La subsidiariedad plantea una cuestión antropológica

Víctor Pérez Díaz y Giorgio Vittadini en la inauguración de EncuentroMadrid 2010
Yolanda Menéndez

“Un diálogo con acentos diferentes y puntos de encuentro”. Con estas palabras ha definido José Miguel Oriol, presidente de Ediciones Encuentro, el acto inaugural de EncuentroMadrid 2010, celebrado anoche en el Auditorio de la Fundación Rafael del Pino de Madrid.
Víctor Pérez Díaz, uno de los sociólogos más conocidos en España, compartía mesa con Giorgio Vittadini, presidente de la Fundación para la Subsidiariedad, en una mesa para profundizar en el significado del lema: “Si los hombres no construyen, ¿cómo vivirán?”.

Tres los temas abordados: la gratuidad como factor de desarrollo, la subsidiariedad y bien común y el papel del factor religioso en la construcción social.
Pérez Díaz arranca con juicios muy precisos: “Se ha producido una cierta idolatría de instituciones falibles y limitadas”, “nos encontramos ante un reto de comprensión: la relación equilibrada entre gratuidad y actividad económica y social”, “la gratuidad implica una concepción del hombre”. Y Vittadini no le va a la zaga: “La gratuidad ha creado bienestar: Universidades, hospitales, escuelas, obras de asistencia social e incluso realidades financieras. ¿Por qué? Porque la caridad es una dimensión original de la persona”.

Abordando el segundo tema planteado, Vittadini señaló que “en estos últimos años, en todo Occidente hemos asistido al descenso de la participación en el voto porque no se puede reducir la participación del ciudadano en la vida pública con una democracia formal, que se limita al voto de un partido y delega la responsabilidad en otros”. “El hombre quiere participar, trabajar y construir, vive con otros y no le basta limitarse al ámbito familiar. El punto de partida de la subsidiariedad es el yo, un yo que se resiste a delegar su responsabilidad en instituciones o partidos”.
Un deseo de construir al que Pérez Díaz llamó “libertad responsable que debe ser entrenada”. El sociólogo, recogiendo la afirmación de Vittadini, afirmó que “el hombre quiere participar en la cosa común a partir de su libertad, pero ese deseo requiere una capacidad que tiene que ser trabajada, que no es obvia. Los déspotas existen porque la gente abdica con facilidad de su responsabilidad. Hace falta entrenar la libertad responsable en estados y mercados. Y esto se traduce también en la creación de obras que constituyen el Tercer Sector”.

Al hilo de la tercera cuestión planteada, Vittadini pasó a describir la originalidad de la experiencia cristiana: “El motor que mueve a los hombres a construir el bien común es el deseo”. De ahí nacen “lugares donde se ese deseo es educado, donde no se demoniza el mal, donde el hombre puede entender que está hecho para el bien. El mal está, pero puedes corregirte, recuperarte con la pena y el perdón. Son los Zaqueos y Magdalenas de nuestros días, los hombres que, continuamente recuperados, pueden construir. Si el catolicismo no parte de esta concepción antropológica, sino que se reduce a un código de reglas, fracasa en la construcción social. Nuestras sociedades se encuentran ante este gran reto: si el hombre es, en el fondo, mal, o si, por el contrario, es un bien único e irrepetible. Si esta concepción vence en el yo, vence también en la construcción del bien común”.