Huellas N.5, Mayo 2015

Una mirada redimida

Nos habían llamado mucho la atención esas palabras, el verano pasado. El Isis acababa de conquistar Mosul y de echar a los cristianos. El encuentro de apertura del Meeting de Rímini estaba dedicado a Oriente Medio y hablaba el padre Pierbattista Pizzaballa, custodio de Tierra Santa. Nada más empezar, nos abrió una perspectiva distinta. Para leer verdaderamente los hechos, más que un análisis político e histórico, necesitamos «una mirada redimida: elevada, amplia, libre de miedos y complejos», la mirada de quien «no confía solo en sus capacidades operativas, sino que confía su vida en las manos de Dios». En una palabra, «una mirada redimida».
Nueve meses después, el panorama es aún más dramático. Oriente Medio, asediado por la yihad, Nigeria, azotada por Boko Haram, Kenia, golpeado por los Shabaab somalíes, Pakistán, martirizado por la ley anti blasfemia… Allí y en muchas otras partes del mundo, se recrudece la persecución de los cristianos. La Iglesia, nos lo recuerda insistentemente el Papa Francisco, es siempre «una Iglesia de mártires», de hombres y mujeres «víctimas de persecuciones y violencias por el único motivo de la fe que profesan».
Junto a todas las iniciativas que se están tomando, a distintos niveles, para aliviar este sufrimiento, para defender los derechos fundamentales de los cristianos y de las demás minorías perseguidas, ese juicio del padre Pizzaballa se hace todavía más urgente. Hace falta una mirada redimida. ¿Pero de dónde puede surgir? ¿Quién la puede generar?

A finales de abril, se celebraron en Rímini los Ejercicios de la Fraternidad de CL, que empezaron con este reclamo: «Seguimos inmersos en la luz de la Vigilia pascual, es decir, la luz que Jesús resucitado ha introducido para siempre en la historia. La Iglesia lo mira todo a la luz de este hecho. Porque solo cuando aparece definitivamente la luz de la resurrección de Jesús, nosotros podemos comprender lo que de otra manera no lograríamos: el significado último de todas las cosas. (…) A la luz de la Resurrección, podemos mirar de frente la pregunta más urgente para el hombre: ¿de verdad vale la pena haber nacido?».
La Resurrección es un juicio sobre la historia. Sobre todas las vicisitudes de la historia, también las más dolorosas. Su luz es la presencia viva de Jesucristo ahora, en cada hoy de la historia, que redime nuestra mirada. Su luz nos permite mirar todo con una profundidad y una perspectiva distintas y que, solos, no tendríamos. Nos lo testimonian a diario los cristianos perseguidos. En estas páginas podéis leer los testimonios del P. Douglas, de Alepo, de los refugiados de Erbil, de los chicos universitarios de Kenia o los otros muchos que nos llegan del corazón de esa Iglesia martirizada. Hay dolor, sangre, sufrimientos indecibles, pero la muerte no vence.

Necesitamos aprender esta mirada redimida. La de hombres y mujeres que queremos defender con todos los medios a nuestro alcance, pidiendo al mundo que no se quede indiferente, como nos insta el Papa, comprometiéndonos en la ayuda concreta y pidiendo por ellos. Lo haremos también en la Vigilia de Pentecostés que se celebrará en el mundo entero, en respuesta a la invitación de la CEI a celebrar «un gran gesto para pedir a Dios y mostrar nuestra cercanía con los hermanos y hermanas perseguidos, que nos testimonian el amor a costa de la propia vida». Su testimonio «no puede quedar silenciado, porque constituye para todos un motivo de adhesión al bien y de resistencia al mal». Su mirada redimida y su testimonio llevan al mundo una luz, la luz de la Resurrección.