Chile, el rescate de “nuestros mineros”

Alejandra Meneses

Los días 12 y 13 de octubre, el mundo entero siguió con conmoción el rescate de los 33 mineros, quienes pasaron 70 días en la profundidad y oscuridad de un yacimiento de cobre, ubicado en las cercanías de Copiapó, en la Región de Atacama, en pleno desierto chileno. Dos hitos marcan esta indescriptible historia desde el derrumbe ocurrido el 5 de agosto de 2010. El primero: “Estamos bien en el refugio los 33”; el 22 de agosto, Chile y su gente salió a las calles para celebrar la alegría de estar vivo; y la plaza Italia, punto de manifestaciones tras las victorias deportivas, esta vez se llenó por la gratitud frente a lo ocurrido. La columna en el diario El Mercurio de Cristian Warnken, connotada figura intelectual, expresa con profundidad un juicio ante lo vivido: “Ante estos 33 hombres sumergidos en la tierra, todo reality, todo evento palidece y se desintegra ante un acontecimiento. La realidad –con su consistencia de piedra y mineral– desaloja al simulacro. Es la verdad, la verdad de nuestra radical precariedad y abismo la que ahora brilla, y brilla sumergida, como un mineral de alta ley, puro, tenaz y deslumbrante […]. Ahora estamos ciegos. Ciegos por la luz de 33 pequeñas linternas. Y debemos seguir ciegos todo lo que sea necesario, para volver a ver. Y ¿qué vamos a ver? Nuestra desnuda esencia, nuestra verdad más honda, nuestra belleza, nuestra esperanza tanto tiempo sepultada por la mentira” (El Mercurio, 24 de agosto de 2010).
De esta extraordinaria historia, la prensa mundial ha hablado ya bastante, sobreexponiendo a los mineros de una manera desconsiderada, sin darles y darnos el necesario espacio para observar y permanecer ante lo sucedido. Asombroso resulta caer en la cuenta de cómo fue que se logró el 22 de agosto encontrar vida bajo 700 metros de profundidad. Miguel Fortt, experto en rescates mineros –como relata la revista El Sábado del Mercurio (16 de octubre de 2010)– iba en su camioneta desde Copiapó a Caldera cuando escuchó en una radio regional (Radio Nostálgica) que se intentaba entrar al yacimiento por una de las chimeneas. Al llegar a su casa, escribió un correo electrónico al dueño de la mina con copia a la radio explicando que la mejor alternativa era realizar sondajes con una tecnología de alto nivel. El dueño de la mina nunca contestó; sin embargo, los familiares de los mineros al escuchar esta posibilidad se dirigieron al ministro de minería Laurence Golborne, quien contactó a Fortt para comenzar así los sondajes. Realmente, estos hechos hacen darse cuenta de cómo la libertad se juega frente a lo que sucede, frente a la realidad. Un hombre que volviendo a su casa después del trabajo, escuchando una noticia, no queda indiferente y toma iniciativa; un ministro que estando frente al dolor de las familias decide contactar al experto en sondajes. “Yo digo a menudo que nuestra libertad se juega, mucho más que en las elecciones particulares, en una opción fundamental, en el sentido de que las opciones particulares revelan una elección fundamental, la elección ante la realidad como tal: una opción de simpatía hacia la realidad, tal como la naturaleza nos empuja a hacer” (Luigi Giussani, L’io rinasce in un incontro).
El segundo hito: el “gran rescate”. La prensa nos mostró a todos, desde el Campamento Esperanza hacia Santiago, pasando por Lima y llegado hasta el otoñal Boston, cómo cada uno de esos hombres volvía a nacer desde las entrañas de la mina. Nadie pudo quedar indiferente frente a este rescate. Dos cosas se hicieron claras después de casi 24 horas ininterrumpidas de faena: el trabajo y su significado. El trabajo arduo y preciso de cada uno, la potencia de la tecnología, la necesidad de concebirse juntos mientras se trabaja y el para qué se hace: la felicidad de los hombres. La segunda evidencia, el agradecimiento de cada uno de los mineros por ser rescatado; cada minero, a su manera, según su temperamento, no dijo sino “gracias”. Hoy, después de siglos, pudimos volver a mirar la potencia de lo que los benedictinos vivían en medio de la barbarie: “Con nuestras manos, pero con Tu Fuerza”. Gerardo León, ingeniero chileno de Synopsis, comenta frente a lo sucedido: “Estamos agradecidos por lo que Dios nos ha donado, por lo que muy pocos se atreven a llamar hoy un milagro y, al mismo tiempo, estamos agradecidos por cada uno de los mineros y por su sacrificio, por la disponibilidad al sacrificio de cada uno de los rescatistas, por la disponibilidad al sacrificio de cada uno de los ingenieros que nos permitió, también a nosotros sin estar en el campamento, experimentar lo grande de la vida... Y, sin embargo, para que todo este sacrificio no se pierda en el olvido luego de unas pocas semanas de euforia, para que no llegue a carecer del sentido que lo hace grande ante nuestros ojos, es necesario que nos ayude a percibir con claridad el valor de la vida, es necesario que nos ayude a volvernos disponibles a nuestro propio sacrificio que nos hace posible llegar a experimentar el valor de la vida”.
En las primeras declaraciones a la prensa, los mineros no podían dejar de expresar la lucha terrible en la que vivieron: “Estuve con Dios y estuve con el diablo, me pelearon. Me agarré de Dios, tomé la mejor mano. Siempre supe que Dios nos iba a sacar” (Mario Sepúlveda); “estoy muy contento de que Dios me haya dado una nueva vida” (Luis Urzúa); “yo cambié, soy un hombre distinto” (Mario Gómez). Y no sólo ellos cambiaron, sino que el entorno cambió y junto con esto cada persona que tuvo un corazón no de piedra; así vimos nacer un campamento –nombrado “Esperanza” con comedor, sala de prensa y, por supuesto, con una escuela. "Yo no soy profesor de básica, pero mi deseo es que no pierdan el año escolar, les ayudo a revisar su material escolar. Hay un acuerdo que se consiguió con sus escuelas para que después (del rescate) ellos vuelvan y puedan tomar un examen básico”, declaraba Raúl Valencia, el profesor de Educación Física que se hizo cargo de los niños del campamento. Y así tantas y tantas personas que se ofrecieron durante esos 70 días desde un ministro de minería (Laurence Golborne) de carne y hueso que se quiebra frente a la alta probabilidad de no encontrar a los mineros vivos, que toca la guitarra y canta junto a las familias en el campamento y que abraza a cada uno de los mineros como si se tratara de alguno de sus seis hijos, así como el hombre que gratuitamente puso en funcionamiento el sistema de comunicación con el fondo de la mina o Marcela Zuñiga, la enfermera llamada “ángel” por lo mineros y así tantas y tantas personas. Paula Giovanetti, profesora de Lenguaje en un colegio en Santiago, escribía a sus alumnos: “Cada momento de esta tremenda aventura ha sido una lección para nosotros: las familias del Campamento Esperanza unidas en la espera; el esfuerzo sin descanso de los rescatistas; la conmoción por cada rescate. Todo parece decirnos que ninguna circunstancia es inútil, todo contribuye a recordarnos qué amamos de verdad, y a preguntarnos, en definitiva, Quién nos dona la vida. Que esta gran lección se quede en nuestra retina en cada inicio de jornada, en cada momento de duda, porque es realmente bello vivir, y comenzar de nuevo, a cada instante”.
Una de las declaraciones más provocadoras fue la realizada por André Sougarret, el ingeniero a cargo del rescate. Este hombre de 46 años señalaba: "En los sondajes ocurrieron cosas que no tienen ninguna lógica ingenieril. Creo que 'algo' sucedió". Nosotros pensábamos que el sondaje iba a tomar una dirección y se iba en otra que nos beneficiaba. Eso ocurrió con el último, que finalmente se convirtió en el Plan B. No teníamos mucha esperanza de que llegásemos, pero el sondaje rompió. Necesitábamos que se verticalizara y cambiara de dirección en el fondo. Y eso ocurrió en el último tramo, cuando es más difícil. Y cayó justo en una esquina de la galería. O sea, estamos hablando de centímetros. Tuvimos suerte ahí... o ayuda” (El Mercurio, 17 de octubre de 2010). Quedarse pegado ante los hechos, así como el ciego de nacimiento frente a la insistencia de los fariseos, “yo antes no veía y ahora veo”. Esto es lo que sucedió en la mina San José, que nos hace entender que, al hablar de milagro, se habla de una posibilidad que está totalmente vinculada con lo sucedido y con lo razonable.
El deseo ahora para nuestra patria –para los que estamos fuera como para los que están allá– es poder comprender que lo que ha sucedido nos pone frente a la necesidad de ser rescatados siempre, a cada momento, para no ser aplastados por el sinsentido y el cálculo. En palabras de Wanrken: “La tierra habló el 27 de febrero. Ahora es el hombre el que habla desde el fondo de la tierra. Y habla desde el desierto, el desierto que empezaba a crecer en nuestra propia alma. La mirada de esos mineros a la cámara-sonda y la luz de sus linternas tienen el efecto de un relámpago. Un relámpago en la noche. Porque hemos estado sumergidos en una noche sin darnos cuenta […]. Estos 33 chilenos son los héroes de una hazaña épica interior. Porque ésa es la batalla que hay que librar ahora: hacia adentro. Y hay que resistir. Resistir en el sentido radical que una vez señaló el poeta Rilke. Resistir a los cantos de sirena de superficie, resistir a todo lo que nos aleje de nuestro propio centro, y nos extravíe. Porque de tanto alejarnos de nuestro centro, habíamos perdido contacto con la torre de control. Pero alguien nos ha llamado desde la pura piedra […]. Hasta ahora teníamos un Bicentenario de cartón piedra, de fachada. Ahora, en esta espera, nos preparamos para nacer de nuevo. Es una espera de un largo parto. Es la tierra que va a dar a luz a 33 hombres. Pero en realidad somos nosotros los que vamos a nacer, porque estábamos dormidos y muertos. No bastó un terremoto para despertar. […] Habrá entonces que dejar de hablar de Bicentenario: habrá que hablar del nacimiento de una patria nueva, una patria en gestación que se está incubando al interior de nuestras propias entrañas y alma. […] Una patria más pobre pero más rica, cuyos diamantes son los ojos de los más pobres. Una patria que quiere florecer (como desierto florido) con dolores de parto. Una patria de lámparas de minero y miradas limpias”.
Alejandra Meneses es profesora Pontificia Universidad Católica de Chile
Lee el artículo de Cristian Warnken publicado en El Mercurio el 24 de agosto de 2010