Huellas n.9 Octubre 2019

El camino a la verdad

¿Por qué poner en portada «ven y verás»? Es una invitación para quien a lo mejor toma en sus manos esta revista por primera vez, porque se la pasa un compañero de trabajo, un amigo o un conocido por la calle. Pero es también el corazón mismo del cristianismo que, mucho más allá de lo que podemos pensar, no es un conjunto de ideas, reglas o valores, sino ante todo una vida. Hechos y personas. Algo que entra en nuestra vida y, cuando lo interceptamos, nos sorprende, por su belleza. Algo que atrae y mueve a descubrir el origen del que procede esa vida, de dónde viene esa novedad tan inesperada como correspondiente a lo que es nuestra humanidad.
En aquel «ven y verás» que Felipe le dice al escéptico Natanael –así como en los múltiples «sígueme» que puntean el Evangelio– reside toda la fuerza del único camino adecuado para vencer el escepticismo, hoy como hace dos mil años: la experiencia. «Ve tú mismo, juzga tú. Comprueba tú si esta novedad que te llama la atención resulta interesante para tu vida, si la hace más intensa y verdadera. Si abraza por entero tu pregunta por el significado y la felicidad».

Da cierto escalofrío este camino que Dios ha elegido para darse a conocer y hacerse amar. Da escalofríos porque es el único adecuado para nosotros, el único verdaderamente humano: pasar por nuestra experiencia. Desafiando también la extrema objeción que puede surgir delante de una propuesta así, porque la palabra «experiencia» es tan inmediata como a menudo tergiversada. Todos estamos dispuestos a reconocer que «el camino a la verdad es una experiencia», como decía don Giussani: se crece y se aprende solo a través de encuentros, acontecimientos, palabras que se nos dicen o cosas que pasan. Lo que no pasa por ahí nos queda lejano o abstracto. Sin embargo, y en esto reside el equívoco, “hacer experiencia” es mucho más que “acumular experiencias”: exige el darse cuenta de en qué y por qué hemos crecido, de qué naturaleza son esos hechos, de dónde proceden. Cuanto más imprevisibles y extraordinarios son los hechos, más necesario es este tomar conciencia para que no se esfumen en una simple reacción emotiva («¡qué bonito!»). Un acontecimiento fascinante, de por sí, no nos hace crecer (el mismo Evangelio está lleno de milagros que no llegan a cambiar a los que los presencian). Darse cuenta de qué se trata y de quién nos lo entrega, eso sí puede cambiarnos.

Cristo apuesta por nuestra experiencia. No apela a normas, no impone nada: se somete a nuestra experiencia. A la sencilla lealtad con que, si nos llama la atención una persona que vive de manera distinta, secundamos la pregunta que nos aflora por dentro: «¿Quién es este? ¿Quiénes son? Me gustaría conocerlos mejor». Es la misma pregunta que encontráis en la portada del inserto que reproduce el texto de la Jornada de apertura de curso de CL, la propuesta de un camino que hacer juntos, a partir de la experiencia. Nuestro deseo es que se incremente esta curiosidad en quienes por primera vez leen relatos como los que encontráis en estas páginas, la vida de los chavales de GS o los testimonios que nos llegan desde muchos rincones del mundo. Y también en quienes llevan tiempo caminando en esta compañía y siguen necesitando hechos que obligan a no darla por descontado. Para no dejar de crecer.