La compañía de don Giussani y don Giancarlo al Meeting de Rimini

La primera edición del Meeting para la Amistad entre los Pueblos tuvo lugar en Rimini del 23 al 31 de agosto de 1980 bajo el título: «La paz y los derechos humanos».
Durante un encuentro de sacerdotes en Bolonia, el 1 de diciembre de 1980, don Giancarlo Ugolini –uno de los iniciadores del Meeting– cuenta cómo la idea de organizar el Meeting nació de un grupo de amigos de Rimini. Mientras lo escuchaba, don Giussani tomó algunas notas en un folio. Al término de la intervención, en pocas frases identificó tanto la génesis como la finalidad del Meeting.


Más de treinta años después, las palabras de don Giussani ayudan a comprender el alcance de una propuesta que desafía a la razón y a la libertad de quien –hoy– organiza y participa en el Meeting.
Querría identificar los factores que determinan el rostro adulto de este fenómeno que ha dado origen al Meeting de Rimini, el mayor evento que hemos realizado en treinta años. Mayor, no sólo cuantitativamente, sino también desde el punto de vista de la incidencia en la opinión pública.
a – En primer lugar: gente apasionada por la vida del movimiento. ¿Qué quiere decir apasionada por la vida? Un adulto no puede menos que apasionarse por una vida; de lo contrario, sería un viejo, o un crío. El adulto es serio con la vida: la seriedad con la vida coincide con la pasión por el significado. El adulto es una persona para quien el movimiento es cauce del significado de sí mismo, o lugar de encuentro con el significado de la propia existencia.
b – Segunda observación: amigos entre ellos, por circunstancias que lo han permitido. Por tanto: una pasión por la vida que nos haga capaces de amistad. Y la amistad conlleva afrontar “juntos” las necesidades. Ahora bien, ¿cuál es el acento particular que hace entender la madurez de estas personas? Que, viviendo en una determinada situación (verano en Rimini), han notado la falta absoluta, total, de la presencia de los cristianos. ¿Cuánto hace que Rimini es un centro balneario de ese tipo? Es admirable y tremendo que algunas personas en un momento dado, de repente o por fin, se hayan planteado: «En este ámbito no existe presencia cristiana».
c – Tercera observación: entonces, el ideal de la vida que llevan dentro se ha plasmado en un hecho orgánico, una amistad que les otorga valor y, por tanto, capacidad de asumir compromisos y de cambiar las cosas. No existe verdadera percepción ideal si no se convierte en energía de cambio, es decir, en afecto, energía que moviliza en función del ideal el tiempo y el espacio, la realidad concreta. Por tanto, se han movido para crear esta presencia.
Ésta es la historia del adulto. Serio con la vida, es decir, capaz de reconocer el ideal y, por ello, eminentemente capaz de asumir una fisionomía social, un temperamento social. Éste es el ideal que une: responder a las necesidades de la vida une a la gente, crea la sociedad. La amistad: compañía guiada hacia el destino, como yo la defino siempre con los chicos. Percepción de una situación que permanece al margen del ideal por el que se vive y, por tanto, compromiso para que éste se haga presente en esa situación, para que la presencia del ideal acontezca.
Así comienza el acontecimiento nuevo, comienza la generación del adulto, el adulto genera. Han creado un lugar donde uno puede encontrar a un sujeto. La presencia coincide con un lugar. Un adulto, que haga presente la propia vida más allá de sí mismo, genera un lugar donde se puede encontrar a un sujeto. Un sujeto, una persona, una humanidad, que tiene algo que decir; una humanidad portadora de un mensaje. ¡Éste es el verdadero hijo! Un hombre no es padre simplemente porque arroja al mundo un niño. Es verdaderamente padre si hace crecer a una persona que se puede encontrar, que es como “el lugar” de un mensaje, portadora de un mensaje.
A partir de aquí, se puede hacer cualquier cosa: se puede limpiar la iglesia, barrer el suelo, quitar el polvo a los bancos, se puede servir, ocupar todos los rangos de la doctrina, se puede organizar a los monaguillos, se pueden organizar las “conferencias de san Vicente” y todo lo demás: a partir de aquí. Porque, si lo que hacemos no es expresión de esto, estamos acabados, ¡aunque hagamos muchas actividades! Si sólo hacemos cosas, como mucho ofrecemos una resistencia, oponemos un muro de contención a la riada, una resistencia que inevitablemente se verá arrasada.