Mi nombre es “corazón verdadero”

Fabrizio Rossi

Los pabellones del Recinto Ferial del Meeting se llenan de música. Primero fueron los “alpinos” ugandeses, ahora los cantos tradicionales mandarines. En medio, el encuentro “El sentido religioso y el pensamiento chino”, donde se ha presentado la edición china del libro de don Giussani. El fruto de nueve años de trabajo, que se ha publicado en una editorial católica de Taipei.
En el escenario, junto a Paolo Costa y Emmanuele Silanos, misioneros de la Fraternidad de San Carlos Borromeo, dos de sus colegas en la Universidad Católica de Fu Jen: Ci-Han Lü, student counsellor, y Chen-Hsin Wang, profesora de alemán. En la sala, quinientas personas, sin contar las que estaban de pie o sentadas en los pasillos. Entre ellos, una treintena de taiwaneses.
El camino no ha sido fácil. “Un verdadero parto”, cuenta Paolo, que fue quien se lo propuso a sus amigos. Después, en el año 2000 un taiwanés empezó a traducir las páginas de Giussani. “Pero se notaba que lo estaba haciendo de un modo formal, frío”. Luego llegó la revolución, con el capítulo décimo. “Caer en la cuenta de que el yo depende le cambió por completo. Desde aquel momento, empezó a venir con nosotros y con los chicos de la Escuela de Comunidad. Tenía otra cara”.
Pero tuvo que irse a trabajar a otra ciudad y pasó el testigo de la traducción a una cadena de personas: un amigo lo traducía al inglés y se lo pasaba a una chica de la parroquia que sabía alemán, Chen-Hsin: “Este libro habla de mi experiencia”. De tradición budista (“soy made in Taiwan”), sentía que “no estaba en paz”. Probó con todos los cultos que encontró en la isla, pero nada. Hasta se marchó a Alemania, atraída por la espiritualidad de Santa Hildegarda. “A la vuelta, encontré a estos sacerdotes en la parroquia. Yo iba buscando a una mujer del pasado, y Dios me regaló hombres vivos”.
Pero aunque conozcas el idioma, el primer volumen del Percorso exige un gran trabajo de comprensión. “Es como si hubiera una distancia entre el lenguaje de los hombres y el de Dios”, explica Ci-Han, a quien los dos misioneros regalaron una de las primeras copias de El sentido religioso. “Nunca había visto nada parecido, pero me interesaba”. También encontró algunos puntos en común con su propia tradición. “Del budismo, por ejemplo; el corazón es como un espejo donde te ves a ti mismo y a Dios. Pero es como si se le incrustaran muchos elementos, y por eso creemos que hay que limpiarlo una y otra vez”.
Es el corazón que responde a la provocación de un famoso emperador. “Les dijo a los misioneros jesuitas: Si vuestro Dios es verdadero, ¿por qué se ha olvidado durante 1.500 años de nosotros, los chinos?”, cuenta Emmanuele. “No sé qué le respondieron, pero estoy seguro de que no se ha olvidado nunca de ninguno de ellos. A cada uno le dio el corazón, precisamente para poderLo reconocer”. Es lo mismo que expresa San Agustín en esta cita tan querida para Chen-Hsin: “El corazón de cada hombre está inquieto hasta que reposa en Dios”. “Por lo demás, en chino mi nombre significa justo esto, corazón verdadero”.