“Mira qué guapos son nuestros hijos”

Silvio Cattarina*

¡Qué indignación y qué rabia siento tras leer la noticia sobre la idea de una ONG americana de pagar a chicos y chicas drogodependientes a cambio de que acepten ser esterilizados! ¿El motivo? Sus hijos estarían inevitablemente destinados a sufrir. Además, los que acepten someterse a la operación obtendrán a cambio la mísera cifra de 300 dólares...
Llevo treinta años trabajando con drogodependientes. Me dedico sobre todo a ayudarles en el proceso de recuperación en la Comunidad Terapéutica El Imprevisto, en Pesaro. He conocido a más de mil jóvenes en esta situación, cientos de ellos se han casado, y decenas de ellos han tenido hijos. No están marcados, no viven especialmente probados ni cargan con quién sabe qué sufrimientos específicos derivados de su drogodependencia. No más que cualquier otro hijo en cualquier otra familia. A nuestra Comunidad todos los días llegan jóvenes que son hijos de familias consideradas “normales”.
Esta propuesta absurda está cargada de odio hacia los drogodependientes, no de preocupación por sus hijos. Supone una condena sin posibilidad de apelación. Toda persona es recuperable. “Si un día me sucediera a mí, ¿no me ayudaríais?”, ésta es la pregunta que me surge. “¿No os inclinaríais hacia mí?”.
Propuestas de este tipo ponen de manifiesto el intento de afirmar a toda costa, con una violencia irracional, que no se puede, ni se es capaz, de amar, que no se debe amar, que no puede existir amor entre las personas en esta tierra. Se trata del amor y de la educación en el amor, en la vida, en la generación de hijos.
Por el contrario, estoy seguro de que la esperanza más grande que tienen “mis” chicos en el corazón es la de pensar en cuando reciban el don de los hijos. Esta esperanza les hace fuertes en los largos días de dolor y lucha durante su recuperación. Cuando ellos mismos puedan testimoniarse a sí mismos, a nosotros que hemos estado junto a ellos en el tiempo de la prueba, y al mundo entero, su gran victoria frente al mal y frente al límite, y mostrárselo a sus hijos, amándoles con un amor firme y lleno de ternura.
De hecho, vuelven aquí después de muchos años, para que conozcamos a sus hijos, y gritan llenos de orgullo y de honor: “Silvio, ¡mira qué guapos son los hijos de los toxicómanos!”.
*Psicólogo y sociólogo, presidente de L’Imprevisto