Huellas N.6, junio 2015

Lo que vale

Hay un versículo del Evangelio que deberíamos leer más a menudo. Nos beneficiaría mucho, porque a veces la realidad nos acorrala hasta tal punto que parece arrollarnos. En cambio, en esas líneas siempre hallamos un punto seguro para levantar cabeza y retomar el camino. Esto se debe a que la propuesta cristiana y la aportación que la fe puede dar a la historia pasan en gran medida por el crisol de esas palabras de Jesús: «¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si se pierde a sí mismo? ¿Qué dará el hombre a cambio de sí mismo?».
Es una pregunta decisiva. Nada es más importante de la «propia alma», es decir, de la persona. Poder, dinero, ideas, proyectos… no cuentan nada ante el valor de cada persona. Para Jesucristo, la persona –tú, yo– vale más de cualquier otro bien. Y este vale significa dos cosas. Nada tiene más valor que el hombre, pues cada hombre es un tesoro que no tiene precio. Y nada es más valioso –y valiente– que un hombre libre que dice “yo”, que tiene verdaderamente una conciencia adecuada de sí mismo y de la realidad. Come bien escribía Henri Daniel-Rops, y don Giussani citaba a menudo, solo a partir de la conciencia que uno tiene de sí mismo «se elabora el destino del mundo».
No es casual que Dios apostara todo por esto. Desde siempre, desde Abrahán en adelante. En su mano está cambiar el curso de los acontecimientos, Él puede hacer y deshacer lo que quiere, en cada momento de la historia, podría imponer su voluntad a todo y a todos. Pero, no. Dios se propone siempre a la libertad tuya y mía. Apuesta todo por el yo, porque sabe muy bien que desde ahí puede venir todo lo demás. Basta un hombre disponible a decirle que «sí» y, a través de este asentimiento que puede ser un soplo, Dios puede legar a todos. Puede ofrecer a la libertad de todos los hombres la fascinación y la belleza que nacen de la vida en Él.

La persona es el hilo rojo de este número de Huellas. Empezando por el reportaje en Primer Plano, que dedicamos a la política. La cita electoral de las administrativas, a finales de mayo en España y en Italia, ha dado paso a los resultados, con sus porcentajes, acuerdos y cambios. Pero el tema de la política va mucho más allá de todo esto. Tiene que ver con algo tan importante como el bien común, que cada cual tiene que procurar a diario, mediante un «trabajo martirial», como dijo el Papa en una bellísima intervención, que CL ha retomado en un panfleto con el lema “Volver a empezar desde abajo”. Es decir, desde la persona.
En un contexto todavía más dramático, sigue siendo la persona el lugar donde se producen los milagros de testimonios como los que nos llegan desde los cristianos perseguidos en Oriente Medio (véase la entrevista al padre Pizzaballa, custodio de Tierra Santa). O el testimonio de un sacerdote como Oscar Romero, asesinado en el altar mientras celebraba la santa misa, y ahora proclamado beato. Y en muchas otras historia que encontráis en estas páginas. Historias de personas que, pronunciando su «sí» a Cristo, cambian un pedazo de mundo, el de su entorno. Y lo hacen más humano, contribuyendo a algo tan necesario como es el bien común.