«Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Jesucristo»

STUDIUM CHRISTI
Ejercicios de sacerdotes
Alfonso Lozano

Cuarenta y ocho sacerdotes de España y Portugal gozaron de «esta forma de enseñanza», el carisma, que se mostró una vez más como un don del Espíritu. Un don capaz de obrar una correspondencia “imposible” con nuestra razón y nuestro afecto, que nos permite proclamar con san Pablo: «Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Jesucristo» (Flp 3,8).
Fue este el lema sobre el que Ignacio Carbajosa, al hilo de los últimos Ejercicios a los universitarios predicados por Julián Carrón, articuló sus lecciones. La presentación conmovida, y sistematizada de un modo muy preciso, de las circunstancias que don Giussani vivió en su adolescencia y en su estancia el seminario de Venegono, nos acompañó a revivir el origen del carisma: el paso de una relación piadosa con Jesucristo a una relación contemporánea. Don Giussani fue descubriendo, paso a paso, que su humanidad no era un obstáculo, sino más bien la condición para apreciar plenamente el significado de Jesucristo, el Verbo encarnado.
Así lo testimoniaron Ferrán Riera y Pablo de Haro, dos hombres de temperamentos e historias muy diferentes que reconocen en «esta forma de enseñanza» la iniciativa del Misterio hacia su propia humanidad.
El gran fruto de estos Ejercicios ha sido el crecimiento en todos los que hemos participado del conocimiento de Jesucristo, y del amor al carisma mediante el cual Su presencia se nos hace contemporánea.
Así lo manifestaba Jesús Ubeda: «En estos Ejercicios he podido vivir la misma experiencia de san Pablo. El conocimiento de Cristo se acrecienta gracias a una compañía dónde voy creciendo en la certeza de Su presencia y de Su solicitud por mi vida y mi destino».
«Me invade es un sentimiento de humildad y agradecimiento –añadía José Gallo–. Se ha renovado para mí la primera llamada y, sobre todo, he podido conocer el movimiento en toda su esencia». «Necesitaba sobremanera “ver” el carisma, que durante tantos años he vivido, como Julián, sólo, en mi habitación…», comentaba José-Vicente Álvarez. Y añadía esta petición que hacemos nuestra: «Después de años de escepticismo, he pedido de rodillas al Señor que no me falte nunca vuestra compañía y también vuestra llamada a reconocer la mirada de Jesús».