Huellas N.5, Mayo 2017

El horizonte

Sale en las librerías italianas con un título curioso, Una extraña compañía, el primer volumen de una colección igualmente insólita: “Cristianismo puesto a prueba”. Se trata de una recopilación de las lecciones y diálogos de don Luigi Giussani en los Ejercicios espirituales de la Fraternidad de Comunión y Liberación, desde 1982 –año del reconocimiento pontificio– a 1984. Meditaciones, asambleas, homilías. Momentos que relatan en directo el comienzo de una realidad que hoy cuenta con decenas de miles de personas en todo el mundo.
A primera vista, nada más “interno”, dirigido a los miembros de CL (la Fraternidad es «la obra del movimiento», decía don Giussani). Pero basta con leer algunas páginas para ver que no es así. Hay una propuesta que nos interpela a todos, porque se dirige a lo que es más profundamente humano.

El corazón de aquellas palabras es la fe. Y «la incidencia de la fe en la vida del hombre, su utilidad para afrontar la fatiga cotidiana del vivir», como escribe Julián Carrón en el prólogo. ¿Qué tiene que ver el cristianismo con nuestras exigencias concretas? Precisamente “puesto a prueba”, ¿nos ofrece una contribución eficaz?
La Fraternidad es la apuesta por el sí. Es una apuesta que cada cual puede comprobar paso a paso. Ofrece a todos una experiencia cristiana, un método y un lugar, como una ayuda concreta para la vida. Algo que permite afrontar con una mayor humanidad el trabajo, los problemas con los hijos o una situación social tremenda, como podéis leer en las historias que relatamos en la sección de Primer Plano. No solo porque ofrece una solidaridad concreta, sino porque ayuda a la persona.

En este aspecto, el libro resulta llamativo. El objetivo prioritario de la Fraternidad no es crear obras, organizarse socialmente, hacer cosas. Es ayudar a la persona a crecer en la fe. Es generar sujetos maduros, conscientes de la propia consistencia que estriba en la relación con Dios. De ahí viene el cambio de la vida: «El Señor aboga para que, a través de nosotros, entre en el mundo una nueva personalidad. Debemos abrir esta puerta. El hombre que, finalmente, reconoce que su naturaleza es la de pertenecer a Otro es un hombre siempre positivo (…) porque es libre; es siempre comprensivo, lo abraza todo, lo comprende todo y –estaba a punto de decir– sonríe ante todo», afirma don Giussani. ¿Y qué clase de tarea se le confía a un hombre así? «Abrazar el mundo entero, recorrer el mundo entero para testimoniar a Cristo: ¡el mundo, en efecto, existe para conocer a Cristo!».
El horizonte de esta extraña compañía es este: que el hombre pueda ser él mismo, que pueda conocer cada vez más a Cristo y, con su vida, lo dé a conocer a sus hermanos los hombres. Educación en la fe y testimonio coinciden.