, no de las cossa que hay que hacer o de los mandamientos que hay que cumplir, sino de Su persona, a la que podemos mirar. También en esta ocasión ha sido así: la conciencia del dolor abrazado y cumplido por Cristo resucitado.
Me ha impresionado la dignidad de estas personas y cómo han rezado. No ha sido una meditación solitaria sino un diálogo y el dolor no ha sido individual sino el dolor de un pueblo. Doscientas cincuenta mil personas muertas... Una cifra que no se puede imaginar y que corre el peligro de quedarse sólo en un número más. Pero significa que todos, todos, han perdido a alguien: un amigo, un familiar, un conocido.
Delva, uno de los nuestros en Cité Soleil, perdió a su hermana Fabiola, de 29 años. Me cuenta que no hay un día en que no sufra, que parece que sólo ha pasado un día. La buscó durante días entre los escombros, pero no la encontró. Me decía: “Era la persona que más me quería en el mundo; si yo hubiera muerto, ella habría muerto también, bien lo sabe Dios”. Un año después, me ha escrito y me dice que tiene una tristeza enorme dentro, escondida, que no deja ver a nadie. Me alegro de que la haya compartido conmigo.
La impresión que tengo del 12 de enero de 2010 es que para esta gente fue el día en que Dios, misteriosamente, habló. No he oído a nadie blasfermar por ello, ninguna queja, ninguna recriminación, sólo he visto aceptación. Me gustaría aprender de ellos cómo miran cada cosa como si fuera la voluntad de Dios, y de un Dios bueno. Estoy contenta como pocas veces lo he estado por estar aquí ahora. Empezamos ahora la formación sobre Educar es un riesgo y tengo muchas ganas de caminar con ellos, y también de no olvidar, de partir de lo que ha sucedido. En este país tan pobre, tan destruido desde tantos puntos de vista, yo veo una fuerza que me llena de alegría por poder convivir con ellos.
Ahora, mirando la ciudad, parece que nada ha cambiado, queda mucho por reconstruir, empezando por nosotros mismos. En las discusiones sobre lo que se ha hecho realmente puede haber mucha polémica, pero si bien es cierto que se podría hacer más yo veo que aquí hay mucha gente, en las ONG, en la ONU, que está dando mucho, que se está dando a sí misma.
La compañía de Fiammetta en todo esto es un regalo precioso, por la esperanza que nunca la abandona, por la pasión que pone en todo lo que hace. Doy gracias a Dios por la compañía de todos los que están aquí: Edo, Chiara, Ema, Pierre, Roberto, Bebe, Chiara, los chicos de la Cité, que no puedo nombrar aquí porque son demasiados... la compañía que Dios me hace.