Con el voto o con las armas, otra guerra en Sudán

Alberto Reggiori

Entre el 21 de septiembre de 2010 y el 1 de enero de 2011 (Jornada Mundial de la Paz) hay 101 días. Para este tiempo, la Iglesia del sur de Sudán pidió al pueblo 101 días de oración para celebrar un referendum pacífico. Del 9 al 15 de enero se desarrollará el esperado referendum, que votará o no la independencia del sur de Sudán respecto a la gran nación madre (¿o madrastra?). La situación no está nada clara, y tampoco el resultado. Parece que hace falta dirigirse a Dios para la ocasión. En todas las iglesias, capillas y cabañas se reza en los más de diez idiomas de las etnias implicadas (árabe, lotuko, logir, dongotono, dinka, scilluk, toposa...).
También en Isohe, un pequeño pueblo de montaña a casi cuatro horas de la frontera con Uganda, la gente reza y discute sobre la independencia. La misa matutina de las siete, que se celebra en una iglesia construida hace 70 años por los misioneros combonianos y que parece una visión al final de la única calle con árboles en el pueblo, es una ocasión de oración y de encuentro. Parece imposible que aquí, donde no hay ni luz eléctrica, ni agua potable, ni un metro asfaltado, ni comunicación alguna con el resto del mundo, se levantara hace casi un siglo una construcción tan perfecta: el que la construyó afirmó así que Dios es belleza, grandeza y acogida. Esta iglesia de ladrillos irregulares y de arcos interiores es un gran paradigma de la Encarnación.
En este lugar, AVSI está presente desde 2005 –antes de que acabara la guerra- con voluntarios y proyectos sanitarios, educativos, de emergencia, de suministro de agua y desarrollo rural. El pequeño hospital local St. Theresa Clinic y la gran escuela de primaria St. Kizito son las dos únicas estructuras en un radio de decenas de kilómetros y resultan decisivas para el futuro de la zona. Los voluntarios de AVSI son queridos y conocidos por todos.
Hace unas semanas, el Gobierno de Jartum realizó algunos bombardeos a modo de exhibición. Ahora hay silencio, pero parece que los problemas de fronteras entre norte y sur todavía no se han solucionado debido a la presencia de petróleo en la zona. Estos días se está realizando el registro de las personas que tienen derecho al voto: cualquier persona de cualquier nacionalidad que resida en el sur de Sudán y los sur-sudaneses que residan en el norte. El resultado será válido si al menos el 60% de los registrados vota, pero hasta este dato depende de cómo se interprete. Hay una gran confusión; muchos están convencidos de que votar por la independencia significa desear la guerra (que ha estado presente en este país durante más de 35 años), otros compran las papeletas electorales para destruirlas y reducir la participación, otros no están al tanto y otros se registran hasta diez veces. Los fraudes de cualquier tipo pueden determinar el futuro de un pueblo que apenas se ha recuperado de una guerra ignorada por el resto del mundo y que corre el riesgo de quedarse anclado en la prehistoria.
Hay un hecho cierto: todos temen que llegue la fatídica fecha, las ONG internacionales piden a sus voluntarios que regresen a sus países, los árabes que regentan los comercios de Torit, la zona comercial, están vendiéndolo todo para huir al norte, la gente de los pueblos tiene miedo y no puede hacer nada, los militares del ejército y del “Sudan People’s Liberation Army” están acumulando armas y repartiéndolas entre los posibles frentes.
Estos hechos sirven para hacerse una idea de la situación. Después de una emboscada que hubo en la calle a veinte kilómetros de aquí, un pueblo entero se puso en marcha por venganza y más de 200 kalashikov ocuparon la zona en cinco minutos: “O conseguimos ser independientes con los votos, o lo conseguiremos con los fusiles. No problem!”.
Es realmente necesario que Dios escuche estos 101 días de oración y que el pueblo sudanés reconozca su verdadero valor.