Huellas N.8, Septiembre 2004

Un amor apasionado por el misterio del hombre

Queridos amigos:
La intervención del Papa nos refiere en modo sorprendente y ejemplar la fatiga de un trabajo educativo sobre el pueblo de Dios como un amor al hombre, como preocupación de un padre hacia el propio hijo único. Un padre dispuesto a intervenir en toda manifestación social en la que sólo el desamor puede favorecer una desatención peligrosa en sus contrastes inevitables, más o menos borrascosos, y a recordar que en la evolución del tiempo, en cada momento, se respete el proyecto de Otro: como el de un padre y de una madre hacia un hijo.
Un proyecto bueno como el que tiende a definir el trabajo supremo de una familia o la edificación de una realidad humana dentro de los atormentados y fatigosos cambios de la historia.
Por tanto, no puede haber obediencia que mortifique los fatigosos y, por ello, peligrosos cambios de la historia; lo cual puede darse sólo si se admite un parangón inteligente con el designio que va aconteciendo, como un acto más agudo y potente de los hechos que ya han sucedido, como un juicio sobre las cosas emitido según un punto de vista igual entre Dios y nosotros.
Santidad, gracias porque la emoción por usted provocada dice a todo hombre reflexivo que no es inútil aspirar y tender a una presencia.
Desde la fuente misma de este Meeting, brota un augurio recíproco con toda la amplitud de nuestro corazón.

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Doy las gracias a la dirección del Meeting. Cada uno de nosotros tiene la conciencia en este momento de transformarse en factor interesante, creador de realidades vivas, promotor de una voluntad de cambio. No sé si todo el sacrificio del diálogo de estos días, ha sido más bello o más capaz de impulsar una vivificada tensión a la vida, un amor apasionado por el misterio del hombre, apasionado por el destino del hombre. Dejo estas palabras como las últimas que en este momento podemos repetir: apasionado calor, apasionado afecto por lo que el hombre puede ser, puede crear y asimilar a su historia.
Gracias a todos. ¡Nos vemos el año que viene!
La carta y el saludo final de don Giussani en el Meeting de Rímini