Huellas N.6, junio 2008

Aquel que hace el cristianismo

«¿Qué ha sucedido en Rímini?». Es una pregunta que muchos se han planteado después de la doble convocatoria de los Ejercicios espirituales de CL. Primero, los de la Fraternidad en conexión con 62 países del mundo; quince días más tarde, la segunda tanda para los italianos que no pudieron ir a la primera. La pregunta que circula entre amigos y colegas, compañeros y familiares, no nace sólo en los que no pudieron asistir para que les cuenten, sino también –y esto es lo bonito– en quienes estuvieron en Rímini y que, ante la magnitud de lo que veían, se planteaban: «¿Qué ha sucedido en Rímini? ¿Qué está sucediendo en nuestras vidas?

No es una pregunta baladí. Es el primer paso para medirse de verdad con lo que tenemos delante, sin archivarlo deprisa en el álbum de los recuerdos estériles –«¡Qué bonito!», y ya está–, incapaces de alcanzar un juicio y recorrer un camino de conocimiento acorde con nuestra razón.
Muchas personas, en cambio, están descubriendo un modo de entrar en la realidad verdaderamente humano, pues llega hasta el fondo de lo que sucede. El punto de arranque de este recorrido es el mismo que Julián señaló en Rímini y también en Milán, en una asamblea con cinco mil profesores. El ejemplo para todos es una alumna cuyo compañero de clase fue detenido recientemente, junto con otros chavales, por haberle pegado una paliza mortal a un chico de Verona. Elisa escribió una octavilla con un juicio lucidísimo, que Carrón comentó así: «Siempre tenemos que mirar lo que ocurre delante de nosotros. ¿De dónde parte esta chica para emitir un juicio? ¿Qué es lo que le ha movido? ¿Qué le ha permitido ponerse delante de todos con este juicio? No es una inteligencia particular; no son mayores conocimientos como los que pueden tener los adultos; no es una energía especial: es simplemente la capacidad de secundar los hechos, lo que está antes que sus pensamientos».

«Fijarse en lo que ocurre» y adherirse a lo que nos precede, es decir, a la iniciativa del Misterio. Porque «nosotros no deseamos otra cosa más que seguir lo que Él hace entre nosotros». El método es simple y claro, por lo tanto al alcance de todos. Y cambia la idea que muchas veces tenemos de que el cristianismo, sí, es un acontecimiento, pero que hacemos nosotros. Como si dependiera de nuestras capacidades reproducirlo o crear las condiciones justas para que pueda ocurrir, en una palabra, organizarlo, «como si fuéramos los creadores de lo que afirmamos creer», dijo Julián en los Ejercicios.
En realidad, quien hace el cristianismo es Cristo. Sin Él no podemos hacer nada. A nosotros nos toca la tarea más bonita: seguir lo que hace Otro, hacerle espacio. Y gozar de esa correspondencia impensable que vemos brotar en nuestra vida y que aprendemos a llamar por su verdadero nombre: libertad.