¡Menudo regalo de Navidad!

Educar en una “inversión”
Carmen Pérez

Es la gran riqueza de la vida experimentar la gratitud. Lo más grande y noble de una persona está en ser de condición agradecida, como decía Teresa de Jesús. En cada cualidad buena, en cada virtud se expresa el hombre entero. Es muy semejante a lo que ocurre con las distintas flores que desde su especificidad expresan la belleza. Pues la gratitud es imposible sin riqueza interior. La gratitud es la verdadera luz interior que permite ver y reconocer, por la que uno sabe vivir. La persona agradecida abre sus ventanas para que entre el sol y proyecta afuera su propia luz.
La gratitud de Begoña, una madre de familia, que sigue creciendo en gratitud por su matrimonio y por sus tres hijos. En el colegio donde se educó, lo hemos celebrado y la fiesta empezó así: «Venimos esta mañana a alegrarnos, a agradecer y a renovar. Con nuestros recuerdos y también con todo lo vivido fuera de estos muros. Lo que de pequeñas eran largos corredores se han acortado, casi igual que la vida que pasa tan rápido que 25 años no son nada. Han pasado como un soplo, cargados de experiencias, más gratificantes que dolorosas. Afortunadamente venir a este lugar, que en cierto modo nos vio nacer y nos envió a la vida, es para nosotras bastante más que un buen rato. Agradecimiento, recuerdos, alegría del reencuentro… pero también llegar con ese no sé qué interior que sabe, aunque no lo explique del todo, que su vida no habría sido la misma sin este colegio, que vivir aquí no fue una elección casual y que cada uno de los acontecimientos aquí vividos ha forjado el venir de después. Recordamos especialmente a todas las profesoras y a D. Isaías (el sacerdote que celebraba la Eucaristía y también les ayudaba en su preparación para la Primera Comunión y la Confirmación), que nos enseñaron y no dejaron de recordarnos que Dios nos ama, incondicionalmente, como el eco que una y otra vez repite te quiero, pase lo que pase.
Dicen nuestros padres que la mejor herencia que nos pueden dejar es la educación, y hoy aquí, suscribiendo su sentir, afirmamos que, antes que todos los conocimientos técnicos, humanistas o científicos, valoramos como eje y base lo que aquí se nos dio, unas veces magistralmente, otras en la oración personal y comunitaria, otras con una sonrisa, otras con el ejemplo. Es poco un momento para calibrar lo que el corazón siente, sencillamente para ser capaces de decir en un tú a tú, en un mirar a los ojos: ha merecido la pena, gracias por el desgaste, la semilla que nos disteis continúa dando fruto. Nos disteis la verdadera fortaleza, independiente de los talentos naturales: la de saber desde la cuna que, pasara lo que pasara por fuera, Él permanece fiel. Como pudisteis nos transmitisteis que allí en el interior, somos habitadas y amadas inmensamente, y eso es un sello imborrable. Especialmente gracias por abrir espacios de oración en la clase-comunidad y en la soledad- capilla. Todas las que estamos hoy aquí, con vidas muy diferentes, decimos que nacimos a la vida sumergidas en el aroma de la gracia de este colegio, de la Presencia, del mirar hacia un poco más allá y admirarnos del amor con el que se nos llama cada día. Nada más. Gracias. Con nuestros 43 años y la experiencia vivida, decimos hoy: sí a lo que se nos entregó, aceptamos, renovamos personalmente en nuestra concreta vida de hoy: Hijas fieles de la Iglesia, con un cuarto de oración, porque sólo Dios basta. Amén».
Menudo regalo de Navidad. De Dios viene la fidelidad al mundo.