La intervención de Wael Farouq (© Giorgio Salvatori).

Es el Meeting

Davide Perillo

Un lugar histórico. El Aula Magna de la Universidad de El Cairo. La misma sala de estuco y lámparas de araña, el mismo estrado en el que Barack Oaba, el verano pasado, pronunció su llamamiento al diálogo con el mundo islámico. Sólo que aquí el diálogo se hace real, se encarna en unos rostros: el de los jóvenes del polo azul, los ministros de traje gris, los académicos y los prelados. Escenas que has visto muchas veces, pero que nunca habrías imaginado ver aquí.
Estamos en el Meeting de El Cairo, hermano pequeño del de Rimini. Mil personas en la sala, doscientos voluntarios (una treintena procedente de Italia, los demás egipcios) que reciben a los invitados y les acompañan hasta sus asientos. Se habla de “Belleza, espacio para el diálogo”. Wael Farouq, profesor de Literatura Árabe en la American University, hace de anfitrión. Es un viejo amigo del Meeting de Rimini y el alma del Meeting de El Cairo junto con un grupo de amigos. Para empezar, Tahani al-Jibaly y Hosam Mikawi, dos jueces que se quedaron tan impresionados por lo que vieron en el Adriático que lo han querido proponer en su propia casa. Han sido meses de reuniones después del trabajo, llamadas, cartas, encuentros... Y así es como, afirma Farouq al presentar el acto inaugural, “ha nacido un puente que nos lleva del sueño a la verdad. Y ha nacido en el ámbito de la belleza, camino que Dios eligió para dirigirse a los hombres”.
Luego llega el turno de la vicepresidenta del Tribunal Constitucional y nueva presidenta del Meeting de El Cairo, la señora al-Jibaly. Habla de una “promesa que se cumple”, da gracias a Dios, cita el discurso de Obama, que “desde aquí, desde este lugar, trató de cambiar las cosas, pero luego no hubo medidas políticas”. Y se pregunta: “¿Por qué tantas veces el diálogo fracasa, a pesar de las buenas intenciones? Porque nos hemos limitado a dejar que sean las elites las que establezcan las relaciones, hemos dejado a los enemigos del diálogo la posibilidad de conquistar los corazones de mucha gente”. En este punto empieza a hablar de Rimini y cita a don Giussani. Explica por qué ha querido traer aquí esa experiencia. “Egipto espera mucho de nosotros. Nuestro papel histórico ha sido siempre el de construir un lugar para el encuentro entre los pueblos. Hemos elegido el tema de la belleza porque Alá es bello, y ama la belleza. Y porque la verdad, la tolerancia, la defensa del bien común, son belleza. Debemos colaborar con los que creen que la religión es para la vida, y no para renunciar a la vida”.
Los aplausos la interrumpen. Cuando recupera la palabra, “hemos hablado mucho del Meeting, veámoslo”. Se emite un reportaje de diez minutos sobre la historia del Meeting de Rimini, por el que desfilan rostros muy conocidos: Franco y Vicky, Juan Pablo II, la Madre Teresa, Walesa, el cardenal Ratzinger... Y los voluntarios, como un espejo de los chicos del polo azul con el logo del CairoMeeting. Las mismas caras felices, el mismo deseo de belleza y gratuidad. La única diferencia es que muchas de las azafatas aquí llevan velo. El alma, el corazón, son idénticos.
“Es lo más imprevisible que nos ha sucedido en estos 31 años de historia”, afirma Emilia Guarnieri. “Es como un sueño. El deseo de belleza y de verdad nos ha puesto juntos. Es evidente que estamos haciendo un trozo del camino juntos. Delante del Nilo todos nos conmovemos porque es un fragmento de nuestra historia común. Pues bien, esta noche, en este mismo lugar, también nosotros estamos haciendo historia”. No es un lugar común; es un hecho. “Nosotros hemos venido aquí para conocer y aprender. Para aprender lo que está sucediendo aquí y para conocer el modo en que miráis la realidad, vuestro corazón”. Emilia está conmovida. “Una amistad verdadera puede ser un factor de cambio para el mundo entero”.
Se dedica un espacio al padre Christian Van Nispen, jesuita holandés que dedicó su vida al estudio del Corán y al diálogo entre hombres de fe, pero que no ha podido venir por motivos de enfermedad. Al final, un “Mensaje de paz” y un concierto del grupo Sam’a. El escenario se llena de túnicas blancas y sombreros típicos, suenan el Himno de la Alegría de Beethoven, cantos a Alá y aleluyas. Aquí el diálogo verdadero también se traduce en música. Y en belleza.
Después de la clausura, fiesta con los voluntarios, que cantan y bromean, disfrutan de una nueva amistad mientras la gente se va. Sus rostros están cambiados y alegres. Parece Rimini. Es el Meeting.
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