Huellas n.9 octubre 2024

El fuego

Mientras soplan «vientos de guerra», ante la violencia y el vacío de «una mutación antropológica sin precedentes, es imprescindible pararse y preguntarse: ¿hay algo por lo que valga la pena vivir y esperar?». En el centro de su mensaje al Meeting de Rímini, el papa Francisco hacía esta pregunta, que recogió el cardenal Pierbattista Pizzaballa en el acto de apertura, sobre la posibilidad de construir la paz en las tinieblas de la historia: «La Resurrección no se explica. Se encuentra».
Durante esa semana, hemos visto en Rímini a hombres y mujeres que, en virtud de un encuentro, arriesgan frente al mundo. Empezando por Franz y Franziska Jägerstätter, a los que estaba dedicada una de las exposiciones más visitadas. Dos sencillos campesinos austriacos, cuya vida “oculta” durante el régimen nazi sacude las conciencias de entonces y de hoy. En estas páginas, uno de los comisarios de la muestra, Emmanuele Silanos, cuenta la historia de Franz, la decisión que tomó y cómo Dios introduce un cambio en la historia mediante una persona marcada por una experiencia de misericordia que se encarna sobre todo en la relación con su mujer.

Veamos el testimonio una cultura nueva, narremos el Meeting a través de los ojos de algunos de sus invitados. De Adrien Candiard al filósofo Andrea Bellantone o Lida Moniava y Frederika de Graaf, que han mostrado la experiencia de los cuidados paliativos pediátricos en Rusia, lugares que custodian lo humano y que nacen de personas muy distintas pero en las que arde el mismo fuego: el de compartir aquello por lo que vale la pena vivir y morir. En un tiempo en el que muchos «se movilizan para defenderse, por rabia, vosotros os movéis para ofrecer una alegría», como decía asombrado el periodista israelí Mishy Harman en su primera visita al Meeting.
También podemos buscar la fuente de novedad en la vida en tres historias de comunidades del movimiento en lugares del mundo muy diversos –Australia, Chile y Uganda– donde cada uno de sus protagonistas ha encontrado «un amor humano en el que se vislumbraba algo que iba más allá, algo diferente y fascinante», como apuntaba Davide Prosperi en la Asamblea internacional de responsables de CL. «Hemos sido llamados a través de un encuentro humano donde podemos experimentar un amor gratuito e inmerecido hacia nuestro destino, hacia nuestro rostro».
Quien vive de esta conciencia nueva que nace de la fe «transforma las cosas que hace y las relaciones que tiene; tiende a crear, aunque sea de un modo infinitesimal, algo nuevo en el mundo. Misión no es hacer una actividad en lugar de otra sino, como dice Giussani, “es que tu vida es misión”. Para llevar “el hecho de Cristo, y por tanto el hecho de la comunión cristiana, allí donde uno vaya”».

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