Ronaldo, un papá solo. ¿O sólo un papá?

Alessandra Stoppa

Cristiano Ronaldo ha anunciado al mundo entero vía Facebook que ha sido padre. Su hijo crecerá solo y la madre (probablemente “de alquiler”) permanecerá en el anonimato. De esta manera, el delantero del Real Madrid se repone de la derrota en el Mundial y se convierte en un eufórico padre mientras el resto del mundo opina al respecto.
El diario italiano La Repubblicaha publicado un reportaje a propósito de la noticia y revela que en Italia hay 350.000 hombres que educan solos a sus hijos. Un fenómeno que este periódico califica como “la nueva revolución familiar en Italia” y que en los últimos cinco años ha aumentado en un 23%, acompañado de un par de casos famosos y de varias referencias cinematográficas. El reportaje llega a la siguiente conclusión: “El niño necesita a un adulto, poco importa si se trata de un padre o de una madre, da igual quien sea, lo importante es cómo desarrolla su papel”.
El desafío de un padre, por tanto, se limita a esto: “Ser al mismo tiempo padre y madre”. ¿Realmente consiste en esto? Hablamos con Claudio Risé, psicoanalista y escritor, autor de numerosos libros sobre la paternidad y el nacimiento.
En la opinión pública parece que ya no es necesaria la presencia de un padre y de una madre para educar. Se les considera como simples roles.
Desde hace años se está desarrollando una campaña masiva de persuasión sobre la inutilidad de la pareja progenitora. Según esta tesis, su función la puede desarrollar tanto una como varias personas, da igual el sexo, y no es necesario que esas personas estén necesariamente vinculadas al proceso que ha dado lugar al nacimiento del niño. Se trata de una tesis esencialmente funcional, propia de una sociedad post-natural, definida por elementos “fabricados” (incluso respecto al ser humano) y organizada cada vez más según una serie de dispositivos burocráticos (autorizaciones administrativas, legislativas o judiciales), por encima de los procesos naturales y simbólicos que tradicional y universalmente han regido en la transmisión de la vida y en el crecimiento del ser humano.
Toda la experiencia humana contenida en la paternidad y en la maternidad, ¿puede quedar reducida a una cuestión de equilibrio entre masculinidad y feminidad?
Este equilibrio, en realidad, importa muy poco. Tanto en este caso, donde la paternidad queda reducida –al menos según se desprende de las declaraciones oficiales- al hombre-padre, como en los numerosísimos casos (especialmente en la procreación artificial) donde el padre desaparece y el niño queda confiado a una o dos madres. Se niega y se elimina tanto la doble presencia del padre y de la madre para acompañar la vida y crecimiento del hijo, como el equilibrio entre lo femenino y lo masculino.
¿Pero es posible que un padre o una madre solos eduquen a su hijo?
Muchas veces no se puede hacer otra cosa. Por ejemplo, en un divorcio o en un fallecimiento, uno se va y deja el niño al otro, que se convierte en “progenitor único”, pero más desde un punto de vista burocrático y formal que real, pues el niño siempre tendrá necesidad de una madre (de una maternidad que se exprese en otras figuras femeninas) y de un padre (de una paternidad en otras figuras masculinas).
Si un hombre o una mujer se encuentran solos en esta situación, ¿qué responsabilidad se les pide y cómo pueden realizarla?
El hombre “progenitor único” debería proporcionar al niño la presencia de un mundo femenino-materno para criar y cuidar al bebé. La presencia de la madre en el primer periodo de la vida del niño es determinante. Igual que la mujer que no tenga a su lado a un hombre tendrá, sobre todo a partir de la preadolescencia del niño, que asegurarle la presencia de un modelo paterno y masculino (educativo, espiritual, deportivo) que su hijo sin duda necesitará.
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