Huellas N.8, Septiembre 2012

El verdadero diálogo

Una auténtica multitud de personas ha dado el último adiós a Carlo María Martini en “su” ciudad, Milán. Bastaría este hecho (y tantos detalles que se han recordado estos días: su “caritativa” personal con los pobres, la relación con los ex terroristas, algunos pasajes de sus escritos) para reconocer que Martini ha sido mucho más de aquello a lo que varios comentaristas, incluso benévolos y entusiastas, lo han reducido. Lo han retratado como el «abanderado del diálogo» entre culturas y con los no creyentes, «empeñado en plantar la cruz en la atormentada frontera de la modernidad» (como ha escrito Ernesto Galli della Loggia en el Corriere della Sera); contraponiéndolo a don Giussani, tan diferente como temperamento y carisma, pero en el fondo «satisfecho con su pleno auto-reconocimiento con la Iglesia». Dos «corrientes», inclusive «dos pueblos distintos» en la «federación» de la Iglesia.

Sobre afinidades y diferencias habría mucho que hablar. Basta con leer la carta que Julián Carrón ha enviado al mismo Corriere y que podéis encontrar en este número de Huellas. Pero el tema que plantea Galli della Loggia sigue allí: ¿cuál es el verdadero diálogo entre fe y modernidad? ¿Una confrontación en la que cada uno – creyentes y no creyentes – dice lo suyo y al final coinciden en algunos puntos genéricos, quedando más o menos distantes los unos de los otros como antes, a pesar de una noble y recíproca estima personal (como muchos comentaristas han dicho de la “Cátedra de los no creyentes”, reduciendo mucho su alcance)? ¿O es la valorización ecuménica de cualquier «brizna de verdad» que se halla en el otro, y que precisamente la fe permite reconocer en cualquiera, como hacía el cardenal Martini?

Es una pregunta urgente. Especialmente para muchos de nuestros lectores, que vuelven del último Meeting de Rímini con un lema absolutamente “religioso” (“La naturaleza del hombre es relación con el infinito”) y un desarrollo mediante los encuentros, los contenidos y la vida, que ha entrado en el mérito de los desafíos de la modernidad: desde los más prácticos y cotidianos (la crisis económica y la idea de hombre que emerge de ella) a los teoréticos (la literatura, la filosofía, las neurociencias…), hasta expresiones más populares, como el rock.
Ha sido una confrontación real, que en estas páginas, forzosamente, reflejamos de manera sintética. Lo contrario de una yuxtaposición entre mundos lejanos, de una auto-confirmación o un auto-reconocimiento por parte de los que hacen el Meeting. Al profundizar en la propia experiencia de fe se ha establecido un diálogo con muchos personajes que expresan esa modernidad, que no parten de posturas religiosas y sin embargo reconocen en los creyentes un punto común original – el deseo de infinito – y un modo de vivir este deseo que los interpela. Que suscita curiosidad, abre a ambos sujetos del diálogo e, imprevisiblemente, permite recorrer un tramo de camino juntos.
Este es el camino que necesitamos, sobre todo ahora que volvemos al trabajo. Y estamos agradecidos a quien nos lo enseña y nos acompaña a recorrerlo.