Huellas N.7, Julio/Agosto 2011

Una ocasión privilegiada

Se va a jugar un partido importante. ¿Estamos dispuestos a dejar de lado nuestras ideas preconcebidas? «Este es el tiempo de la libertad». Don Giussani nos lo enseñó atribuyendo al tiempo libre un valor educativo preeminente. Más importante que el tiempo del estricto deber. Julián Carrón se hacía eco de esto al manifestar «una estima particular por el tiempo libre, porque en él cada uno descubre y comprueba qué es lo que quiere realmente, a qué le concede tiempo e iniciativa».
¿Para qué sirve el tiempo del que disponemos libremente? «Para verificar la fe», decía Julián a un grupo de universitarios (véase la Página Uno de este número): «La verificación de la fe no se produce únicamente en las elecciones o en la preparación de los exámenes. Sobre todo en el tiempo libre se pone de manifiesto qué es lo más querido para nosotros. Por eso, el tiempo de vacaciones que nos espera será para nosotros una ocasión privilegiada».

Además, nos esperan dos momentos extraordinarios: el encuentro con Benedicto XVI en la próxima Jornada Mundial de la Juventud, a finales de agosto, en Madrid y, a la semana siguiente, el Meeting de Rimini que abordará el tema de la certeza. En ambas ocasiones estaremos rodeados de un sinfín de personas y propuestas. Pero todo esto pasará por el camino personal de cada uno: «Cada uno necesita hacer experiencia; no podemos vivir de la experiencia de otro». Y en ese mismo encuentro añadía: «Porque soy yo el que tiene que examinarse de latín, el que vive la relación con su novia; no vamos todos en comandita. Ante el drama de la vida, estoy yo». Y quien necesita hacer un camino y tener certezas soy yo.

Tenemos que aprovechar esta oportunidad, que la sobreabundancia de la vida cristiana nos ofrece este verano en carne y hueso. El Papa nos ha testimoniado el valor de la vocación personal, al recordar su consagración sacerdotal, hace sesenta años. Cuando el camino se recorre en primera persona, el estar insertados en una compañía se convierte en la Gracia que vale más que la vida. Con estos sentimientos esperamos a Benedicto XVI en Madrid. Para crecer cada uno en la certeza de la fe, «arraigados y edificados» en Aquel que habla cor ad cor. Así, asumiremos al mismo tiempo un reto histórico. El que plantea Meeting de este año a un mundo confuso y escéptico: si cada uno crece en certeza, en una humanidad verdadera, ayuda a crecer a todos. Contribuye a cambiar el mundo.